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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

IGLESIA



EN varios artículos anteriores salpicados, y porque venía a cuento, he comentado el hecho (a mi entender, naturalmente) de que Jesucristo no dejó instituída Iglesia alguna, como tampoco en la figura de San Pedro, dicho sea de paso. Primero, porque ecclesia no existía en arameo, ni siquiera como concepto, puesto que la palabra es griega (significa reunión), y aquellos seguidores no conocían, ni hablaban, griego, solo arameo. Y segundo, porque el divino nazareno basó su lógica en la respuesta a Simón de que Él era el Hijo de Dios; instituyendo la fé en la creencia personal de Simón, no en la figura de Simón sobre ningún organigrama (otra es que Petrus es un nombre romano, no judío, y el relato está cogido por los pelos, ya que Pedro significa piedra)… La contestación lógica muy bien hubiera podido ser: “…pues sobre esa creencia tuya edificarás tu fé”.

Bueno… pues a esos escritos tuve cierta cantidad de alegatos, que se pueden clasificar en tres grupos: uno, animándome a seguir profundizando en el tema; otro, un tanto mosqueados, que me plantean docenas de preguntas a las que dar respuesta; y un tercero, el más numeroso, que me pone como hoja de perejil, sin medias tintas. Bien… Yo les agradezco a todos, desde el que me anima hasta al que me pone a caldo, sin distinción, por el interés prestado y por tomarse la molestia de escribirme una nota… Y creo que de todos soy deudor de una, digamos que… explicación, a partir de la cual, cada cual forme su propia opinión. Tan solo voy a poner de testigo a la Historia. Únicamente voy a basarme, pues, en datos exclusivamente históricos…

Lo primero que se observa es que ni los Evangelios de Lucas, ni de Marcos, ni de Juan, aparece la palabra “iglesia” por ninguna parte. Solo en el último y más tardío, el de Mateo, cien años después de Cristo, aparece la definición, y relacionándola con la fe de Pedro, no sobre la persona de Pedro. Ya se sabe que el primer cristianismo fue conocido como grupos dispersos de seguidores cristianos, y lo de la estructura de Iglesia Cristiana fue creada por S. Pablo, y fue la interpretación posterior de esa tal Iglesia la que justificó – mejor, se autojustificó – en la sucesión del apóstol Pedro. Pero Jesús habló de la venida del Reino de Dios, no de Iglesia alguna… Incluso en sus primeros tiempos, la “casta méretrix”, como se le conocía, también decía: “el Reino quedará, la Iglesia desaparecerá”, en clara alusión a lo realmente importante del mensaje de Cristo… Pero, vayamos a los hechos:

La Iglesia de Pedro asumió la función de poder a partir del 325, con el emperador Constantino, y fue oficialmente instaurada como institución político-religiosa en el 392, cuando Teodosio el Grande impuso el cristianismo como religión forzosa y oficial del imperio… Con Justiniano, ya en el 529, una vez unidos oriente y occidente, el emperador, a través del Código Justiniano, el cristianismo pasó a ser obligatorio para todos. El resto de religiones fueron prohibidas, atacadas y/o eliminadas. Los antiguos mártires persiguieron y martirizaron a sus antiguos perseguidores, y los antiguos perseguidores se convirtieron en los nuevos mártires… Se constituye así por la fuerza el poder sagrado del cristianismo, ¿o ya deberíamos llamarlo catolicismo?..

Después, ya en 1.075, el papa Gregorio VII, en su decreto Dictatus Papae, se autoproclamó señor absoluto de la Iglesia y del mundo secular, sometiendo a reyes y emperadores, que eran puestos y depuestos a voluntad del pontífice y en el nombre de Cristo… Más tarde, en 1.302, Bonifacio VIII radicalizará aún más el poder terrenal y mundano del papado. Proclama la bula Una Sanctam, declara la supremacía sobre príncipes y reyes, y la extiende “sobre todas las criaturas”… Aún sigue siendo el representante de Pedro. Ya Inocencio III, el más poderoso de la historia, pues tenía sometida a toda Europa y toda Rusia, se presentó a sí mismo, dejando a Pedro a un lado, como representante de Cristo, directamente… Pero fue su sucesor, Inocencio IV, quién se quitó de en medio cualquier intermediario, autoproclamándose “representante de Dios y señor universal de toda la Tierra”…

Los que partieron esa herencia terrenal fueron los papas posteriores, Nicolás V (1397-1455) para Portugal, con la bula Romanvs Pontifex, y Alejandro VI (1431-1503) para los Reyes de España, con la bula Ínter Caetera… Por el Tratado de Tordesillas dividieron el nuevo mundo entre Portugal y España con sometimiento, claro está, a la Santa Sede.

Faltaba la guinda, así que prácticamente ayer mismo, en 1.870, en el Concilio Vaticano I, Pío IX vá y proclama, sin cortarse un pelo, la infalibilidad papal… En ese concili-ábulo, el papa se atribuye el poder absoluto, mediante el Cánon 331, “ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal”, atributos que, en realidad, solo pueden ser ostentados por Dios… Pero, por si algo faltaba, en el más reciente año 2.000, con el documento doctrinal Dóminus Iesus, el entonces cardenal Rätzinger y posterior papa Benedicto XVI, presenta a la Iglesia como “portadora exclusiva de los medios de salvación” hasta el punto de repetir la fórmula medieval de que “fuera de la Iglesia no existe la salvación”, sin ningún recato, ni humildad, ni vergüenza alguna tampoco…

En el pasaje de las Tentaciones de Jesús, aparecen las tres formas básicas de poder mundano: el profético (transformar las piedras en pan); el sacerdotal (tírate del templo, y los ángeles te salvarán); y el político (la oferta de todos los reinos del mundo). Son los poderes que dominan a los pueblos con sumisión universal (significado de católico)… La Iglesia, como vemos, ha sucumbido a esas tres tentaciones. Es más, las ha utilizado, ha usado de sus prerrogativas, ha acumulado sus riquezas y ha abusado de su poder ad límitum durante toda su historia. Y aún no advierto que se haya arrepentido de ello.

Podría seguir ampliando datos, pero el tiempo y el espacio me lo impiden. Es cierto que la Iglesia encierra la verdad de la Venida del Reino, incluso su carisma, si quieren. Pero no es menos cierto que es la que más obstáculos ha puesto para que ese Reino se haga realidad. La religión es un traje para el hombre, pero hay que ajustar el traje al hombre, no el hombre al traje… A las pruebas, y a la Historia, me remito.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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