La tendencia de la gente es dual (y hablo de la gente, no de la persona) del gentío y del personal. Por un lado, se tardea, navidea y nocheviejea a saco descubierto, como si fuera lo verdaderamente importante, porque cree que, tras el suicidio colectivo que va a desencadenar en el general del panal, nos estarán esperando las vacunas a modo de absolución del pecado social del amogollonamiento... Por otro lado, si puedo y me libro de la tercera siega, como, al no ser yo de fiar tampoco me fío de lo que me digan, pues me abstengo, en principio, de vacunarme. Mejor que lo hagan otros delante, que luego ya iré yo por lo seguro...
Yo también me abstendré de opinar lo que me parece eso a mí. Pero creamos lo que creamos o digamos lo que digamos, el Cóvid no dejará de matar hasta que el rebaño obtengamos la inmunidad. Esto es, hasta que el 70% de la población de borregos de tal rebaño tengamos los anticuerpos... Todo esto, lo único que demuestra y quiere decir es que no son los bares, ni los belenes, ni los centros comerciales, ni los repsonsables sanitarios, ni las medidas o desmedidas, ni los lugares ni los lupanares, tienen la culpa. Somos nosotros, todos y cada uno de nosotros, a nivel exclusivo personal, los únicos culpables de que la pandemia se extienda como una mortaja. Son nuestras actitudes privadas de cada cual y cada cuala las que se suman - o se restan - al desatino social de la costumbre y la tendencia al aborregamiento. Cada cual decida por sí mismo (y por los suyos, claro)...
La ciencia hace lo que puede (y lo que debe) aún desgraciadamente sujeta a los intereses económicos de quienes la costean y sufragan. Por ejemplo (y esto es un hecho muy poco conocido) es que la vacuna de Pfizer no hubiera sido posible sin la colaboración de BioNTech, que incorporó su tecnología sobre el ARN de la vacuna que estaba investigando... ¡¡ para frenar el cáncer !!. Esta pandemia la detuvo, orientando su objetivo actual hacia el Cóvid-19. Pura ingeniería genética en dotar a la célula de la proteína necesaria para enfrentarla con éxito a cualquier enfermedad o deficiencia orgánica que diezme al género humano... Yo me pregunto, de haber seguido su curso y haber desarrollado una vacuna contra el maldito cáncer, si la gente mostraría las mismas dudas y estúpidas convenciones que se están mostrando contra el Coronavirus. Yo creo que no... ¿Entónces porque tenemos la lógica en el culo?..
En lo que en realidad deberíamos ponernos todo el personal de todos los países de todo el mundo es, precisamente, en exigir a nuestros gobiernos que se aumente la asignación en investigación. Pero, sin embargo, en eso no nos ponemos. La ciencia, la sanidad, etc. no son un gasto si no una inversión que, además, dinamiza la economía de las naciones. Desde Newton, Faraday o Maxwell que, con sus rácanos sueldos pusieron al imperio británico a la cabeza del desarrollo industrial, pasando por los esposos Curíe, hasta Watson, Crick y Franklin, que descubrieron la doble hélice del ADN con que revolucionar la medicina a extremos aún insospechados.
España, precisamente, es especialmente miserable y ruín en extremo a la hora de dotar la investigación en sus presupuestos, más dados a las farándulas y parafernalias que aseguren el voto para la sentada cular del político medrador y medroso. Aquí, me consta, existen investigadores que se pagan de sus precarios bolsillos sus propias investigaciones... Hasta el propio Trump, animal negacionista del virus, liberó 9.000 millones de euros para el desarrollo de la vacuna contra lo que él mismo decía no creer. Su mentalidad constructora de rascacielos sabía que, si acertaba, y aún siendo una modesta aportación en el marco de lo financiero, los beneficios vendrían multiplicados...
Mientras tanto, el gentío nos debatimos entre el número de concurrentes, entre el abrir o cerrar nuestros mamaderos sociales; en saltarnos la prudencia solo porque está sujeta a unas normas; o en ¿cómo voy a guardar cuarentena si me pilla la Nochebuena?, por positivo que haya dado... Nos situamos entre las luminarias y juntaeras por un lado, y el quédatencasa juicioso por el otro; entre el vacúnate tú que yo ya... ya yo... Entre el Ser y el Estar... Pero ni somos lo que debiéramos, ni estamos donde debiésemos. Es lo que hay... o sea, lo que no hay.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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