España es el país de Europa con mayor incidencia de contagio de esta llamada “tercera ola” de la pandemia. Estamos por encima de la media del continente, y sin calzador… y eso tiene que ser por algún motivo, o motivos. Posiblemente se deba a nuestra pésima gestión. Y, en este caso, cuando digo “nuestra”, hablo de toditos todos, en general, no del gobierno y sus alrededores y sus abrevaderos, que también… Es un “nuestro” donde entramos todos y no se salva ni el que puede…
El gobierno tiene su parte de culpa, naturalmente. Se empecina en pasar de cuanto los profesionales médicos, investigadores y científicos aconsejan, y aplicar solo las medidas políticas y económicas emanadas de su fantasmal y evanescente “comité de expertos”; la distribución y aplicación de las vacunas es de una lentitud pasmosa, eso sí, aderezada de apañados y apañadores ventajistas dentro del sistema, y porcentajes engañosos y manipulados con medias verdades. Lo cierto es que, a este paso, ni en un par de años estará inmunizado el 70% del rebaño… Además, está en guerra contínua con las comunidades autónomas (incluso con parte de las suyas) con las que es incapaz de establecer un mínimo consenso…
Que esta es otra, hermana potra. Nuestro sistema autonómico es un completo desastre, una auténtica jaula de grillos. Unas regiones, por motivos exclusivamente políticos; otras, por intereses bastardamente territoriales; otras, por enfrentamientos claramente personales, aquí vale todo menos el interés del general de los ciudadanos y de los profesionales de la salud… En esto, como en bastantes otros casos y cosas, pero en esto muy especialmente, nuestro sistema de autonomías es lo peor que le puede pasar a un país. Diecisiete normas distintas, diecisiete leyes diferentes, diecisiete formas distantes de enfocar y tratar un mismo problema, aunque el problema sea de salud pública… Es como si encerraran a diecisiete gatos – y gatas – en una misma jaula, que mientras tengan una raspa para cada uno puede pasar, pero cuando han de gestionar una sola raspa entre todos y todas entonces puede pasar cualquier cosa. Se ponen de manifiesto los reinos de taífas y a qué sirven sus taifeños reyezuelos… o a quiénes sirven, o de qué se sirven, o, como en este caso, para qué leches sirven.-
Y aquí aparece otra parte responsable, e igual de culpable, de este desaguisado: los políticos… Sobre todo los de la oposición, porque no es de recibo, ni ético, ni moral, ni honrado, utilizar el oportunismo de una crisis sanitaria donde la gente está muriendo a chorro, para usarla como arma opositora, como una herramienta para derribar al gobierno que debería brindar el apoyo político que requiere la situación. Ya llegará el tiempo de repasar las cuentas y exigir responsabilidades. Ahora se debe acudir a la seguridad y la salud de la gente, no al beneficio electoral que deparan tan tristes circunstancias. No es el momento.
Y la otra parte culpable, y no pequeña, somos nosotros, la propia ciudadanía, que actuamos con una ignorancia y una irresponsabilidad de libro… Saltándonos las normas de cuarentena, juntándonos, haciéndolo todo lo mal que se puede hacer. En lo de las restricciones barísticas, por ejemplo, hemos dado el cambiazo al “parallevar” por el “paraquedar”, y tan panchos. Vamos, nos ponemos en la cola para adquirir la consumición, pero no para llevárnosla, sino para quedarnos allí, con otros colegas de fortuna, o no, a tomárnosla en la vía pública, echando un pitillico y desprovistos de todo cuidado. Y la pólice, yo no te he visto, Evaristo, que esto no estaba previsto… Pues más vale que abran las terrazas, ya que es mucho peor el remedio que la enfermedad. Lo de las fiestas juveniles es un punto y aparte para coleccionar denuncias y presumir de ello…
En realidad, si un país como éste, al final de toda esta pesadilla del Cóvid, queda bien parado y sale adelante, será todo un milagro. Pero no es una rareza que estemos por encima de la media europea en muertos y contagios, no, es lógico, casi que normal… Aquí nadie hace nada, pero todo el mundo protesta por todo… Aquí, le guste o no al gobierno de turno, lo único que funciona es el confinamiento puro y duro, y la policía y el ejército patrullando por las calles. Es lo único efectivo, y no crean que no me dá vergüenza reconocerlo y decirlo…
Pero, de hecho, si nos paramos a pensar un poquillo, en serio, nosotros mismos pediríamos a gritos el aislamiento… Es lo que hacen los que saben que no pueden controlarse. Deténganme, guardia, antes de que la haga… Y claro, de tal palo, tal politicastilla…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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