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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

ETERNIDAD



(de Universal.org)


En uno de mis artículos pasados (creo recordar que fue el segundo sobre El Dolor), el cual lo achacaba a la posible causa de un cierto propósito concreto y definido – no sé si lo recordarán – algunos bastantes saltaron como resortes de muelle ante lo que aventuré sobre el “quizá” de que en alguna otra… digamos experiencia, si no quiere usted poner existencia, creo que ya me entiende, el núcleo central de lo que suponemos como “nosotros mismos”, haya trazado el mapa de teorías y prácticas, o pruebas y lecciones, que hemos de superar para poder trascender, e igualmente a los que les rechine esto también puede poner evolucionar. Cómo y lo que ustedes prefieran, si se quedan con la película.


De esos acudientes, unos me preguntaban que porqué leches me metía en esos bancales, por otro lado difíciles de transitar y trasegar; otros me atusaban con espada flamígera, aludiendo, no ya a escrituras arcáicas, si no a dogmas católicos (por supuesto que no cristianos, pues en el cristianismo no existen dogmas); y algunos, pocos, que, aún cautelosos, me pedían que ampliara la información sobre sus dudas, que así mismo me exponían… La verdad es que, estos últimos, al menos, por contados que sean, merecen la molestia que yo pueda tomarme al respecto, o aún a despecho, a los que también respeto mucho, de esos otros que, aún y así, lo mismo y por igual me ayudan en mi esfuerzo.


Ellos son, al fin y al cabo, como esos “nahualts” a los que aluden los chamanes mejicanos (léanse libros de Carlos Castaneda): los que nos pinchan e incomodan, los rivales y contrarios, los enemigos, los que niegan y/o se mofan de nosotros, nuestros antitéticos, que, a lo largo de nuestra vida, todos tenemos… Y sobre los que nos enseña a no tratarlos como tales enemigos, más bien al contrario, como aliados amigos, como colaboradores involuntarios pero necesarios, como ignaros ayudantes que ejercen su papel de abogados del diablo en tu evolución moral, a fin de probarnos, impulsarnos y superarnos por y a nosotros mismos… Por lo tanto, y desde ese ánimo, vaya mi agradecimiento a todos: a los pocos que se alinean conmigo, y, muy especialmente, a los muchos que se sitúan en frente, que no en contra, pues ahí reside la ignorancia.


Se me viene a la cabeza Rousseau, en aquella cita suya sobre el ser humano: “A diferencia de los animales, el hombre está inacabado, tiene abierta todavía la tarea de perfeccionarse”… Sí, ya sé que este gran filósofo francés, reconocido en el mundo entero, estuvo anatemizado, combatido y satanizado por la Iglesia – su gran nahualt, por cierto – al menos hasta bien entrado el siglo XX, y que en nuestras universidades (en las católicas aún sigue, claro) estuvo prohibido y contaminado, a pesar de ser un genio intelectual mundial, y de ser comentado y estudiado en todos los centros superiores de enseñanza libres y liberales del orbe. Si lo cito, es precisamente por ser el gran estudioso del alma humana. Todo un gran, enorme, maestro, del que han bebido generaciones.


Bien, vale, si este sabio asegura entre sus asertos, valga la redundancia, que el ser humano, aún con ser la obra culmen de la creación, es una obra inacabada, se debe, precisamente, a su manifiesta imperfección… Mientras los animales han llegado a cumplir su etapa establecida dentro del esquema (yo tengo aún ciertas dudas), el hombre todavía está en la fase evolutiva de su desarrollo. Y me refiero, naturalmente, a su desarrollo moral, intelectual y ético. El ser hombre, como ser humano, está incompleto, y aún necesita etapas para perfeccionarse.


Por supuesto, si seguimos el hilo de pensamiento racional y lógico, no resulta muy difícil ver que lo que entendemos por vida humana, resulta corta, cortísima, para alcanzar esa perfección (en este punto cada cual meta a Dios o a la trascendencia que quiera meter), y aquí también es donde se incluye el concepto de eternidad, como algo indefinido por infinito. Vean que esa “eternidad” nace de “éter”, como curiosidad… Por lo tanto y a lo tonto, las existencias se van desarrollando, siguiéndose y sucediéndose según el plan previsto, aún y a pesar, o quizá precisamente por eso mismo, del Libre Albedrío que tiene el propio ser humano concedido, pues en alguna parte encaja la libertad, que es con lo que se aprende la responsabilidad, de ese mismo hombre humano.


Bueno… llegados a esta línea de reflexión, ese alma humana, o ese quántum de energía pensante, o lo que seamos, precisa una serie indefinida de existencias experimentales para llegar a su objetivo cumbre de estar realmente (y no figuradamente) hecho a la imagen de su Creador. De momento, estamos más en fase de “crianza” que de “creanza” (no es igual criar que crear). Las pruebas a superar y el camino a trazar, ¿corresponde a ese Dios, o a esos dioses que nos manufacturaron, indicárnoslo y trazárnoslo, o al propio ser humano organizárselo él mismo?.. Ahí queda la cosa. Mi opinión personal es que somos nosotros los que, cada cual en su desarrollo conciencial y consciencial, se pone sus propios límites… o se los salta si así le place. Para eso disponen de su libre albedrío.


¿Y eso, por qué?.. Pues porque Dios, o lo que ustedes quieran, no necesita perfeccionarse a sí mismo, si no ese ser humano a medio acabar, que decía Rousseau. Si ese Dios impusiera su “ordeno y mando”, ¿dónde quedaría nuestra libertad, nuestra responsabilidad, y nuestra “librenseñanza”?.. No tiene ningún sentido, ni lógico ni práctico. Donde Dios pone el camino, nosotros ponemos nuestros pasos.


En fin… hasta aquí puedo llegar para tratar de explicar a esos pocos que luchan para mantener abierta la ventana de su mente y ejercer su librepensamiento. Este es mi límite de espacio. Al menos, de momento. Ya saben esos avisados el viejo y sabio axioma de que “es el alumno el que dice cuando está preparado, no el maestro”… Y donde estamos, amigos míos, todos somos maestros de todos, y todos somos alumnos de todos. En el aceptarlo como principio está el éxito de la misión.


Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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