En la vida, en la naturaleza, las soluciones suelen aparecer antes que aparentemente se necesiten. Es como en los primitivos hábitats rurales, donde antes que el lugareño padeciese el cólico nefrítico, las plantas “rompepiedras” aparecían en su entorno. Es la economía – o la mecánica – de la creación – o de la evolución – aunque nos pueda parecer extraño. Cuando Newton descubrió, por ejemplo, la fórmula de la gravitación universal, era estrictamente inútil su principio, sin embargo, una vez aplicada al conocimiento científico posterior, terminó de cambiar el mundo para siempre… El interés de Maxwell, como otro ejemplo, se centraba en su comprensión de la fuerza electromagnética mucho más que en iluminar casas, plazas y calles, o mover máquinas, pero hoy es el principal afluente de la energía eléctrica…
A las inconcebibles teorías de Bohr y de Einstein en su tiempo, se les dio la bienvenida en una comunidad científica aún “in albis” de su posible aplicación práctica, y hoy ya, sin embargo, no solo rigen el comportamiento de la materia, que ya la regía, sino también la de las comunicaciones, nuestro funcionamiento informático, la investigación interestelar, etc… Otra: en el más reciente pasado, Crick, Watson y Franklin, descubridores de la doble hélice del ADN, la vieron como un hallazgo estimable en el estudio de la biología, pero no en la aplicación de la medicina, en el avance de la genética, que es, en definitiva, lo que en realidad está ocurriendo…
Tanto, que la investigación en embriones sobre las posibilidades de las llamadas “células madre”, aparte los inmensos campos regenerativos en órganos y tejidos dañados, en la actualidad resultan de enorme importancia para dar con una vacuna efectiva contra el coronavirus, por ejemplo… El Cóvid-19 no solo ataca las vías respiratorias y los pulmones, sino también el hígado, los riñones y los vasos sanguíneos son masacrados por el virus. La técnica, aún en estudio, de la restauración genómica, puede ser vital para combatir los efectos destructivos del jodido bicho… Y estos pasos de la ciencia, del descubrimiento antes de la aplicación, han sido siempre así, y en consecuencia, desde que el mundo es mundo. Y que los responsables políticos de un país no vean la importante prioridad de invertir en investigación, lo único que demuestra es la ceguera, la subcultura y el atraso en que en tales materias se desenvuelve ese mismo país.
Y esto, en España, se nota muy particularmente, ya que las fuerzas oscuras y tridentinas de aquel Fernando VII de triste lastre, aún sobreviven en nuestra sociedad actual. Es el peso de la Historia, aún contra los que opinan que no existe la historia. Para lo bueno y para lo malo. Lo mismo un Severo Ochoa nos levanta que un maldeseado Fernando VII nos hunde… Y eso forma parte de nuestra genética social, mal que nos pese, aunque, como en dictatoriales épocas pasadas, queramos vestir de orgullo lo que solo es vergüenza.
Aquí tenemos mismamente a obispos oponiéndose a salvar vidas, lanzando obtusos anatemas contra la investigación sobre células-madre, “porque se hacen bajo asesinatos de bebés” (manipulación maliciosa y engañosa de la verdad), y a capitostes de católicas universidades proclamando que esta pandemia es un castigo de Dios, porque seguimos el camino del Demonio… otra vez el diablo en danza. Este par de recientes ejemplos nos da la medida de cuanto arcaico y retrógrado aún tiene cabida en destacados miembros sociales y ante la ciudadanía. Si algo hay de satánico, está precisamente en esas fuerzas de oscura y lúgubre motivaciones.
Se me dirá que “amoshombre, si son un par de chalaos”… No. No son ningunos ignorantes. Saben lo que dicen y por qué lo hacen, pues persiguen intereses de poder y el sometimiento a través de la ignorancia de la gente. Y saben que sus embustes amedrentan aún a muchas personas que todavía los tiene a la derecha de Dios-Padre, y que aún creen, o bien en lo que no saben (es más fácil y cómodo el dogma que la búsqueda), o bien en lo que les interesa… Y, en realidad, no nos engañemos, hay muchos, muchísimos más de los que nos podemos imaginar, de “buenos ciudadanos” que los siguen y creen sus burdas necedades a pie juntillas. Son millones las mentes captadas y capadas que no han sabido, o podido o querido, liberarse de sus propias cadenas.
Demos gracias a Dios, que, como decía al principio, la naturaleza va a su paso y según su orden (a pesar de nuestra voluntad decidida en destruirla), y que la ciencia ya no es esclava del dogma, a pesar de los gritos de los locos iluminados, y de que cada vez parece haber más seres humanos – lentamente, poco a poco – que deciden buscar y pensar por su cuenta. Gente que ya no cree en sacamantecas ni en los demonios del oscurantismo inyectado de nuestra infancia. Gente que empieza a usar la cabeza donde antes solo le habían enseñado a utilizar las tripas…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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