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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

EL SER RELIGIOSO



(de MagisNet)


La religión (sentimiento religioso) y el ser humano nacieron juntos, se desarrollaron a la vez y se están cuestionando por separado, si bien el Plan, con mayúscula, es el mismo… En aquel Jardín del Edén que dicen, al que le cambiaron las “aes” por las “es” tras echar al inquilino con su Adn puesto, el sentimiento de haber pasado de animal a humano en aquel paraíso lo ha acompañado en su genética ética y estética hasta la más actual actualidad, valga la redundancia actualizante. Y lo ha sentido y vestido según su experiencia y trascendencia de cada momento histórico de su largo – o corto – camino, según se mire, o según se mida, en los eones del tiempo.


El hombre primitivo elaboró la religión del miedo como explicación a su desnudez y fragilidad: miedo al hambre, al clima, a los animales salvajes, a la enfermedad, a la muerte… Como en aquellas épocas primarias las personas no habían desarrollado la comprensión de las conexiones causales, tuvo que inventar dioses y diosas para cada efecto y asociarlos a los acontecimientos más sobrecogedores y menos entendibles… La religión del miedo intenta que las potencias deíficas (naturales) sean propicias a los mortales ofreciéndoles sacrificios, propios o ajenos, personales o sociales, esto es: comprándoles, sobornándoles, ofreciéndoles un trato.


Es en ese momento (se estaba pidiendo a gritos) cuando se gestan las castas sacerdotales, que se erigen como mediadores y representantes exclusivos, entre la tribu y el tótem primero, luego entre el pueblo temeroso y el diós al que temen, en base a una hegemonía propia, faltaría más… En el momento en que susurraron a la oreja de los reyes que ellos podían hacer creer que los monarcas recibían su corona y poder por la gracia de Dios, y que ese mismo Dios los entronizaba a través de los sacerdotes, el invento quedó sellado y patentado por milenios, prácticamente hasta los mismos umbrales de la era moderna. Una asociación muy rentable para ambos elementos: monarquía y religión.


Y de tal punto nació un concepto social de la religión: el Dios de la Providencia que protege, dispone, recompensa y castiga; e incluso añade en el kit, como oferta especial de lanzamiento, la custodia del alma de “nuestros” muertos, y entrecomillo lo de “nuestros”, porque no vayan a ser los de los otros… Aquí ya hay una especie de acuerdo contractual, que de ahí viene “contrato”: la religión se convierte en una especie de oficina de Aduanas en que, en base a misas, regalías y bulas subrogadas, pasaportes purgatoriales y venta de favores con el divino, diezmos y primicias, le dá el toque de religión social.


La Iglesia es la cúpula visible, la puerta del cielo en la tierra; y la curia y sacerdocio es el inmenso funcionariado que la sirve y que se sirve sin contemplaciones. Ya no son necesarios los sacrificios de la religión del miedo, luego basta con pagar las tasas e impuestos y gabelas pertinentes para evitar que el alma sea pesada en la balanza de Anubis. Pase por taquilla y será salvo, se dice en los confesionarios, como fielato de absoluciones.


El paso evolutivo a la religión moral se empezó a intentar – a suponer – a partir de Jesucristo, que descubrió un trato directo con un Dios que era más padre que diós. Lo moral y normal es el trato directo, cordial, íntimo, confiado, abierto e incondicional… Y digo que se comenzó a suponer, porque en realidad fue un intento más que un logro, pues la propia religión entonces dominante desbarató un tanto el intento, quitando de en medio al mensajero y manipulando su mensaje; y erigiendo una nueva, remozada y retocada religión con los restos del tal mensaje. Osea, más de lo mismo salvando los detalles…


Pero aquél Cartero de aquél Zar, dejó dicho que el Dios-Padre había que buscarlo en nuestro interior y no en Templo alguno, incluso soltó que “no dejaré piedra sobre piedra”; y en el cemento de la falsa religión, gemelar a la judia, incrustó una carga que estalló en el Concilio Vaticano II de Juan XXIII (1.962), en que comenzó a abrirse grietas que han ido a más aún y a pesar de los vanos y frenéticos intentos de meter el freno y marcha atrás; y que Francisco quiere revisar lo que su curia quiere seguir ocultando. Se empezó a vislumbrar la religión moral donde hasta sus curas tenían que trabajar para poder comer, como los antíguos cristianos; y donde la “Palabra de Dios” se daba nueva, gratuíta, conciliatoria, entre obreros y andamios. Todo estaba entonces en deconstrucción para su reconstrucción.


Mas todo quedó en agua de borrajas. La todopoderosa curia se dio cuenta que se estaba desmantelando el montaje, y se dio prisa en cancelar la apertura, satanizarlo todo (el humo de Satanás había entrado en la Iglesia, mentían, y les creimos); y si había que pasar por las armas a algún Papa, pues se pasaba, tampoco sería la primera vez, ni quizá la última (recuerden a Juan Pablo I)… Y la tumba volvió a cerrarse, y el oscurantismo volvió a la religión. Pero la semilla moral quedó plantada, y ya nunca, jamás, después, se ha secado del todo. Y está pronta a dar su fruto.


Hoy, en la actualidad, a pesar de la aparente ruindad y ruinosidad, empieza el amanecer de la… yo la llamo Religión Cósmica… Newton, Képler, Galileo, fueron abatidos, pero ya Laplace, Einstein, Hawkings, tuvieron que ser escuchados. Ya no sirve la concepción antropomórfica de Dios. Incluso en Salmos de David y en algunos antíguos profetas ya lo anunciaban. El budismo y el aire fresco de Shopenhauer se han hecho presentes en el mundo, pese a la oposición pétrea de la aún vigente religión del miedo mantenida por una Iglesia santoral-profesional.


Acusan a la ciencia de socavarle la moral, pero eso es porque las religiones se han apropiado la tal moral, cuando la moral no es suya ni de nadie. Nunca lo ha sido. Como tampoco la fe… La religión cósmica, universal, holística, no necesita de Iglesias. Para nada. Cristo tampoco las necesitaba. La Iglesia ya no sirve al hombre, ya tan solo se sirve a sí misma.


Es el sentimiento religioso cósmico lo que proporciona fuerza al hombre… en estos tiempos materialistas que vivimos la única gente profundamente religiosa que conozco son los investigadores científicos honestos y serios” (Albert Einstein)


Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com


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