No hace mucho, nuestros próceres regionales de izquierda y derecha extrema, se enzarzaron en la Asamblea en una clase magistral de lo que era o no era fascismo. Así, ante una ligereza del Psoe, por etiquetar de fascista cualquier cosa que se mueve, contagiada, sin duda alguna, de sus socios de Podemos, que son de gatillo fácil, Vox le dio la vuelta al concepto, disfrazándolo con las palabras, y quiso darle una lección de historia y de semántica tan acojonante como espeluznante.
Porque, el páter de la pequeña patria de la ultraderecha, quiso demostrar lo leído e instruido que estaba – así mismo lo manifestó, achacándole incultura al contrario – diciendo que los hechos y la historia demuestran que el fascismo reside en el socialismo, precisamente… Que Mussolini se mostró socialista antes que fascista, y que el nazismo (de ahí la palabra nazi) es un nacionalsocialismo… Y ya el retruécano final: que Franco, lo que en verdad hizo fue cargarse ese mismo fascismo instituyendo un nacionalcatolicismo…
Por supuesto, que este casi impecable razonamiento está basado en el juego de las etiquetas. Casi todas las dictaduras de la edad moderna han solido llevar la palabra “democracia” en su enunciado… Idí Amín la utilizó, por ejemplo. Habría que objetar a este prócer que el fascismo, o cualquier otro ismo, es más lo que envuelve que el papel en el que se envuelve. Se puede vender cicuta en un envase que ponga azúcar, perfectamente. En el mercado de las marcas y los productos se da este fraude de una manera más general de lo que podemos suponer. No digamos en política...
La misma simbología común los delata: el yugo, las flechas, el haz, o el “faz”, italiano, de donde procede “fascio” precisamente, los colores oscuros de sus uniformes, el propio saludo fascista, o romano, del brazo en alto con la mano abierta, común a todos ellos… pero lo importante, en el fondo, es la actitud absolutista y la aptitud para la preponderancia, que todas las formaciones muestran con respecto a cualquier otra ideología que no sea la suya. No solo el despojo de cualquier derecho, por básico que sea, si no hasta la misma persecución y liquidación, si hiciera falta. Cualquiera de los tres citados en esa clase magistral de historia, Mussolini, Hitler o Franco, así lo hicieron mientras duraron sus dictaduras… sean socialistas de nombre, o de apellido, o de mote si ustedes quieren, que a mí me da igual, pero fascistas de pura sangre y cepa.
Y me da igual, porque es una trampa saducea lo del etiquetismo semántico, en la que solemos caer con demasiada frecuencia. Si lo pensamos, el propio Joseph Stalin fue todo un fascista de una pieza, que en nombre del socialismo (comunismo) purgó, asesinó y exterminó en auténticos progromos a cuanto se oponía a su persona, además de también a los judíos en masa. Exactamente igual que los tres fascistas de derechas extremas que Vox trata de hacer pasar por socialistas. Unos con la mano abierta, y otros con el puño cerrado.
Por eso me niego a considerar el fascismo de etiqueta que solo vale para confundir a incautos. El fascismo, se vista de lo que se vista, es un régimen criminal. Punto. Que lo use un tipo de extrema derecha o de izquierda extrema, me da igual. Es la misma ponzoña, pero con diferente color… Si nos fijamos bien, Podemos exhibe los mismos tics autoritarios que Vox, hay que estar muy ciegos para no verlos. Es la democracia de Maduro, la de Tito, o la de cualquier país comunista satélite de Moscú en la guerra fría. Es su modelo oculto de regímenes. Y de Tito a Franco, por seguir con el ejemplo, existe muy, muy pocas, diferencias, salvo las posturas y las simbologías.
Por eso, que los que se miran en Franco y los que se miran en Chávez se acusen mutuamente de fascistas, dándonos lecciones históricas de fascismo, me parece un subterfugio ilustrado tan enorme como una trampa para cazar elefantes. Y lo dice uno que vivió los resultados de una de aquellas épocas, paralelo a otras idénticas de opuesta marca. Por eso mismo lo digo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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