No me duelen prendas. Tengo algunos amigos, y amigas, que me ponen a caldo de hierbas amargas cada vez que critico a Perisancho. Lo mismo exactamente igual que los que tengo al otro lado cuando lo hago con la derecha. Y ocurre lo mismo cuando es al revés: si comento algo favorable a los unos, son los otros los que se me rebotan. Como igual al contrario. No terminan de creerse que, aparte mis naturales tendencias, o no, me esfuerzo por no verme sometido a la… lamemosle “obligaciónes ideológicas” de destacar “lo ajeno” y/o defender a “los míos”, y quiero cultivar la independencia de mis juicios dentro de lo posible… Pienso que estamos sometidos a un desaforado partidismo como para, encima, ser yo también partidista. Así que, a pesar de no estar con nadie, y que nadie está conmigo, prefiero romper todas las cadenas, pese a quién pese y según cada momento y circunstancia.
Y hoy me toca reconocer la buena labor del tal Perisancho en la última cumbre de Davos, sin dejar de señalar también sus últimas meteduras de pata internas. Las cosas como sean. Sánchez se multiplicó allí: protagonizó un Plenario en la Sala Principal; también en tres paneles (energía, futuro europeo y orden mundial); se reunió con fondos soberanos y multinacionales para traer inversiones en tecnología de semiconductores – para los que el gobierno ha aprobado un proyecto estratégico en la producción de microchips de 12.000 millones de euros – y unas cuantas cosicas más por el estilo. Lo suficiente como para suscitar el comentario-pregunta del titular del Foro Económico Mundial, el conservador Bronque Brenda: “¿Cuál es la receta del éxito del reinicio de la economía española?”… un tanto sorprendido y escamado por la sincronización entre gobierno y empresarios (Jaime Martorell) en un inédito golpe mediático en la historia del Foro de la pragmática Suiza.
La acogida y el respeto con que se aceptó la iniciativa se plasma en las palabras de Úrsula Von der Leyen, no en las mías, claro: “país líder en energía limpia… pionero en los fondos NGEU… defensor de todos los pasos más recientes en favor de la integración en Europa… Habéis estado entre los más golpeados de la pandemia, y, sin embargo, vuestra recuperación tiene bases sólidas”. Otras voces son las del Canciller alemán Olaft Scholz: “Pedro Sánchez ha representado de forma muy exitosa los intereses de su país”; o la de Antonio Costa: “han garantizado que hay opciones para que Portugal y España puedan actuar”; o incluso la de un socialdemócrata competencia directa de España en el pulso energético: “han hecho un buen trabajo”…
Todo esto es justo reconocerlo. No lo digo yo, naturalmente, son líderes europeos los que lo están diciendo y reconociendo. Luego están otras cosas: que Davos es solo un hito, pero no es un mito. Que lo logrado allí puede trasladarse aquí si todos queremos y cerramos filas en torno a unas posibilidades muy bien representadas y mejor presentadas… Otra posibilidad es que nos dispongamos a destruir lo poco allí construido, algo en lo que en este país somos consumados especialistas, por cierto… Y todo esto aparte de la enorme, brutal y gran cagada, con la pifia de Argelia y Marruecos, por la que ha pedido la ayuda a su primo el de Zumosol (Europa), y cuyo solo hecho hubiera merecido una moción de censura por parte del parlamento.
Rajoy, por ejemplo tuvo siete Cumbres de Davos y no fue a ninguna. Su excusa era que no sabía inglés. Como si allí no hubiera intérpretes. Su antecesor, Aznar, acudía aún con el inglés macarrónico que le sirvió para compartir mesa con Bush en las Azores. Pero iba. A epatar de amiguete del americano en la guerra de Irak, pero iba… Y no quiero con esto (ya me veo espadas y alfanjes en alto) criticar ni justificar partidos ni opciones políticas o ideológicas. No. Estoy hablando de capacidades personales – no sé si se me entiende, o de si querrán entenderme – estoy dejando al margen siglas y cainismos, o que si uno es de izquierdas o de derechas, por favor… Yo intuyo que el actual líder conservador, Feijóo, está capacitado para desempeñar esta labor, como otro ejemplo que abunda en lo que intento decir. Y es que estoy tratando de los intereses de un país, el nuestro, no de los intereses de ninguna sigla, por muy nuestras que las consideremos…
Y quizá ahí mismo esté la puñetera clave. En las últimas palabras de Brende: “el paro está bajando, crecen las inversiones y también ha habido nuevas reformas. Muchos economistas dicen que no se pueden hacer reformas laborales y de pensiones y que haya crecimiento. Ustedes lo han conseguido. ¿Pueden estos países aprender de su ejemplo?”… fin de la cita. Yo no soy economista, no tengo estudios, y mis matemáticas se limitan a la “cuenta de la vieja”. Pero no se me despista que todo esto se está haciendo en base a deuda pública. Y que eso entraña mucho peligro. Pero también es cierto que somos un país de la UE, y que, de no serlo, no lo podríamos hacer por falta de aval y medios. Y todo eso cuenta, ¿no?..
De ahí que, al menos para mí, y ustedes sepan perdonarme, todas esas opciones del más rancio populismo, de extremas derechas y extremas izquierdas, que son antieuropeístas por no sé qué historias jamás razonadas ni demostradas, no me sirven ninguna de ellas. Ni me vale volver a ser un país ombliguista y fandanguero lleno de camareros que se alimenta de sus propias palmas y olés de “semos los mejores”. Como tampoco comprendo que haya millones de ciudadanos que se dejen embaucar por semejantes ultras desfasados y desprovistos de todo sentido común. Yo solo entiendo de las personas que valen, que hacen cosas, que sirven para algo, sin importarme el color de su puto carnet. Lo demás es parafernalia y demagogia pura y dura... Me ratifico: somos aún muy poca democracia y mucha partitocracia. Así nos va..
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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