¿Cuál es nuestra nueva normalidad?.. ¿acaso tratar de ser normales ante lo que no hemos sabido enfrentar?.. No es lo que se anunció hace pocos meses con aires de operación triunfo, ni mucho menos. No hemos sabido – ni tampoco querido – gestionar la pandemia como hubiera sido menester. Ni por parte de las autoridades ni por parte de los ciudadanos. Incluso donde nuestro sistema autonómico de taifas ha colaborado al fracaso con gran empeño… Los intereses políticos de cada taifa ha primado sobre los sanitarios, y los segundos han sido utilizados para joder a los primeros (según partido y picatoste, claro).
El caso es que la gente, por un lado, y las personas, por otro, intentamos encajar nuestras existencias en esta especie de “sálveselquepueda”, al que, de momento, nos vemos abocados… No, no me ha equivocado, he escrito gente y personas como cosas separadas, porque son dos conceptos distintos, dos realidades diferentes. La gente es lo gregario, montón y plural, y actúa como todo rebaño, con una respuesta unificada; y la persona es el individuo, el singular, y actúa por sí mismo. Cuando la persona se convierte en gente, en grupo, deja de ser persona, y piensa como la gente y actúa como la gente. Es más cómodo dejarse llevar… Pero, hecho este paréntesis intelectual, y volviendo al tema, los seres humanos hemos de encajar nuestras vidas y nuestros trabajos, o nuestros compromisos, en esta Caja de Pandora que es el aún irresuelto coronavirus.
A mí, por ejemplo, me han avisado desde la Emisora de Radio para anunciarme que retomamos mi programa semanal de los viernes, Desde El Mirador, que quedó abandonado en la cuneta, como tantas cosas y casos, en la retirada masiva de la pasada primavera ante el bombardeo del Cóvid-19. Es una buena noticia, y me congratulo de ella, aunque no dejo de reconocer que es un intento de regresar a un estado de normalidad dentro de una anormalidad previa, y eso no es más que un ensayo de posibilidad. Solo eso. Otra cosa es que sea posible. La puesta de mascarilla es una de las barreras, nada desdeñable por cierto, como otra bien puede ser que a los de mi quinta, que ya no tenemos sexta, se nos vuelva a encapsular como muestra de que sí se puede (el re-confinamiento)…
…Al fin y al cabo, somos baratos de archivar y fáciles de acomodar. Como los alimentos – o elementos – a punto de caducar. Como las especies a extinguir. Cuestión de oportunidad. Y entonces, otra vez esa vía de comunicación que se reabre se vuelva a truncar, salvo que decidan hacer el programa telemáticamente, que parece también que sí se puede… Entonces, el reconfinamiento sería un poco menos duro. Ya veremos. Es que, discúlpenme, pero me veo como si mi misión ahora fuese cosa de matar el tiempo, al igual que la misión del tiempo es matarme a mí… Y en eso, entre exterminadores del otro, ambos nos entendemos.
No es normal esta normalidad. Es una normalidad rancia, viejuna y triste. España es como un barco que se hunde mientras las ratas se despedazan entre ellas y los ratones corremos buscando un trozo de madera al que asirnos durante el naufragio, aun sabiendo que las ratas se reservan para sí mismas su propia salvación. Siempre. El Banco de España, la OCDE, el FMI, todos los foros monetarios propios y ajenos, prevén una caída brutal de nuestra economía y que el posible crecimiento futuro quede lastrado y sea mucho más débil aún del ya débil previsto. Vale. Pero eso no lo veremos en las nóminas de las ratas, ni en las de sus socios ni enchufados, ni a la derecha ni a la izquierda del timón. Mientras los ratones nos hundimos, unos detrás de otros, las ratas seguirán arriba, echándose las culpas entre las unas y las otras…
Y mientras esa anormal normalidad (o subnormal normalidad) se asienta en nuestra común y nueva realidad, cada cual procure hacer de su capa un sayo y tratar de pasar con él hasta que escampe… ¡Ah!, me van a preguntar, ¿pero escampará?.. Naturalmente que sí. Al final siempre escampa, siempre. Otra cosa es lo que nos encontremos – o lo que NO nos encontremos – cuando salgamos de nuestras ratoneras. Los destrozos de la pandemia a nivel de vidas humanas y a nivel material serán considerables, eso ya nadie lo niega, y lo que deberíamos haber aprendido de ello a nivel moral e intelectual, eso ya casi todos lo dudamos. Los comportamientos nos retratan, nos selfian, nos coloca en nuestra respuesta al problema, y nos sitúa en nuestro lugar en la historia… Y, la verdad, no sé, pero no veo yo que quedemos en una posición muy airosa, no, no lo creo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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