Cuando la primera ola, en el primer confinamiento, yo también fui uno de los crédulos que pensaron que de la pandemia esta íbamos a salir más fortalecidos humanamente, más responsables y más solidarios, lo confieso… Pero me he dado cuenta que no ha sido así, que no es cierto, que aquello fue un espejismo utópico motivado por un shock para el que no estábamos preparados. Que lo del balconeo fue como lo del tardeo, o sea, un postureo. Pienso que la experiencia del coronavirus, al principio lo que hizo fue corregir – quizá falsear – el foco de la solidaridad, aumentando en pantalla de plasma unas imágenes de balcones aplaudidores a los que podíamos sumar la participación de nuestro selfie… en realidad, nos aplaudíamos a nosotros mismos, a nuestra propia actuación…
Pero no, no nos hemos convertido en mejores… Posiblemente, en mejores publicistas de nosotros mismos, en más oportunistas, pero nada más. Hemos desarrollado el “marketing solidario”, igual que ayer desarrollamos el “marketing verde”, dado que ayer se vendió lo verde como hoy se vende lo solidario, los últimos y exitosos inventos de la perversión del capitalismo. Ejemplos: si compras bragas de nuestra marca, ayudarás a la investigación contra el cáncer de útero; si gastas la leche tal, colaboras contra el hambre en el mundo; si usas el champú cual, por cada bote plantas un árbol; compra lo mío, tío, o tía, que soy más verde, o más solidario, o más lo que haga falta, que nadie…
Almudena Grandes, comentó en un artículo suyo al respecto, que una militante antifranquista curtida en arrestos, palizas y persecuciones, que hizo colas en cárceles para visitar a su marido, símbolo de la resistencia comunista (la auténtica) le confesó que “jamás había oído hablar tanto de solidaridad en su vida que ahora, cuando hay infinitamente menos solidaridad que antes”. Serían (son) unas palabras muy duras (ya que son testimoniales) si tuviéramos la suficiente conciencia como para analizarlas y examinarlas ante nuestro propio espejo.
Tan solo he visto un reflejo fugaz y luminoso. Un destello breve y solitario, en el hijo de una barrendera… En aquel joven, ¿alguien se acuerda de él por casualidad?. Que en Logroño salió una mañana temprano a sus calles, en compañía de unos pocos amigos, con fregonas, cubos y escobas de sus casas, para limpiar las pintadas, la basura y la mierda que un botellón – de esos de jóvenes concienciados, verdes y solidarios ellos – habían dejado manifestándose en “su” libertad, claro… Su motivo: “porque su madre era limpiadora municipal, y a él le dolían en el alma los dolores de espalda que ella padecía para poder mantenerlo a él dignamente”…
Un minimovimiento que se vio sofocado en su primera intención, incluso sin rehusar las burlas y amenazas, por el resto de una sociedad que clama a favor de esa extraña libertad suya de hacer cualquier cosa que le venga en gana a su personal hedonismo e intrínseco egoísmo. Hasta se vio silenciado por los propios medios, y por una opinión pública que estaba esperando llenar terrazas, atiborrar esas mismas calles una vez llenas de luces, y de tiendas llenas de cosas, y de cosas llenas de vacíos, donde revolcar su consumismo con el que fabricar nuevas basuras. No importa contagiar ni contagiarse, si no aborregarse en el belén viviente, y sirviente, del espíritu navideño en puertas.
Así que no… no me vengan con historias ni cuentos para adormecer almas ahítas de buenismos y papanatismos. No me lo creo. No vamos a salir mejores, ni más solidarios, ni más de nada en general. Vamos a seguir siendo igual de hipócritas que éramos antes de todo esto, quizá que hasta más aún, si ello es posible, acomodados a la piel del camaleón que mimetiza su color según toca… pero nada más. Y no es cuestión de pesimismo ni de leches. Es solo que realismo puro y duro. Lo único que hago es contar lo que veo. Y es lo que veo todos los días de mis días. En todas partes.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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