Desde que abrieron las fronteras de las comunidades autónomas, los re-brotes coronavíricos infestan la geografía española. Existen cuatro focos al día de hoy – Albacete, Lleida, Guipuzcoa contagiada de Lleida, y Galicia – de especial gravedad y preocupación, si no ha cambiado el mapa desde que escribo esto hasta que aparezca. Es el intercambio de personas, el flujo, lo que está provocando esta especie de “incendios estivales” en clave de Cóvid-19, y a los que habrá que añadir lo que nos vaya llegando del extranjero. De hecho, los tres meses de confinamiento nacional padecido, nos fue decretado por mucho menos de lo que ahora nos amenaza. Lean, si no, la hemeroteca más reciente…
Estos rebrotes nos vienen dados por la falta de pan y por la falta de inteligencia a partes iguales. Lo primero, es la necesidad de trabajar y ganar unas perras que remienden nuestra ruina, y como nuestra principal y casi única industria es la del mantel, si no nos vienen culitapas aquí nos comemos el mocámen… Y lo segundo, es la ceguera especular, por no decir espectacular, que padecemos, por la que salimos escopetados como idiotas de nuestra relativa seguridad al riesgo de los cuatro puntos cardinales a donde nos lleven las carreteras… Sin meditar, sin calibrar riesgos, sin pensar lo más mínimo, y sin medir las más que posibles consecuencias de nuestros inmaduros e irresponsables actos.
El caso de nuestra Región de Murcia es sintomático. O “asintomático”, que es lo que está más de moda, pero al que invito a echarle una pensada, si no es mucho sufrimiento neuronal, claro. Miren ustedes, hasta la fecha, todos los focos de rebrotes que están poniendo en peligro a nuestra comunidad uniprovincial, hasta el punto de la advertencia presidencial a través de los medios de no descartar un nuevo confinamiento (L.O.-7/7), todos, nos vienen pescados de fuera. Los del tristemente famoso, y misterioso “vuelo colombiano”, obra maestra del despiste y descontrol autóctono; otro en que salió una familia de aquí a Granada a traérselos puestos; Lo mismo otro de Málaga; otro exactamente igual “mercado” en Alicante… Ninguno – hasta el momento – producido de cepa propia.
Bien sea por las altas temperaturas en las que nos cocemos, bien sea por nuestra proverbial solera, de sol, que no salero, de sal, el caso es que los brotes no se cocinan aquí, si no que salimos para traérnoslos de fuera (aparte los que nos traen, los que nos traemos)… Ya saben, como un “Recuerdo de…” para ponerlo en la repisa y con el que infectar a nuestros amigos y familia más cercanos. “Mirad que gaitero más bonico nos hemos traío, achos…”, ya saben. Al menos, es lo que está pasando en lo que va de verano y achicharre. O eso mismo parece…
Así que si esto se comprobara y confirmase por parte de la autoridad competente, entonces, paisanos míos, estamos haciendo el gilipollas… Porque, si bien es cierto que nos exponemos al foráneo (los primeros madrileños llegados, descargaron bultos y pasaron directamente al hospital) porque necesitamos hacer caja desesperadamente, no es menos cierto que los que salimos disparados de aquí a otras zonas, igual nos dejamos fuera nuestras perras ganadas aquí, luego estamos compensando, más o menos, las salidas con las entradas. Se ve que sabemos sumar, pero no restar. No llevamos bien lo del Debe y el Haber…
Yo propongo trincar la región, y que los que salen a gastárselo fuera se lo gasten dentro – al chiringuito le sabe igual el euro de un riojano que de uno del altiplano – y nos lo alquilemos, comamos y bebamos entre nosotros, y con la salud que nos regala un clima que mantiene al bicho atontao perdío… Pero salir a dejarnos nuestros dineros fuera, traernos el virus para dentro, y montarnos aquí nuestros focos y rebotes de hachos sanjuaneros importados, perdonen, pero es una supina tontería muy propia de tontos supinos…
Como aquel rucio que, con los ojos tapados, no aventaba ni las ventajas ni los inconvenientes de su situación, y daba vueltas y vueltas a la noria y encima se moría de sed, porque no bebía del agua que sacaba. Lo mismo nosotros, desde que se declaró la pandemia, en que fuimos de las últimas regiones infectadas (y fue por dicha peculiaridad, precisamente), hasta la nueva normalidad en que se nos vuelve a traer más de lo mismo, de lo de entonces, digo… Solo que, encima, nos afanamos e incorporarlo nosotros también con fruición y con nuestra aportación a la importación. Pues muy bien, fenómenos… que sume y que siga.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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