Hace unas semanas, aprovechando la canícula veraniega, las palas arremetieron contra los muros de la cárcel vieja de Murcia. El alcalde Ballesta estuvo presente con el hisopo municipal en mano, bendiciendo lo que se quiera que sea, ésta de verdad, una nueva realidad para un recinto que aún levanta ampollas contestatarias en la ciudadanía capitalina. De hecho, una organización, Huermur, lo ha puesto en el juzgado. Ignoro los alegatos y motivos, por lo que no opinaré sobre sus razones o sinrazones, pero el caso es que la denuncia ha sido admitida a trámite, y ahora el Ministerio de Cultura estudia paralizar las obras, si bien que de forma cautelar…
Desde luego, en esta región las viejas cárceles resultan conflictivas. A mi amigo Pepe, el cartagenero, una asociación vecinal arremetió contra su adquisición por parte del Hospital que dirige, por una cuestión puramente demagógica y de barrio, de estrechez de miras… Ahora, a mi otro amigo Pepe, el murciano, le ponen palos en las ruedas por otras cuestiones que están aún por aclarar. Lo que digo, que le tenemos querencia – dudosa – a los viejos penales. Mientras están criando ratas y miseria, nadie se remueve, pero cuando se les quiere poner en valor, empiezan a salirles Torquemadas por todos lados. No me digan que no resulta curioso…
Yo me atrevería aconsejar a mi amigo Pepe, el alcalde, que una de dos: o lo destina a algo genéricamente cultural, exento de cuestiones políticas e ideológicas, o lo destina a la memoria histórica, sin distinción alguna de bandos y banderías… En el primer caso, el tiempo se encargaría de ir borrando suspicacias y connotaciones que no vengan a cuento, por muchos intereses que haya en que así parezca. En el segundo caso, habrá de hilar con una escrupulosidad de cirujano, y tratar esa herencia de la historia con equidad, equilibrio y justicia. Y aún y así, siempre le surgirán críticas por sectores que no se crean suficientemente representados. Este país aún no ha superado las diferencias. Y lo que es peor, nuestros políticos tampoco colaboran en hacerlo…
La cárcel vieja murciana lleva pegado a sus muros un exceso de sufrimientos tampoco superados aún. Ignoro si en los convulsos tiempos del ensayo republicano habrán sido testigos de injusticias sobre las personas. Tampoco sería extraño. Pero nada más acabar la incivil guerra civil, sí que se usó para hacinar alrededor de cinco mil presos políticos, fruto de la depuración que suelen hacer los que la ganan sobre los que la pierden. Es lo que traen las guerras fratricidas. Mucho más cuando desembocan en dictaduras. La historia vital de cientos de personas de allí terminaron de espalda a las paredes del cementerio de Espinardo…
Algún caso conozco cercano que así fue, como algún otro igual de próximo que salvó la vida gracias al ardid y avales de personas con más sentido de humanidad que de ideología… Pero toda esa tragedia, toda esa vergonzosa calamidad, o se refleja con una exquisitez inmaculada, de condenas y/o reconocimientos que no se presten a torcidas interpretaciones, y que sirva a todo ciudadano a no repetir los errores y horrores cometidos, y aprender de las lecciones de la Historia toda la verdad entera, sin manipulación alguna… o si ello no fuera posible, por la falta de madurez y la sobra de incultura e ineducación de la gente, más vale obviarlo todo y destinarlo a una cultura más… llamémosla, ecléctica.
Pero eso, lo que sea, desde el principio y sin complejos ni querer quedar bien con todos. El prometer, al primer embate, un espacio con placa para la memoria de tales, en una segunda fase del proyecto, aún no definida, es peor, mucho peor, pues suena a una especie de compensación, a una forma de menosprecio, como si tales víctimas fueran un segundo plato que se pone en la mesa porque algunos han protestado. Después de los unos vendrían los otros. Y luego, los unos de nuevo, con comparaciones y agravios comparativos. Y nunca acabaríamos con lo que ya está bien que terminemos de una p… vez por todas.
Mi hermano y yo estamos a tiro de piedra de presentar un libro sobre la peripecia de mi padre en esa guerra, como piloto de la República, editado por Planeta… El mensaje que transmite el Teniente Galindo tras una odisea de infortunios con exilio entre dos guerras, es la clave de bóveda de lo que intento decir aquí. Lo comunicaremos en su momento, y debidamente quedarán todos invitados a tal(es) acto(s) como a la lectura del libro… Ese es el espíritu de que se trata. Ese mismo, y no otro…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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