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…Como nos decían, y como decíamos, y repetíamos, cuando yo era un zagal – allá por el cuaternario – cada vez que nos venian las cosas mal dadas, que, en aquella época postguérrica, era casi siempre… Una tormenta mal trazada, una lluvia mal dada, un levante mal traído, una carestía (de caro y/o de carencia) mal llegada, una torcida terciada, sin un mal plan social ni una protección civil que llevarse al consuelo, o por cualquier otra calamidad que, en aquellos tiempos, eran más corrientes de lo que podría parecer, ya que contábamos con poco pan y cero libertad… “La fín der Mundo”, sonaba entre las viejas y los avisados que nos querían advertir y meternos los pavos a la sombra.. Y con una catequésis constante e imperante, e ignorante, que se encargaba de hacernos imaginar ángeles trompeteados con espadas por todas partes.
Hoy, “La Fín del Mundo” se le conoce por una acepción, aún más antígua, pero que hemos actualizado al lenguaje moderno: Apocalípsis… Desde que los romanos largaron a Patmos a Juan (miren que prefirieron quitárselo de la vista a quitarle la vida) por si las moscas les llegaba alguna maldición del profeta, hasta hoy, han pasado más de dos mil años, pero la amenaza que supone el nombrecico se ha ido actualizando siglo a siglo, década a década, hasta llegar a nuestros días… Y lo seguimos asociando a catástrofe, si bien que con un par de salvedades específicas: que puede que no sea el fín total y la destrucción absoluta; y que quizá ya no sea castigo de Dios alguno, ya que nos castigamos nosotros mismos, sin más intermediarios entre nosotros y nuestra propia estupidez.
En realidad, Apocalípsis viene del griego Apo y Calípsis, que quiere decir: re-velar, des-velar, des-cubrir, o si lo prefieron ustedes, anunciar… Si bien aquí el amigo Juan reserva los anuncios previos a los ángeles, y tampoco nosotros vamos ahora a quitarle el trabajo a sus potestades. Así que nos quedamos con su significado original de revelación y descubrimiento. Lo demás es un mero ejercicio de interpretación de los textos, y no cabe ninguna duda que, por lo arcáico de los mismos, pueden haber cientos de ellas, incluso cada cual fabricársela con arreglo a sus intereses. Pero lo cierto, si hemos de ser sinceros con nosotros mismos, es que ninguna de ellas nos va a resultar bonica… Ya se encargó el buen profeta de que el Apocalípsis nos sonara a trompeta, por ponerlo en pareado que resulte más del agrado. Pero no… La Fín del Mundo es, literalmente, el final de todas las cosas creadas, y el Apocalípsis es una develación, un anuncio, nada más… Pero oye, acho, tío (se me dirá) que a lo peor es la revelación de un fín del mundo, ¿no?.. ¿o a caso no pué ser?.. Pues poder ser, claro que puede ser.
Existe una manera de ver si nos estamos acercando, si no al fín de todas las cosas, sí que al fín de muchas cosas, y es frecuentar menos el botellón, la fiesta, el consumismo, el atontamiento y la huída hacia adelante, y acercarse más a los periódicos, a las noticias, y a los telediarios (con precaución, claro)… Ya, ya sé que hay que ser un poco masocas para eso, pero es la diferencia entre el desbocamiento y el enfrentamiento con la realidad. Y aquí, cada cual escoja como la pantoja. Pero puede elegir cualquier cabecera de cualquier periódico, o asomarse a su interior: quitando el opio de los deportes y los ecos de suciedad… perdón, quiero decir sociedad, lo que resta es guerra, carencias y carestías, populismo devastador, crisis energética que no armamentística, amenaza nuclear, y un punto crítico de cambio climático que es la salsa que envuelve todo el potaje, y que amenaza con saltarlo todo por los aires… Si nos bajamos a España, pues ya ven nuestra realidad: No hay trabajo – al menos, digno – no hay cosechas, no hay agua, no hay seguridad, no hay contención de los precios, no hay vergüenza en nuestros políticos ni dignidad en nuestros dirigentes…
Y una cosa es que se maquillen y se les inyecten, cada vez más, una dósis mayor de demagogia a las noticias, que sí, que es verdad, pero vienen dadas por ellos precisamente; y otra que las secuestren como en aquel Faranheit-451. Ya nos encargamos de lograrlo por nosotros mismos en nuestras menguadas conciencias, o lo que sea que tengamos, para no ver lo que no queremos ver, y seguir por la senda hedonista que nos lleva a… lo que nos lleve. No hace falta censura donde, cada vez más, solo hay pensamiento único. No es necesario que nos molestemos en tapar lo que no queremos ver.
Es que, la otra cara de la moneda con la que nos vendemos a nosotros mismos, es la de hacer, en última instancia, responsables de todo el cataclismo a la clase política exclusivamente, que, aunque sea verdad, no es menos verdad que es el reflejo directo y nefasto de nosotros mismos… La diferencia estriba en que ellos enmascaran la realidad por interés, y nosotros lo hacemos por cobardía. O por burricie. O por ignorancia. Queramos o no queramos reconocerlo. Preferimos adocenarnos y aborregarnos con el poco pan y mucho circo que nos ponen en la escudilla junto a las cuatro mentiras manipuladas, que, por otro lado, tampoco se molestan en ocultar mucho. Entre otras cosas, por que cada vez pueden hacerlo menos y peor, la verdad… Y esto es lo que hay.
Piensen detenidamente y despacio esta frase de Voltaire: “La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria”… Y ahora, pregúntense ustedes por qué todos los sistemas educativos paridos por esas personas sin principios van encaminados a borrar la memoria de esos hombres que somos nosotros, y la de nuestros hijos, y la de nuestros nietos… Puede que aquí mismo encuentren la respuesta… Si así no fuera, entonces es que somos más tontos de lo que parecemos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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