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LA OTRA TRINIDAD



(de Famvim)


Dice San Juan que al principio fue el Verbo, e inicia con ello toda una teología, que luego, conforme se acomodó al paso de civilizaciones y culturas, devino a ser una Trinidad. Un solo Verbo en tres personas distintas, viene a decir el dogma… En este caso, sería al revés: tres verbos distintos para cada, o por cada, persona: Yo lo llamaría, con perdón y con permiso, la Trinidad del Ser Humano, esto es: Querer, Creer y Saber… Tres significados distintos que conforma, y/o dis-forman, a ese mismo ser humano.


No es lo mismo querer que creer, aunque estén emparentados, y aunque suenen a casi lo mismo por tratar de hermanar confundiendo; o de confundir hermanando… Pero que no lo equivoquen. Lo primero es querer, exponer la voluntad; y lo segundo es creer en lo que se quiere, que es la pre-posesión, o predisposición. Pero nada se tiene en plenitud hasta que no se “sabe”… La primera fase del proceso es que la gente “quiere creer”, y de ahí el error de valoración: que se cree que se sabe, pero no se sabe. Para el que “sabe” no es tan necesaria la fe como para el que “cree” en lo que “quiere saber”.


Existen prototipos humanos en que se puede aplicar la prueba del algodón por dos ejemplos típicos y casi tópicos… Están esas personas que muestran sus creencias pontificando, con énfasis, en santo dogma, con un punto de violencia catequética, levantando la voz y el gesto. Son los que quieren convencerse a sí mismos convenciendo a los demás. Luego, los que quieren creer y están convencidos de creer querer, los que sus verdades las convierten en inapelables… según los oídos que las óigan, claro.


Y después están los que en realidad “saben”. Son los que dicen lo que saben serenamente, sosegadamente, con tranquilidad, casi con mansedumbre, y se retiran. Se limitan a exponer, no a exigir que se crea… Estas otras personas, en contraposición a las primeras, precisamente porque “saben” no necesitan afirmarse, mucho menos reafirmarse; para ellas no existe ninguna prioridad ni perentoriedad, ni mucho menos catequésis dogmática. Solo hablan si son escuchados, y callan si solo son oídos. Ellos “saben”, y lo demás no importa.


El ”creer”, por estar en medio de los otros dos, actúa como agente doble: uno puede creer querer, por el mero hecho que se tiene la necesidad social de querer creer; pero también uno puede creer saber, pues se tiene la necesidad personal de saber creer… Sin embargo, ambos dos son espejismos que enredan nuestras entendederas para obligarlas a buscar la luz entre las habituales tinieblas del ego. La realidad es que una vez que se “sabe” algo, desaparece la necesidad de justificarlo demostrándolo, y mucho menos discutiéndolo. No merece la pena el esfuerzo baldío de pelearlo. Lo que se “sabe”, se sabe, y punto, no hay más que explicar.


Este servidor de los que me escuchan, me permito una especie de fantasía estableciendo un símil: la primera persona del “querer” la comparo a la del Padre, en la que todo se hizo por su intrínseca voluntad, por su “Fiat”, por su deseo y querencia; la segunda, el “creer”, la asimilo con la del Hijo, es la que creyó en la voluntad del Padre, ergo, “por lo que todo fue hecho”, si bien yo diría: por lo que todo fue posible; y la tercera, el “saber”, sería ese Espíritu (lo del apéndice Santo es un añadido vacuo) que cohesiona ambas potencias – querer y creer – en la síntesis del todo: el “saber”…


Existen religiones más antíguas que la cristiana, luego recauchutada en católica, como por ejemplo el hinduísmo, en que también establecen una trinidad, o Trimürti, o Trideva: el principio creador, o Brahma; el de preservación, o Vishnú; y el de destrucción, o disolución, el de Shiva… Como pueden ver los que quieren ver, es el movimiento de entropía universal; la segunda ley de la termodinámica; el fundamento de la física quántica, y el funcionamiento del Universo… Pura ciencia.


Fué el Concilio de Nicea, allá por el principio del siglo IV, el que estableció el dogma trinitario, si bien que basado en la obligación y no en la explicación. Durante miles de años se ha mantenido una santa ignorancia impuesta por una ciega creencia… De críos se nos contaba aquél sucedido achacado a San Agustín, en que paseando por la playa y dándole vueltas al misterio este, vió a un niño vertiendo agua de la orilla a un hoyo cavado en la arena, “estoy metiendo el mar en este agujero”, le dijo… ante la rotunda negación del santo por tal posibilidad, el crío le soltó: “más imposible es tratar de explicar vuestra Trinidad”, dicen que dijo… Luego se vino a aclarar que aquel zagal era un ángel.


Pero, en física, sí que se puede: cualquier parte de un todo posee la cualidad de ese mismo todo, por lo tanto, el agua del mar que contiene ese hoyo es tan mar como el de dónde salió… Y esto es tan comprensible como incomprensible es el dogma con el que se creó y se lió… Lo que pasa en estas “corrivueltas” es que las religiones se mantienen como tales cultivando la ignorancia, no expandiendo el conocimiento, porque entonces se diluirían en una sabiduría holística que es de todos sin ser de nadie, cosa que en modo alguno les conviene.


Así que yo me he atrevido en éste a mostrar una Trinidad humana y personal que actúa en todos y cada uno de nosotros. Y que nos forma y nos conforma; y que es más nuestra que ninguna otra… sin que desdiga ninguna de las secretas, ocultas y esotéricas con las que se intenta manipular una Verdad que Dios hizo simple y no complicada. Si a estas alturas de la Historia y del cotarro, aún nos empecinamos en mantener la mente cerrada al razonamiento, y es atada al magicismo hechiceril de nuestros montados y no demostrados tótems, seguiremos siendo siervos de los jefes de la tribu…


Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com


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