En mi confinamiento, recibo un mensaje de mi ahijada, Aida. Se interesa por cómo lo llevamos su madrina y yo, y me envía un regalo y una petición en forma de pregunta… Aida es una excelente flautista, que ha llegado a actuar en galas de Miguel Rios, y de la que nos sentimos orgullosos. Opinen ustedes mismos entrando en su perfil:
https://www.facebook.com/Aida-Escudero-Flautista-Organizadora de Eventos-Musicales-1846776518879612/
El obsequio fue su última versión: una interpretación de la banda sonora de Cinema Paradiso, mi película icónica, por cierto… Y la pregunta-petición es si puedo iniciarle en algún libro que la ilustre sobre Pitágoras y su teoría sobre la música de las esferas. Nada menos… Esta ahijada mía siente el vínculo profundo de la música, como lo sentía su padre, pero, total nada: la teoría pitagórica sobre la música de las esferas, es ya demasiado…
…Aunque, en realidad, nada es demasiado. Le contesto que la geometría de la que está hecho el universo y cuanto existe es pura matemática, que la matemática es pura armonía, y que la armonía no deja de ser más que pura música. Los números son solo el lenguaje para entenderla y los distintos niveles de vibración las herramientas para escucharla, sentirla, o incluso verla… Porque esa música (la de las esferas), los que no la escuchamos podemos verla en la naturaleza, en el cosmos, en todo lo creado, o sentirla en la física, en la química, o intuirla si miramos el universo dentro de nuestra mente, y la convertimos en pensamiento.
No se me ocurre otra respuesta en tan poco espacio. Por eso mismo, la música puede crearse y puede interpretarse. Aida interpreta con gran sensibilidad y sentimiento obras ya creadas. Pero existen seres humanos excepcionales, como Bach, Beethoven, Mózart… que la crean. Que son capaces de abstraerse a nuestra realidad, conectar con esas esferas, rescatar una humilde partícula de ese equilibrio armónico universal, y plasmar con ello una sublime sinfonía… No estoy hablando del ruido acompasado y pulsátil logrado por las secuencias cortas y repetitivas de un dispositivo electrónico, sobre lo que se insertan otros “ruidos” vocales y “sacan” una canción. Eso es la imitación de lo tribal. De lo que hablamos es otra cosa muy distinta. El ritmo forma parte de la música, pero no es la música. La música sale de otra cosa, de otros lugares, quizá que de la armonía de otras esferas…
La música es posible que sea transformada desde el polvo de la nebulosas, desde las elipses orbitales, los meteoritos, cometas y planetas, desde las atmósferas y estratosferas, desde las galaxias interestelares, y del universo exterior sea adaptada a nuestra comprensión por nuestro universo interior: células, moléculas, protones, electrones, quantums de energía de los que igual estamos formados, y bailan al son de la música de las esferas, cuando no los amordazamos ni envenenamos con otras cosas… De Hermes Trimegisto es el axioma “como es arriba, es abajo”, y sabido es que la estructura interna de cualquiera de nuestros átomos de los que estamos formados es un universo reducido a tamaño infinitesimal. Nada es ajeno a nada, y todo está en todo…
Se dice que “para la música hay que tener oído”. Nada más cierto sin embargo. Habrá que tenerlo para oírla, pero no es necesario para sentirla. Beethoven era sordo como una tapia, y supo componer lo que oía en su mente y sentía en su interior, que no por las orejas. Una vez ví a una persona, sorda integral, extasiarse tan solo que poniendo las manos sobre la caja de un piano que tocaba un concertista… y luego tararear con todo sentimiento la música que estaba “escuchando” a través de las fibras nerviosas de sus dedos, y que le penetraba por sus músculos y tejidos y le llegaba hasta su propia sangre.
Los que se llaman melómanos aman la música, tienen una cultura musical espléndida, sí, son espíritus refinados musicales, vale, e incluso se emocionan y pueden sentirla en un medio-alto grado, es verdad. Yo no me considero tal, pero también me emociono, y cierro los ojos, y puede que esa emoción que me llega sea sentir la música. No lo sé, que doctores tiene la iglesia… Pero eso no deja de ser una sensibilidad aún de bajo nivel, natural o adquirida, mejor o peor educada. Nosotros somos receptores, consumidores de obras ya concretas y sujetas a interpretaciones. Los que nos las ponen en los oídos son ángeles, y los que las crean de esas esferas son dioses.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día ______ …MISIÓN CUMPLIDA
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