(De El Periódico)
En un lugar muy apropiado para hablar de estas cosas, pero muy desaprovechado para hablar de otras: un tanatorio… por supuesto, tómenlo como una opinión personal, que no como una indicación general (así mismo debe entenderse) por lo de traer y tratar cosas trascendentes y todo eso, una persona muy estimada me dice que debería escribir un artículo sobre la Mente. Naturalmente – noten que este natural igual acaba en “mente” – me dejó un poco con la ídem en blanco. No es normal que alguien te pida una cosa así, y también pongamos lo de “normal” en el saco de los conceptos relativos. Y es que, aparte de la inusual petición, resulta un tema más que difícil, pues aún ningún estudio, ciencia ni disciplina han llegado a ponerse de acuerdo en lo que es la mente y en cómo funciona (salvo un poco S. Freud).
Y esto es así de complejo por algo muy sencillo: porque la mente no es ningún órgano físico al que se le pueda medir, ni analizar, ni sopesar ni promediar, en modo alguno. Y punto pelota… La mente es una capacidad, si acaso, una esencia en potencia, y encima parece solo darse en el ser humano – y digo, parece – al menos en su más clara manifestación. La cuestión de por qué esto es así, se desliza hacia el terreno de las filosofías, las religiones y las creencias. Ni siquiera la neurociencia del psiquismo y sus especialistas pueden elucubrar más allá de las teorías… Si acaso, las filosofías orientales, como el zen, budismo, etc. parecen acercarse un poco a la cosa, pues trabajan y practican esa disciplina en un mayor grado que las otras, pero nada más.
Así que este “probe” y muy humilde servidor poco puede añadir a lo ya sabido, por parte de otros terceros, claro…Lo que sí que me atrevo a incorporar a lo leído y aprendido de la física quántica, que, al menos en apariencia y dentro de lo que cabe y sabe, es que da la razón a lo desarrollado por Gauthama Buda. Esto es: la realidad de la irrealidad demostrada por esa física, junto a la irrealidad de la realidad siempre expuesta por las filosofías y disciplinas orientales, están en el mismo caso y forman una sola cosa.
Y todo esto lo vienen a corroborar, dentro de una muy amplia gama, todos los que se dan a la meditación, que son multitud, y de lo que pueden hablar mejor que yo, ya que este tuercebotas que soy lo he probado más de una, de dos, tres y cuatro veces, y en media docena, y una entera, de ocasiones, sin conseguir una pajolera aproximación a los resultados. Lo de dejar fluir los pensamientos por la mente hasta conseguir que se me vaya el santo al cielo y se me ponga el organismo relajado como una pasa, no hay manera ni forma alguna…
Por lo tanto y por lo tonto, éste suyo servidor que lo soy, he obtenido mi escaso conocimiento del estudio, que no de la práctica. Si esto le vale al que me preguntó, pues cojonudo, oye… y si no, es posible que, en su propia experiencia meditativa, si lo logra, obtenga la explicación que busca. Y, aún y así, muchas veces el resultado es vivencial y no intelectual.
Pero sí que puedo decirles que la mente es la madre y alimentadora del Ego, una fabuladora, engañosa y embustera como ella sola… Fíjense tan solo que el vocablo “mentira” proviene de “mente”. La mente es una gran fantasiosa, una diestra embaucadora y una maestra especuladora… Especular, por cierto, viene del latín “espéculo”, o sea, espejo. La mente es una suerte de espejo que llevamos dentro de nosotros, y ante el que construimos nuestra propia realidad. Y como la mente, que vive como reflejo del ser humano, tiene la astucia del demonio, nos presenta siempre lo que nosotros queremos ver, hacer, creer o desear. Así se asegura a sí misma su propia existencia: dejando al hombre fabricarse su propia i-realidad, sin que ni siquiera éste sea consciente de ello.
Por eso los orientales llaman “Maya” a la existencia, esto es, “ilusión”, autoengaño, y los físicos quánticos empiezan a vislumbrar, y alumbrar, la relatividad de todo (ya Einstein lo hizo), si bien, hace más de un siglo, la segunda ley de la termodinámica, ya decía que la energía se transforma continuamente, y de ahí la ley de la entropía universal, que demuestra que cuánto ha sido “creado”, o “aparecido”, tómelo usted como quiera y por donde quiera, cambia, o es cambiado, o lo cambiamos, y todo es circunstancial. Ahora viene usted, lo pinta de colorao y le ata un lazo verde en el rabo, a ver qué pasa.
A mí, lo que me queda un tanto suelto, es el motivo del porqué de la existencia de una mente así de trilera y tramposa. Todo ha de tener su “pour quoi”, ¿no?.. Y se me viene a esa misma mente el “náhualt” de los indios mexicas, o el jodido “engañador” inventado por la religión, el diablo del demonio; y lo de “habrás de trabajártelo con el sudor de tú frente, tío” si quieres aprender a no engañarte tú mismo, peazo gilipollas… Y que nada se nos dará gratis y resuelto si queremos participar del conocimiento y regir este puñetero mundo…
Y es que a lo mejor, o a lo peor, los tiros van por ahí, y nosotros aún queremos creer que son cohetes. “La vida es una m…”, decimos, y le echamos la culpa al espejo donde se nos anima a reflejarnos, pero aún no nos hemos dado cuenta que ese espejo-espejito-mágico no puede devolvernos otra imagen que la que nosotros mismos le reflejamos. Al fín y al cabo es su misión. “Quién bien nos quiera nos hará llorar”… lágrimas de sangre.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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