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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

EXPLÍQUEMELO USTED



Entre mis lecturas ligeras del verano me he sudado una novela que ha accionado mi personal máquina del tiempo, retrotrayéndome a los años sesenta… y es que hace eso mismo, sesenta años, mi juventud trillaba, junto a mi primo Máximo (al que le envío, desde este mi aquí y mi hoy, mi más entrañable recuerdo) barbechos de historias y misteriosos hechos – permítanme el pareado – y nadábamos en aquellos libros arcanos del Misterio de las Catedrales, del esotérico Fulcanelli, y sobre los que luego nos perdíamos en inacabables charlas nocturnas, que nos llevaban a regiones insolubles… Todos aquellos pasajes y paisajes acotados, todas aquellas citas subrayadas, todas aquellas lecturas y elucubraciones, quedaron sepultadas por los años y el correr de la vida… De una vida que ahora, asentándose en el final del principio que fue, lo regurgita como enigma irresuelto…

Lo cierto y verdad es que lo podía haber rumiado y guardado para mí. Pero me tienta el compartirlo con cuanta gente me sigue y/o se tome la molestia de leer los contenidos de mis ocurrencias. Es como una manera de alargar la existencia de las grandes incógnitas; la posibilidad de que, como un anzuelo en busca de pez, enganche en alguna mente curiosa e inquisitiva; una forma de sembrar lo que solo dio el fruto de la curiosidad en un día lejano, y que no fue satisfecha en su tiempo. Una especie de búsqueda de respuestas en diferido…

¡Atención!, aviso en este punto preciso: dependiendo del nivel de respuesta y comentarios que éste coseche, abundaré en estos temas (ahora que parece he dado con el tesoro que enterré y olvidé) o, por el contrario, lo devolveré de nuevo a la tierra del olvido, que es donde mejor está definido… Tengan en cuenta que, sin ser Cuentos de la Cripta, pues no lo son, siguen siendo misterios sin resolver; hechos irrefutables que desafían – aún – el entendimiento humano (léase entendimiento por creencias implantadas en nuestra educación primordial). Y que están ahí, desafiantes y con expresión burlona ante nuestra ciencia basada en la suficiencia… Como bien dejó dicho Paul Elouard: “hay otros mundos, pero están en éste”…

Bueno, dejémonos de prolegómenos y vamos al asunto que hoy nos ocupa: como todos saben, allá por el cielo lleno de estrellas, existe lo que hemos venido en llamar la Constelación (cúmulo definido de estrellas) de Virgo. Bien… No creo necesario aclarar que Virgo es el latín de Vírgen, pero lo que sigue a continuación es conveniente que este simple y básico detalle lo tengamos presente. Pues miren ustedes: el mapa de esa misma constelación se reproduce con inequívoca exactitud en siete catedrales francesas dedicadas a Notre Dame (la Virgen) punto por punto.

Las estrellas mayores Gamma, Epsilón, Zeta… así como las menores de la Espiga, etc… se corresponden con la disposición de las catedrales góticas de Chartres, Reims, Bayeaux, Amiens, Evreux… De tal forma que, si usted traza una línea que las una sobre un mapa Michelín mismamente, aparecerá la Constelación de Virgo de los cielos en la tierra, delimitada por estrellas y catedrales principales dedicadas al culto de la Virgen, Nuestra Señora… Estos son los hechos. Explicaciones puede haber varias, si bien no muchas. Por ejemplo, que tales catedrales, que, curiosamente, se levantaron todas seguidamente antes de un siglo, fueran precisamente para fijar un paralelismo religioso entre el cielo y la tierra. Desde luego, supieron hacerlo muy bien…

Pero sabemos que la Iglesia levantaba sus templos donde ya antes existían lugares ancestrales de antiguos cultos, con el fin de cristianizar las viejas culturas anteriores (adviertan que cultura viene de culto)… Por lo que, entonces, esos lugares elegidos como sagrados desde tiempos inmemoriales, ya guardaban la equivalencia exacta con la disposición de cierto cúmulo de estrellas (Virgo) en el cielo… Si a eso le sumamos que los antiguos santuarios estaban dedicados a diosas – que no a dioses ni santos – como principio generativo de la vida, la cosa se torna aún más tararí que te ví…

Podemos, naturalmente, faltaría más, fiarlo todo al mundo de las coincidencias y las casualidades… Todo es pura y puñetera coincidencia, mire usted. Y olvidarnos de que, entonces, el mundo está plagado de coincidencias. Coincidencias que bien pueden ser incidencias, o correspondencias. De casualidades que son causalidades. De que, en realidad, estamos llamando “cosas” a lo que son “casos”… o lo que sea… “Tal y como es arriba, igual es abajo”, dejó escrito Hermes Trimegisto, hace más de 4.000 años, en sus Tablas Esmeralda…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

www.escriburgo.com

miguel@galindofi.com

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