“Luego, el Señor Dios plantó un jardín en el Edén, y colocó en él al hombre que había modelado. El señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal”… (Génesis, 2,8-9)
Pocos párrafos para comenzar la historia de la Creación son más explícitos, a la vez que más herméticos, que éste… Con estos textos tan antiguos, tan traducidos y extrapolados, casi todo el mundo suele sentirse cómodo. El que le importa un bledo, porque no tiene que calentarse el magín; el sujeto por la fé dogmática, porque se lava las manos fuera de su estricta literalidad fanática; el echador de balones fuera, por la excusa ante su complejidad; o al que nos encanta bucear aguas arcanas, por su indudable atractivo… Luego, naturalmente está el genuino interés, o desinterés, de las personas por estos temas, que saltan a tu ranero cuando menos te lo esperas. Como es el caso de una espontánea que me hace traerlo aquí hoy…
Hemos de tener en cuenta que la libre traducción de “Señor Dios” se ha tomado del hebreo original “Elohim”, que, literalmente, es plural, o sea: Señores Dioses (lo que pasa es que para el monoteísmo ritualista resulta muy incómodo tener que explicarlo)… Luego, hemos de observar que en su relato define claramente, no al hombre que había creado, como hubiese sido suponer, si no “al hombre que había modelado”. No es lo mismo, pero sí que es importante: la “creación” implica algo nuevo, espiritual, y la “modelación” apunta a la manipulación material de algo ya existente anteriormente. No debemos confundir conceptos que, para los que escribieron el Génesis, eran importantes en sí mismos, y sabían lo que querían explicar.
Al hombre fue dada su forma (humana) por una jerarquía superior – puede que los llamados ángeles – a fin de encasquetarlo en un Jardín que estaba previsto someterlo a su cuidado y mando. Al tal jardín se le llamó el Edén, y a su jardinero se le llamó Adán, no sé si en una estudiada, pero muy sospechosa, cacofonía, o si es mera casualidad. Pero da qué pensar, no me digan ustedes que no… Aclara el pasaje que de la misma tierra del que se modeló se hizo brotar del suelo toda clase de árboles, gozosos a la vista y gustosos a la tripa. Pero aquí salta otro detalle que suele pasar desapercibido por deliberado despiste u omisión: no había un solo árbol totémico, como se quiere dar a entender. Habían dos, bien distintos y diferenciados: “el de la Vida”, y el del “conocimiento del Bien y del Mal”, y fíjense bien fijado que a ambos define como “hermosos a la vista y buenos para comer”, por lo que no encaja en absoluto con la conocida prohibición de zamparse sus frutos. Aquí salta una dicotomía un tanto difícil de entender. Salvo que sea una interpolación posterior al relato original el tratar de culpar a Eva de las consecuencias de la decisión de ambos dos. Piénsenlo vuesas mercedes…
Sea como fuere, en el jardín de infancia aquel de la humanidad, existían un par de fuentes de desarrollo: física y material, en el árbol de la vida; y espiritual y de conocimiento, en el del bien y el mal… La secuencia es lógica: sin vivir los opuestos, no adquieres experiencia; y sin experiencia no accedes al conocimiento; como sin conocimiento no obtienes sabiduría. Es, en definitiva, el largo viaje de la evolución del animal al humano. Simplemente. Es el código de la vida, la historia de nuestra especie… Es el viaje desde “mirad que ni las aves del cielo ni los lirios de los campos necesitan nada que el Padre ya haya previsto para ellos”, hasta el de “os ganaréis el pan con el sudor de vuestra frente”… El tránsito desde el Edén hasta el bancal. El de que, si eliges tus propias causas, habrás de pagar tus propios efectos. En definitiva: el camino de piedras del libre albedrío que lleva hasta el conocimiento.
Por eso no hay que tomar el Génesis como algo que pasó, si no como algo que está ocurriendo… Aquí no existe ningún Dios castigador de nada, si no las consecuencias de una libre decisión tomada en el origen (que eso mismo es lo que significa Génesis). Como tampoco existe ángel alguno con espada flamígera escaldándonos el culo, si no que aún no hemos encontrado el camino de regreso a una perfección de la cual salimos, y andamos perdidos. Pero es el precio del Conocimiento del Bien y del Mal, como también de todo lo contrario. Lo que ocurre es que, entre lo mal aprendido, está el echarle la culpa a Dios, y a sus ángeles y a sus demonios, de lo que es exclusiva responsabilidad nuestra. Resulta muy cómodo, y muy conveniente, y convincente… y nos da mucha más cancha.
Tan es así, que aún estamos atrancados en el episodio de los primeros pasos, en el que hemos llenado el mundo de Caínes y de Abeles, y los primeros andan descabechando a mansalva a los segundos con la primera quijada de burro atómico que se les viene a mano, y por la primera estupidez que se nos viene a la mente… Y todo porque el primero no quiso que las cabras del segundo se le comieran sus habas recién plantás… Y aún andamos estancados en ese mismo capítulo, comportándonos como parásitos violentos y gilipollas irredentos…
Mire, hágase usted un favor, y quizá lo entenderá: léase un periódico, o escuche cualquier telediario. Empápese de lo que dicen. Y luego échele un vistazo a esa Historia antígua, original, y, si quiere, porque se considera creyente, sagrada… Y si no es la misma burricie, que venga Yahvé y lo vea.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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