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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

DE ESO SE TRATA...


(de Iberlibro)



¿Alguien se acuerda del revuelo que hace años provocó Dan Brown con su “Código Da Vinci”, o ya se ha olvidado?.. Es que, aparte de vender millones de ejemplares y que los papanatas colapsaran el Louvre para hacerse selfies frente a la Gioconda, me temo que no ha servido para mucho más que salvo para forrarse, claro… En aquella época ya escribió este servidor de ustedes que el autor había creado su novela apoyado en un ensayo aparecido décadas antes, desarrollado por un par de investigadores ingleses, serios y fiables, y cuya querella – como así ocurrió – la eludió hábilmente Brown citando la obra de referencia enredada sutilmente en la trama del relato. Yo ya tenía ese libro muchos años antes, entre los de mi confusa biblioteca, y por eso pude darme cuenta anticipándome a los hechos, y contándolo en su momento.


Se trata de “El Enigma Sagrado”, y los investigadores: Michael Baigent y Henry Lincoln… Pues bien, cito todo esto para los que tengan memoria, porque el primero de ellos, posteriormente a todo esto, escribió en solitario otro libro: “Las Cartas Privadas de Jesús”, hace quince buenos años ya, por el que, incomprensiblemente, obtuvo una muy escasa atención, y donde se aprecia que todo el poder e influencia de la diplomacia vaticana se movilizó para acallar su contenido en todos los foros públicos y académicos.


Esto es posible en el mundo actual por un par de razones inequívocas: Una, la aún enorme fuerza que tiene la Iglesia Católica en las cancillerías y medios de comunicación, dado que sus tentáculos llegan a todas las administraciones y cenáculos políticos, donde se ostenta ese poder (Opus Dei y demás organizaciones)… Y la otra, la no menos enorme epidemia de voluntaria y cómoda ignorancia e incultura que invade el mundo; donde la gentificación sobrepasa, con mucho, la personalidad y el librepensamiento; en que el borreguismo adormece a las masas de procesión a misas.


Pues bien, resulta que, como mi vicio de leer se amplia con el de releer, donde recaigo periódicamente (mea culpa), mi repaso hacia atrás me ha llevado de nuevo a soparme ese título de hace tres lustros, y que conservo en mis estanterías más vetustas, plagado de subrayados, citas y comentarios, según mi costumbre; y que me reactualiza en lo que ya supone un tema archirecurrente en mi persona…


Mi método, mi sistema, mi estrategia, mi loqueustedesquieran, es no releerme ninguna novela, pero sí los ensayos, las obras de Historia o de investigación, por un par de motivos que creo importantes: primero, porque me ayuda a reactivar una memoria en plena pérdida de facultades por mi edad; y segundo, porque así actualizo su contenido con todo lo trasegado posteriormente sobre tal materia… Pero esto, que sí, que vale, que bueno, si se lo fío a la cabeza, se perderá indefectiblemente, pero si lo escribo y lo comparto con los que me leen, a lo mejor, posiblemente, puede… que algo quede colgado por ahí, en algún nubarrón. Y como de eso se trata, pues se me ocurre, con perdón, claro, atreverme a exponerles muy serias y razonables – y basadas – dudas (como mi amigo, otro autor, José Hernández Mondéjar) de que Jesús acabara muriendo en la cruz; y la no disparatada posibilidad de que saliera vivo de aquel evento… Entre una ingente recopilación de datos, y flagrantes, si bien que disimuladas, contradicciones entre los evangelistas, enumera en todo un capítulo una serie de puntos de razonadas incongruencias, que aquí sería imposible enumerar vista su extensión.


Como algunos ejemplos entre muchos, el que Lucas informe de que a la multitud la mantuvieron a lo lejos (23:49), pero que los romanos hicieron, incomprensiblemente, una excepción muy extrema con Juan y las Marías; o que manara sangre en la lanzada dándolo por muerto ipso facto, cuando un cadáver no sangra; donde una pena por crucifixión en que se tarda de dos a tres días en morir, Jesús lo hiciera en unas pocas horas y sin quebrarle las piernas; o que el evangelio de Marcos (15:43-45) en su original en griego, José de Arimatea solicitara el cuerpo vivo (“soma”) de Jesús a Pilatos, y éste le contestara con “ptoma”, que es cuerpo muerto; o que se diga que fue embalsamado con áloe y mirra, cuando ambas sustancias eran curativas de heridas, concretamente la segunda contra las hemorragias, etc., etc., etc…


Docenas de dudas razonables ponen a pensar a cualquier persona de mente abierta… Ese libro, con 375 páginas repletas de datos, documentación e información, que no han sido desmentidas con base, a pesar del tiempo desde que han sido escritas – solo el negacionismo más ortodoxo las contesta pero no las refuta – y, sin embargo, no es esa mi conclusión personal: lo que me sorprende es que, más de dos milenios de Iglesia se sostengan en una “resurrección” de la carne que ningún verdadero Hijo de Dios necesita para demostrar su Mensaje. Es todo un despropósito casi esperpéntico. ¿Cómo y por qué ese desafuero ha prevalecido en una religión durante tanto tiempo?..


Posiblemente que la única explicación resida en algo tan elemental y sencillo como que está basada en el Dogma. Un dogma unilateral y autoasignado por imperativo impuesto, fuera de todo sentido lógico, que ha suplantado a la auténtica fe, que es la razón, repitiendo, coaccionando y machacando un solo y único disparate una y otra vez: que la fe ha de apoyarse en el dogma, y que el dogma es la fe… A los que no participamos de esa fe impuesta, envuelta en el colorido papel del embuste, se nos llama “infieles”, ateos, descreídos o impíos, cuando no renegados, esto es: no tenemos fe, al igual y en paralelo a los del Islam, para los que somos infieles a los que eliminar. Es tan fácil de entender como eso.


Otra cosa, como también los “fieles” musulmanes, es que queramos abrir los ojos y darnos cuenta que hemos estado… que estamos siendo, manipulados. Que se nos hace adorar al mensajero en vez de al mensaje (al primero lo han eliminado, y el segundo lo han manipulado)… Y pido mil perdones, please, pero eso mismo hizo Franco con José Antonio, por si no lo recuerdan, o no lo quieren recordar…. En fin, a eso también se le llama adorar al santo por la peana.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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