(de Poematrix)
“Tú crees que eres lo que los demás te dicen que eres. El presunto éxito reside en la cantidad o en la calidad de quiénes te lo dicen”… Esta cita que entrecomillo no es nadie conocido, y me van a perdonar que no diga su nombre, pues les va a dar igual. Prefiero que cada cual piense lo que considere conveniente. Aquí no importa el lustre o perifollo del personaje, sino lo cierto o falso de su afirmación. Por eso quiero que nos centremos en el axioma sin dejarnos llevar por la entidad que lo firma.
Los seres humanos estamos habitados por una dimensión a la que conocemos por “mente”, pero sin conocerla realmente. Sin embargo, esa mente sí que nos conoce a nosotros como si nos hubiera parido. De hecho, la mente nos ha formado, o deformado, desde que adquirimos conocimiento de nosotros mismos… Nuestra obligación original era que el hombre (como género, no como sexo) se hiciese con ella para servirse de ella. Sin embargo, apenas si utilizamos un 10% de la misma, por lo que es la mente la que nos utiliza a nosotros en el 90% del resto. El sistema es sencillo, y casi infalible: se limita a hacernos ver lo que queremos ver; hacernos creer lo que queremos creer; hacernos sentir lo que queremos sentir… La estrategia mental se establece a través del ser humano como género al mismo tiempo que como individuo. Actúa a través de todos y cada uno de nosotros, tanto en conjunto – sociedad – como de persona a persona.
Y aquí es donde encaja lo cierto, o lo falso, de la cita con que abro el presente. El pasado del ser humano es gregario, y conserva el espíritu de colmena. Necesitamos la opinión de los demás para anclarnos en nosotros mismos, porque es más cómodo que elaborar una pauta propia. La técnica usada por Göebbels, el ministro de propaganda nazi, de “repite una mentira y la convertirás en verdad” la han utilizado desde tiempo inmemorial todas las naciones, corporaciones, iglesias y confesiones del mundo. Aquí está la cantidad. O si los que lo dicen son aquellos a los que creemos por encima de nosotros, funciona igual. Aquí está la calidad.
Ellos inventan la falsa realidad, y nosotros, al creerla, la re-creamos y la hacemos nuestra… Ellos son los que nos construyen nuestros sistemas de valores; los que dictan nuestros deseos; los que modelan nuestras conciencias; los que dan al dinero el valor que no tiene; los que inventan nuestros pecados; los que establecen nuestras creencias; los que legislan nuestras normas; los que tuercen nuestra ética; los que manipulan nuestra falsa moral; los que mandan en nuestros pensamientos… Ellos viven de todos nosotros esclavizándonos a una realidad embustera que les hemos construido desde nuestras ignorantes existencias.
Nuestro mundo no es de este mundo, pero está en este mundo, al menos mientras nosotros también estemos en él… Existe un “constructo” que aquel nazareno hacía refiriéndose a Él mismo y hacerlo extensivo a sus seguidores. No se trata, en términos místicos, de bajar el cielo a la tierra, sino de subir la tierra al cielo. En verdad, el nivel mental de la gente actual está bajando, mientras el nivel vibracional del planeta está subiendo. Obedece a un plan preestablecido, y consecuente al libre albedrío humano. El cocido, pues, está servido.
Si ahora, a estas alturas del cotarro, tenemos un mundo que es una chapuza, no podemos, ni debemos, echarle la culpa a ningún dios, inventado o no, ni tampoco al que nos inventó a nosotros. Esos dioses no tienen ninguna responsabilidad en el manejo de un mundo para el que se nos concedió pleno carnet de conducirlo. Faltaría más. Lo dije hace un par de días: el quid of the question reside en que el grueso de la humanidad ha creído siempre, y se ha entregado a sí misma, a ser ordeñada por sus amos oligarcas y sumos sacerdotes… y éstos, a través de nuestras mentes, nos han hecho creer lo que a ellos les convenía, para así, ser explotados y dominados por sus clases, a través de sus pagados chacales, casi siempre los políticos, con sus inventadas tradiciones a cuestas.
Desde el Becerro de Oro acá siempre ha sido un más de lo mismo.. Y hemos rehusado complacientemente a nuestro cerebro, y lo hemos entregado en colonización a cambio de un plato de lentejas y un puñado de lentejuelas. Mal que nos pese, lo creamos o no…
Las religiones nos cambian magias y trucos por normas y dogmas, y los gobiernos nos fabrican patrias en nombre de las que matar o que nos maten, cuando dejan de exprimirnos. Le he leído a un muy alto economista que “las personas son dígitos financieros, y la gente es un mercado”. Por supuesto, no es lo que somos, pero es en lo que nos han convertido con nuestra entregada voluntad… Somos puntos, ni siquiera entes, productivos, para las oligarquías económicas que nos manejan, y lo que es peor, aceptamos como verdades intrínsecas todo lo que nos dicen y dictan, y, al aceptarlas, las convertimos en nuestra realidad. Repito lo del comienzo, para ver si la verdad puede abrirse paso por sí sola, por su propio valor, si es que sabemos reconocérselo, claro…
El producto que más les hemos “comprado” es la creencia de nuestro derecho al pan y circo; y el que mejor nos han “vendido” es el miedo. A través del miedo nos controlan… y nos descontrolan; nos hacen ir por aquí o por allá; querer esto o lo otro; plantearnos nuestra vida planeada por otros. Nos acotan y agotan la existencia por un caramelo que lanzan de vez en cuando, y se cuidan mucho de mantenernos en la más absoluta oscuridad e ignorancia…
Guerras, crisis, epidemias, carestías… “Nunca faltará una calamidad a tiempo en la mesa de la burguesía trabajadora, pues es lo que la mantiene como zángano que piensa a través de su reina”. Y, como al principio también, tampoco diré de quién es, o de dónde procede, este último axioma, pero si aún les quedan sesos y redaños para pensar por sí mismos, verán que es lo que más se parece a la realidad que nos hemos fabricado.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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