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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

EL AZAR



(de Ethic)


En este mundo, todo, absolutamente todo, hasta lo más nimio que nadie tiene en cuenta, lo que nos pasa desapercibido y lo que “desapercibimos” nosotros, lo que se dice todo, está relacionado. Vivimos y nos movemos en una tela de araña (la física quántica lo llama “constantes”) que hace que nada de lo que suceda en este mundo se deba a la casualidad, si no a la causalidad… Esto es: que todo efecto viene por una causa. No quiero con esto dar a entender que todo está predestinado ni nada parecido. En absoluto. Es que esa aparente predestinación la fijamos nosotros mismos con nuestro concedido “Libre Albedrío”, o sea, nosotros producimos la causa, y a nosotros nos viene la bendición, o la maldición, del efecto que sea. Pero todo está entrelazado… Decía Jesús que “no se mueve una sola brizna de hierba…”.


Permítanme un ejemplo histórico: el padre de la Teoría General de la Evolución por Selección Natural de las Especies, Charles Darwin, todo el mundo sabe que anduvo cinco años embarcado en el Beagle, dando vueltas por el mundo conocido, tomando muestras, estudiando tortugas, pinzones y todo bicho viviente, antes de soltar la célebre ocurrencia que revolucionó al mundo científico… Pero muy pocos saben que fue leyendo un libro de Thomas Malthus, un estudioso monje pionero sobre la herencia genética, que le hizo exclamar: ¡Pero qué peazo tonto soy, al no haber pensado en esto!, y entonces fue cuando postuló su conocido enunciado.


Curiosidad o no, la misma frase, literal ésta, “qué increíblemente estúpido por mi parte no haber caído antes en esto”, está escrito que se le escapó a Thomas Huxley, cuando Darwin le explicó sus conclusiones… Vamos de torpes por la vida cuando nos damos cuenta que otro, u otros, habían encontrado en su camino lo que nosotros íbamos buscando. Naturalmente, lo de SU camino es una manera coloquial de decirlo, porque “el camino” no es de nadie, pero los pies, cada cual anda con los suyos. Y todo está en la senda para que lo vayamos encontrando.


Aquí, en este punto, voy a meter una malévola cuña, con su también punto de mala leche, lo sé, pero de verdadero y auténtico interés: si lo que hoy llamamos Inteligencia Artificial hubiera existido, o mejor, se hubiera conocido, hace doscientos años, estoy seguro que las Leyes de Malthus ya estarían en la “caja negra” de la I.A; ende el llamado Azar de tropezarse con su libro no hubiera sobrevenido así. Simplemente, el Sr. Darwin hubiera consultado la IA de los cogolondrios, y hubiera caído en el “Ah, joer, qué gilipuertas soy…”.


De lo que deduzco, como otros también, que no inventamos nada, tan solo descubrimos lo ya “inventado”, y que está ahí desde el principio. O mejor, re-descubrimos, interpretamos, y cuando lo sumamos con la interpretación del otro buscador, lo re-interpretamos con nuevas cosas y casos. Si lo pensamos, nuestra creatividad es tan misteriosa como el propio y puñetero Chat Gpt o lo que sea. No sabemos cómo se hallan nexos entre información dispar y dispersa.


En pocas palabras: la información la vamos, o “se va” acumulando y soltando de lo que depuramos en nuestros intestinos mentales, y sepan disculparme tan escatológica definición, pero esos “nexos” invisibles que coordinan y relacionan, ya formaban parte del engranaje. Y estaban ahí puestos y dispuestos para su uso… Por esos hay quiénes dicen, y yo coincido, que el hombre no hace otra cosa que copiar cuanto existe y ha sido creado; que otra cosa es copiarlo bien o copiarlo mal, naturalmente…


Si el tal mecanismo funcionase así, y de momento no hay por qué despreciarlo, lo de la controvertida I.A. era cuestión de tiempo el que, más pronto o más tarde, se le viera el pelo… Ha estado ahí funcionando en modo automático y aleatorio desde que el mundo es mundo, haciéndose decir al ser humano de sí mismo “cacho burro que soy, mira que no darme cuenta”, hasta que se ha topado con ello. Y eso, a lo largo de toda su Historia: El fuego, la rueda, la electricidad, la radiactividad, y todo el universo entero que vamos descubriendo a trozos, cacho a cacho.


Hasta ahí llego, y así se lo traslado a ustedes. Pero me cabe una sangrante y desagradable duda: ¿todo evoluciona hasta su prevista aparición, menos el Hombre, que anda siempre más atrasado que la oveja renca del hato de ganado?.. Porque todo nos pilla a todos más verdes que la ova, no me digan que no. Nos enseña sus tripas el átomo y lo primero que hacemos es desarrollar bombas atómicas; estudiamos los intríngulis de la célula, y sacamos las armas químicas; avanzamos en la estructura cerebral, y la usamos para el dominio mental del prójimo hasta en técnicas de supermercado…


Así que tampoco sé lo que haremos, o desharemos, con el nuevo juguetico de la IA… Pero, visto lo visto, me puedo esperar cualquier cosa, eso sí, ya no me hablen del azar, por favor; si acaso de agua de azahar, que es lo que vamos a necesitar. Cuando me pongo en plan Isaac Asimov doy por decir que nosotros, los humanos, somos algoritmos de Dios… pero autónomos, claro. Que se nos ha dotado de una autonomía tal que solo cargamos la escopeta para hacernos la puñeta, por decirlo al mejor estilo tío Juan Rita.


Y ahí mismo es donde me pierdo. ¿Qué propósito hay implícito en que seamos tal calamidad?.. Quizá seamos esos llamados “renglones torcidos de Dios” con los que se escribe derecho, y no somos capaces de ver una jodida papa; o puede que seamos los satanes necesarios de la Creación, que las iglesias nos han trampeado para ponerlos como enemigos cuando parecen ser sus colaboradores necesarios… Ya me contarán los que vayan por delante hasta que yo me plante.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.cominfo@escriburgo.com


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