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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

EN EL CAMINO



El fenómeno de la globalización, a la vista de las últimas señales, parece tener los días contados… o al menos, rectificados. Quizá estoy haciéndome reo de anatema por semejante y atrevida opinión… “tópuéser”. Pero es que a la sociedad de consumo parece que se le acaba el carrete, y, claro, si no hay más consumo, la globalización, que está anclada y cimentada exclusivamente en el mismo, pues se va a tomar por viento. Consecuencia lógica, ¿no?.. Y esto no creo que llegue por una revolución, ni por una cuestión de ideas, ni siquiera por convencimiento, si no por simple agotamiento. Por implosión, más que por explosión.

Y me parece a mí por los últimos “aconteceres”: un encarecimiento drástico y escalado de las materias primas, sumado al de la energía que las produce y las transforma, encadenado a la misma que las transporta… Todo en una vorágine que se retroalimenta a sí misma, y dentro de un cuadro en el límite de un cambio climático adverso, y que nos pilla en plena orgía de consumo y desparrame… Tan solo un dato: se ha marcado un nuevo y mortal récord en el lanzamiento de gases de efecto invernadero a la atmósfera, a pesar del parón mundial por el confinamiento impuesto por el Cóvid; y los efectos negativos naturales apenas si han hecho más que empezar.

Ya existe escasez de materias primas básicas, que abundan en la escalada de sus precios, claro… precios que cada vez existen en menos bolsillos que los puedan pagar, dada la igual situación crítica de la economía (vean las últimas revisiones a la baja en todos los organismos mundiales, europeos y nacionales). Se reduce la oferta y se aumenta el precio del papel, el cemento, la electrónica, la química, los automóviles, los alimentos, incluso hasta el alcohol y las bebidas, sumado todo ello a su propio transporte… Y esto es como el efecto caída de las fichas de dominó… En el momento en que el personal no pueda renovar el frigorífico, la lavadora, el coche, o los chips que lleva en el bolsillo (móvil) en el tiempo establecido por el sistema para su caducidad, todo el montaje se irá a hacer puñetas, y el comercio mundial con toda su estrategia basada en el consumo se resquebrajará como la metáfora aquella del gigante – ídolo, lo llamaría yo – con los pies de barro.

No estoy pintando un escenario apocalíptico, si no un escenario logístico, por insostenible. No hemos hecho puto caso a las llamadas a la prudencia, y las circunstancias que hemos desatado nosotros mismos nos va a obligar a dar un freno y marcha atrás a la puñetera fuerza… El decrecimiento y la relocalización industrial y de producción van a llegar por las malas. De hecho, están a las puertas… Y no es que sea “la fín der mundo”, no, pero sí que puede que tengamos que volver la vista a muchas cosas, como, por ejemplo, a consumir productos alimentarios de cercanía, y de temporada; a reciclar y reparar en vez de comprar; a guardar lista de espera para la consecución de determinados bienes; a reconvertir el turismo masivo en uno reflexivo; en ir apagando las luces que vamos encendiendo; en dejar de quemar gasolina y envenenar la atmósfera por puro placer, compulsivamente…

Todo en este mundo está relacionado. Absolutamente todo. Y si se colapsa una sola cosa del sistema – como el entorno natural – y no lo reparamos, éste puede llegar a colapsar todo el sistema… Y la tristeza es que todos lo sabemos. Todos lo sabíamos desde hace mucho tiempo, y no podemos alegarlo a la ignorancia, si no a la desidia. Hemos construido, entre todos, una sociedad de personas que ha ido convirtiéndose en gente; y de gente que se ha ido transformando en gentío, incapaces de pensar y obrar por nosotros mismos, si no por la inercia de la masa…

Ni siquiera ya nos sirven los políticos para descargar en ellos nuestra responsabilidad, joer… ¿o es que ellos nos obligan, por ejemplo, a echar nuestro parque automovilístico a las carreteras en cada puente de calendario?.. Ellos tan solo que se aprovechan, eso sí, todo lo que pueden, incluso están detrás de cada fiesta, de cada cohete, de cada morcilla buscavotos, de cada compra compulsiva, pero no nos obligan a ello… Solo nosotros nos hacemos esclavos de nosotros mismos.

Hemos picado el anzuelo del consumismo tanto, que nos lo tragamos cada vez más, hasta el fondo… No hay más culpables que cada uno de nosotros, ni más responsables que nosotros mismos. Pero bueno, ya no va a hacer falta que nosotros queramos enmendar, o no, el camino… Eso ya va importando menos. Va a ser el propio camino el que nos va a enmendar a nosotros…Nos vemos en él, si es que nos vemos…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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