(de YouTube)
Una lectora y muy señora mía, ortodoxa católica sin ánimo de molestar, me reta… sí, muy correctamente, pero me reta, “ya que pareces ser antimilagros…” a explicar la curación del paralítico en la piscina de Betseda, que ella considera “rotundo y sin fisuras”… Con la misma educación y respeto, me propongo corresponderle, no sin antes, claro, releerme y repasar detenidamente el pasaje de San Juan que lo relata, si bien ceñiré aquí a ustedes tan solo que la parte en que recoge el hecho en sí y sus consecuencias posibles, si bien me permito recomendarle, también con toda mi consideración, la obra “La No muerte de Jesús”, de José Hernández Mondéjar, aunque mi parecer y opinión sea independiente de la suya…
“Había allí un hombre que llevaba 38 años enfermo; Jesús lo vió acostado, y conociendo que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿quieres ser curado?. Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que, al moverse el agua, me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí. Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda. Al instante, el hombre quedó sano, y tomó su camilla y se fué.”
Bien, lo primero que a mí me parece es que el hombre aquél no era paralítico, sino artrítico (de lo más común en aquella época, por cierto)… Me lo imagino por el detalle de su contestación a Jesús, que, observen, y según el evangelista, ya sabía de antes su situación: “mientras yo voy, baja otro antes que yo”, o sea que el hombre andaba… lento, pero caminaba. Luego no sufría parálisis. Como tantos, había hecho de su carencia profesión limosnera: agarraba su litera, cogía sitio, y pedía ayuda en las concentraciones de gente, cosa nada rara entonces. Jesús, conocedor del caso, lo achuchó a superarse, y le empujó diciéndole algo así como: anda, gandulazo, recoge tu camilla y muévete, y verás como mejoras…
Existe un párrafo siguiente de ese Evangelio que no deja de ser significativo… Justo cuando los celosos de la ley judía, que no dejaban en sábado ni llevarse la cuchara a la boca, le recriminan al mismo paralítico raro, sin extrañarse un pelo: “es sábado, y no te es lícito portar la camilla”, y el tal les contesta: “el que me ha curado es el que me ha dicho que coja mi camilla y me vaya”… Esto es, cuando la policía moral le echa mano transgrediendo las leyes del sábado, le falta tiempo para ejercer de acusica señalando a ese que me ha dicho que lo haga, sin un ápice de agradecimiento. Le había hecho mover el culo y su reacción lógica fue esa. Si Juan pusiera el que me ha “levantado”, en vez de “curado”, encajaría perfectamente en el contexto, pero claro, la misión del evangelista no es glosar, sino gloriar.
Y es lo forzado de tales comentarios, precisamente, lo que lleva a echarle un par de pensadas con un chup-chup de pura lógica… El remate y conclusión de ese Juan,1-18 es algo verdaderamente curioso por clarificador. Relata que Jesús se volvió a tropezar en la sinagoga al tal elemento, y reconociéndole entre la muchedumbre, le dijo: “mira que has sido curado, no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor”. Traducción esperada por parte del evangelista de una frase más entrada en el sentido común, algo parecido a: mira cómo te has mejorado, no vuelvas a postrarte porque será peor para ti… La guinda de ese Evangelio está en la contestación a los inquisidores religiosos cuando éstos le acusan de trabajar y hacer trabajar en sábado: “mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también”… esto es, en román paladino: si Dios no para en sábado, ¿por qué hemos de parar sus hijos?..
Doy por supuesto, naturalmente, que cambiar un pensamiento inducido que ha sido estructurado en una determinada orientación durante milenios, no es nada fácil… Personalmente, para abrir mi capacidad mental, he tenido que “desestructurar” previamente un cerebro catequizado según dogma establecido, y eso lleva su tiempo… Claro que hay personas que no quieren liberarse, ni tienen voluntad de ser despertadas; y no sirve de nada forzarlas ni siquiera a intentar lo que ellas no desean. Ni tampoco es ese mi interés, claro está…
Pero sí que es mi obligación moral contestar a los que me preguntan, según mi leal entender, no según el dictado de ninguna ortodoxia establecida. El aceptarlo o no ya es opción de cada cual. Mi propósito no es cerrar puertas, sino abrir ventanas… Cada ventana brinda una perspectiva diferente, y en la suma de todas ellas reside la verdad… Y en el fondo de todo está la libertad para “buscar y encontrar” la realidad única, lo distinto en la unidad.
Y he procurado contestar y corresponder a la dama que me instó (dejo lo de “retó”) a explicar este “milagro”, con toda la honestidad de la que soy capaz. Y solo invito a que, ya que se molestan en preguntarme, piensen, recapaciten, reflexionen, en otras posibilidades, y en distintas maneras de ver las cosas. Solo eso… Y si me lo permiten, una vez ya puestos, quizá ayude un poco si les digo que a mí, ni Dios ni Cristo me compran ni me ganan con milagros, ni me convencen atracándome de ellos; sino que el convencimiento me viene a través del conocimiento.
Considero, y permítanme decirlo sin que nadie se siente señalado, pues no es esa mi querencia, que los prodigios y portentos son residuos tribales y totémicos; restos arcaicos de exigir maravillas y milagros al Dios de turno que nos pruebe ser nuestro dios verdadero, y yo el primero… Lo veo, perdónenme, muy inmaduro por nuestra parte – por no decir un pelín ruín – que se nos tenga que alimentar aún con biberones espirituales azucarados, portentosos y con sabor a magia… Excúsenme que les pregunte a todos y cada uno: ¿Creería en un Jesucristo que no haya hecho ningún milagro, ergo tampoco ha hecho el milagro de resucitar?.. No se hagan trampa a sí mismos, y piénsenlo bien pensado, que es por su propio bien. El problema no es de Jesús, el problema es suyo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – miguel@galindofi.com
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