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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

LA GRAN VERGÜENZA


Nunca antes de ahora los ciudadanos habían prestado mayor atención a la ciencia. Jamás se habían interesado por sus avances o por sus carencias, ni por los recortes sistemáticos de nuestros gobiernos a la investigación, mientras la ciudadanía tuviera su apesebrada ración de pienso asegurada. Hoy ha cambiado un tanto esa perspectiva… naturalmente, por la cuenta que nos tiene. Todos estamos pendientes del advenimiento de esa vacuna que ha de liberarnos del horror del virus y de soportar la necia incapacidad de nuestros políticos…


Quizá por eso mismo, me he alegrado tanto de ese Manifiesto que 170.000 profesionales de la Sanidad y 55 corporaciones médicas y científicas han publicado a doble página en los principales periódicos nacionales, donde, encabezado en letras gordas y sonoras, se puede leer, dirigidas al gobierno central y a los reyezuelos taifeños, la frase lapidaria de USTEDES MANDAN, PERO NO SABEN, que ilustra, con meridiana claridad, su nefasta gestión de este grave problema que nos afecta a todos, y conecta con el desencanto de la gente y la repulsa de la sociedad entera… Y luego desgrana 10 puntos tan obvios y certeros como lógicos y de sentido común (EP-4/10). Al final, ellos son los profesionales, los otros son los de los despropósitos.


Por una vez, las batas blancas se alinean con la calle contra unos oportunistas trileros que han convertido el parlamento en una fosa séptica que es la vergüenza nacional… La absurda tramoya de aplausos balconeros fue para tapar la ignominia de negarles el pan y la sal, los medios y las defensas, para combatir una pandemia políticamente mal gestionada, convirtiéndolos de retruque en responsables y víctimas a la vez, señalándolos como objetivo a la opinión pública. Esa burda trampa, como digo, ya no les funciona. El personal está harto de verlos echarse mierda entre ellos solo para sacar su rastrero botín político de entre su propia carroña, mientras la pandemia crece en infectados, se lleva por delante decenas de miles de muertos, y arruina la economía de este país a costa, como siempre, de los más débiles.


¿Qué son palabras muy duras, cree usted?.. puede ser, pero más duro es soportar el ruin espectáculo y la bazofia de unos políticos que utilizan el drama público para navajearse y trepar usando el cadáver del oponente, en vez de olvidar diferencias y trabajar hombro con hombro en favor de quiénes les pagan sus inmerecidos sueldos… Lo que estamos viendo y aguantando es como para que nadie, pero nadie, justifique a “los suyos” con lo de “los otros más”, a fin de no seguir el juego a una ralea política que se ha descalificado en su conjunto ella sola. Su comportamiento es del todo injustificable.


Los científicos, médicos e investigadores no lo han podido decir más alto y claro. En los medios impresos y en los columnistas de opinión es ya un clamor y una rara unanimidad. Y el ciudadanaje… a veces pienso que el ciudadanaje somos los que menos nos damos cuenta de lo que está pasando. Seguimos justificando y defendiendo unas siglas, una ideología usada e impostada por okupas miméticos, y vividores de un cuento que ya no existe más que en el discurso de esos asaltaleras. Tan es así, que se pone de manifiesto en lo único que están todos de acuerdo: en sus sueldos y en sus privilegios. En eso cierran filas unos con otros. Ojalá lo hicieran del mismo modo por el interés y la vida de sus conciudadanos…


Destaco junto a esto, declaraciones de jubilados en el mismo periódico. Los utilizados en esta guerra, pero grandes olvidados; los usados, pero ninguneados; los que, después de toda una existencia más bien dura, están pagando el pato que se disputan estos buitres: “Si no nos mata el virus, lo hará la tristeza”, dice uno; y alega otra: “Nos están amargando el final de nuestras vidas”… Tristeza, amargura, y yo voy a añadir una tercera cosa: Vergüenza…


Es lo que yo siento. Un enorme desconsuelo, una gran decepción, una profunda vergüenza… Cuando los de mi generación luchamos por el advenimiento de la democracia, ninguno de nosotros pudimos llegar a imaginar que pudiera ser parasitada por semejantes políticos… Por otro lado, pienso, es el fruto que entre todos somos capaces de dar, y entonces, me pregunto, ¿qué hemos hecho mal?, ¿qué nos ha pasado?.. Y me deprimo aún más.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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