Nunca jamás tres letras solas pudieron decir tanto. Piénsenlo despacio. Una palabra tan corta, tan breve y diminuta, y que, sin embargo, de ella pueda nacer tal plenitud de significado. El concepto luz es infinitamente mayor que el escaso vocablo que lo encierra. La propia bombilla es un símbolo la mar de adecuado, pues de un pequeño objeto se desprende una claridad que puede iluminar un espacio superior a miles de veces su escueto volumen, y encima escapar por las ventanas y salir al exterior… Aún llevando el simbolismo de su significado más allá, a mí me recuerda el Big-Bang, de Hawkings, la explosión primordial del átomo primario, cuya expansión dio origen a todos los universos…
La más bella expresión que puede asociarse a tan rotunda expresión es, sin duda alguna, la de “dar a luz”, elevándola a la categoría creadora de vida. Y no va descaminada, puesto que la vida de todo lo conocido radica, no en la estrella sol, si no en la luz del sol, que pone en marcha y alimenta la maquinaria de toda existencia. No es raro que la apliquemos a expresiones tan vulgares y domésticas como encender o apagar la luz, o incluso a la temida y odiada factura de la luz… Y es que la luz, en realidad, lo es todo.
Hace cientos de años, cuando yo fui crío, que la luz pasaba, opaca, frágil, temblorosa y mortecina (lo opuesto a hoy) a través de una especie de cuerdas trenzadas, asociadas a un interruptor mágico de media vuelta que producía el milagro, y el cobrador que cada mes pasaba a cobrar el lujo de la luz, era como el temido correo de Prometeo, que todo el mundo sabía que nadie quería perder el don de la luz, por mucho que costara… Y aunque, años después, esa energía empezaba a mover máquinas e industrias, aún con inevitables recortes – eran más bien cortes – que incluso duraban días enteros, nunca, jamás, se le llamó con toda propiedad, la factura de la electricidad, sino que ha seguido siendo, hasta hoy mismo, la factura de la luz… Y no la factura de la temible luz, pues la luz nunca será temible ni terrible, si no la terrible y temible factura de la luz, pues es la factura a la que hay que temer, no a la luz, que además la naturaleza la da gratis a los ladrones que nos la venden y nos la cobran con alevosía…
Es que la luz, ese bien tan apreciado pero no justipreciado, y hoy tan de primera necesidad, es el objeto de uso y abuso por parte de sus explotadores, de sus administradores, y hasta de sus inspectores y controladores, llamemos Estado a este último, inclusive… Todos los políticos que aspiran a gobierno, todos, incumplen clamorosamente sus promesas electivas en cuanto a que van a poner coto a tan sublime latrocinio. Pero todos mienten, puesto que ninguno tiene la voluntad firme de enfrentarse a la mafia energética. Más bien, al contrario, están muy dispuestos a apuntarse a las puertas giratorias de esas empresas, y a ser regalados con alguna asesoría de excelente pagantía…
Y ya no es solo que permitan (y participen) de sus bárbaras sangrías a los hogares, sino que incluso tienen la desfachatez de sobrecargarla de impuestos… Ayer era una ingenua bombilla de filamentos y 125 w. la que esperaba el maná para convertirse en alimento milagroso de las familias. Hoy ya no. Hoy son industrias enteras, calefacciones, comunicaciones, transportes, electrodomésticos, alumbrado público, y hasta algún que otro sofisticado elemento de tortura, como por ejemplo, la televisión… Y lo que maravilla, es que seguimos llamándola “la luz”. Tan simple como su propia palabra, tan grandiosa como su propia simplicidad…
Ya digo, esa palabrica tiene un prestigio como pocas, muy pocas, lo tienen. Todos tenemos una luz interior que se refleja en nuestros ojos durante todos y cada uno de los días de nuestras existencias, hasta el momento en que alguien nos cierra piadosamente esas ventanas del alma. Tanto prestigio e importancia tiene, que conserva su pureza original a pesar de toda la mierda económica que los carroñeros del sistema le echan encima para que el deseo y el odio de sus consumidores vayan parejos… Con la energía, puede; con la electricidad, a lo mejor; pero con la luz, no. La luz siempre será la luz…
Tanto que, a pesar de toda la desesperanza con que sus secuestradores nos saquean; a pesar de la opacidad de sus propósitos; a pesar del chantaje de su sistema de distribución; a pesar del abuso de sus procedimientos; y a pesar de la oscuridad en la que nos envuelven, hagan lo que hagan, al final de todo túnel siempre hay una luz que nos espera…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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