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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

HACIENDA SEMOS TÓS...




Dentro de mis cuarentytantos años de vida profesional, como jodido y puñetero autónomo, solo una vez fuÍ inspeccionado in profundis por Hacienda. Y fueron, los meses que duró aquello, peores que un dolor de muelas, hasta robarme el jodido sueño… El inspector de turno se basaba, maldito sea su estampa, en un supuesto sin pruebas tangibles: si lleva una serie de años con el negocio en alza, ¿cómo es posible que existan un par de ellos con declaraciones a la baja, según lo considerado en Vd.?, ese era su planteamiento. Simplemente, hubo dos años malos, era mi contestación… Pero sin existencia de pruebas objetivas concretas con las que se me pudiera probar nada. Mi asesor fiscal, tras un montón de semanas lidiando con la Inspección, y la Inspección haciéndome la vida imposible, exigiéndome papeles y documentos inverosímiles, hasta el punto de amargarme la vida y no dejarme hacer mi trabajo, negoció – o chantajeó – o lo que fuere aquello: si usted no quiere que sigamos así ad eternum (dijo el de Hacienda) fijemos una cantidad que pueda pagar y finiquitamos el tormento malayo al que le estamos sometiendo.

Este procedimiento que se llevó conmigo es el normal y natural en todas las empresas, pymes, profesionales liberales, y gentes de este país, pequeños y grandes, evasores o enmendadores, y se está haciendo todos los días. A veces, existen reclamaciones probadas y concretas, y otras solo estimaciones más o menos lógicas y fundadas, o infundadas… Aquí he de hacer el inciso personal – para aclarar – que jamás fui tan feliz y despreocupado que el tiempo en que dependí de una escueta nómina. Dicho esto, prosigo: este mismo proceso, si bien que asumiendo las enormes diferencias de importancia, calidad, medios y paciencia, es el que también se sigue con las grandes empresas, multinacionales, ídolos mediáticos como futbolistas, artistas, políticos y demás ganadería fina, solo que éstos, al ser más poderosos que el general del morral, pueden pagarse toda una artillería de asesores, abogados y conseguidores que pueden alargar el proceso durante años, a ver quién se cansa antes… Pero el final siempre es el mismo: echarse un pulso, la negociación entre las partes buscando un acuerdo que satisfaga a Ntra. Sra. de la Hacienda Pública.

Y suelto toda esta reparandoria, porque, lo reconozcamos o no, nos guste o no nos guste, el proceso ejecutivo que se ha llevado, y/o se sigue llevando, con Juan Carlos I, igualmente salvando las estelares distancias, es el mismo… Yo tenía a un asesor fiscal que conocía a un inspector que era amigo de un secretario del Delegado… y su majéstic tendría hilo más o menos directo con algunos picatostes, y, por lo tanto, como cada quisque, obtuvo trato de cierto favor y es que le avisaran de cuándo le soltaban los perros. Y, a lo mejor, hasta le han hecho una rebajita, que estoy seguro de ello – aquí cada uno se las busca como puede a la hora de aplacar al fisco – pero, al final, ha tenido que apoquinar en un acuerdo entre partes. Y una vez soltada la mosca, viene el finiquito y el “no vuelvas a pecar más…”.

La cuestión está en que, ni a mí en aquella lejana época, ni a todas las pequeñas, medianas y grandes empresas, ni a todos los ídolos mediáticos de todos los que son en este país, por tener líos con Hacienda, se nos ha negado el pan y la sal, y la estancia y la vida, y la venida, y el visitar a los amigos, o el dar un abrazo a la familia, ni para enterrarnos, o no, dónde nos dé la gana… Y, sin embargo, al Juanca, por el hecho de haber sido rey, se le condena a un linchamiento politicomediático de odio y colmillo retorcido, sobre todo por parte de los ultramontanos de Stalin y muy terror mío, y de una determinada ciudadanía de arrastre. Un ejemplo conciso y concreto: Messi le ha distraído más a Hacienda, y, por lo tanto a robado a España un monto de millones de euros, que luego ha repuesto en parte, pero a él no se le trata con la virulencia que al del armiño… más bien casi que, al contrario, se le siguen lamiendo las botas.

Se podrá objetar, claro, que la responsabilidad de un rey no es la de un súbdito, y es verdad. Pero ante las leyes fiscales solo cuenta la deuda, no su estatus social, ni siquiera moral. Y si usted ha pagado, aparte esa responsabilidad moral, usted queda libre del tal delito… de momento, al menos, y salvo distraimiento posterior, que se irá de nuevo a por usted, sea usted un tú o un usía o un majestad de los c… Por eso mismo yo entiendo que tiene todo el derecho del mundo a dar explicaciones públicas, tanto como a no darlas si no quiere. Y que el débito moral para con su pueblo ha de demostrárselo ese pueblo con su indiferencia, pero no con su odio… Y dejar que sea su conciencia la que determine su actitud, y la nuestra la que nos guíe en nuestra respuesta.

Yo no estoy justificando lo que ha hecho. Ni siquiera la propia Corona, esta vez representada por su hijo, lo está haciendo. Ni creo que esto se le olvide mientras viva. Pero si al evasor empresarioligarca no le exigimos tales reparaciones morales, a este hombre tampoco tenemos derecho a exigírselas… Bien, o mal, no lo sé, el erario defraudado le ha emitido carta de “estamos en paz hasta el día de la fecha”, por lo que ya son iguales ante la misma ley. Y claro que yo tengo mi derecho, por supuestísimo, a ser monárquico, o republicano, o granhermanista o estilista, es mi voluntad y mi libertad, pero respetando la forma de gobierno que, aún no siendo la mía, ha elegido la mayoría, si es que en algo aprecio la democracia… Por que en lo otro, en lo de birlar al fisco, en toas partes cuecen habas, y en mi casa a calderás…

Y la enorme, brutal y sangrante ignorancia reside en creer que la República es la izquierda, porque es de izquierdas (banderas republicanas = puños en alto), cuando una república democrática es de izquierdas, derechas, centro, orillas, o lo que se tercie. No es propiedad de ninguna izquierda – en la II República española también hubo gobiernos de derechas – ni de ninguna otra ideología… Lo demás es una manipulación con muy mala baba. Ninguna forma de gobierno ni ninguna institución es mejor que otra si es democrática. Son las personas las que son mejores o peores… Y, a veces, la incultura y la mala voluntad saca lo peor de nosotros mismos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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