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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS



(de El Correo Español)


Hemos de reconocer, las cosas como sean, que este Francisco Papa ha sabido atraerse a sus seculares enemigos de la más española izquierda, a comer de su mano. El hombre, con su talante y talento, pontifica que te pontifica, no solo los ha anulado y les ha dado un pase de lado, si no que ha tenido el mérito de reclutarlos como aliados… No es que se trate ya de convertirlos a la fe católica, que luego a luego hasta ya se andará, aunque eso es lo de menos, pero sí que, estratégicamente, los ha trocado en sus “fans” más aplaudidores. Yo no digo que eso sea bueno ni malo, pero sí que no es normal… sea expuesto con todos mis respetos, naturalmente.


El pasado verano, por ejemplo, nuestro Ministro de la Presidencia, tras más de una hora de audiencia y aquiescencia, a su salida y vuelta al ruedo… perdón, a casa, proclamó urbi et orbe, con fervor de converso, que “su gobierno socialista y el Papa compartían los mismos valores” (¿?), sin ningún tipo de duda, ni matización ni fisura… Un tiempo antes, fue la Vicepresidenta Yolanda Díaz, la que salió visiblemente emocionada y al borde de la lágrima vaticana, tras regalar al pontífice una estola hecha de plástico reciclado, – ¡joer qué detallazo! – la que declaró su “total comunión de ideas con el Papa” (¿?). Le faltó añadir que lo había asociado a su, entonces plataforma, Sumar… o “ahora sí que sumamos más”.


A los finales del pasado año, fue el mismísimo Pablo Iglesias el que no tuvo empacho alguno en declarar que “Francisco hablaba como un comunista” (¿?), así con toda su coleta que aún no se había cortado. Esos mismos calificativos usaba Franco para con Juan XXIII, pero en plan borde, y con todos los tirillas epíscopos que por entonces le tiraban del braguero… Claro que con el Caudillo eso era un insulto de colmillo retorcido, y con Pablo Iglesias fue un babeante piropo almibarado. Le faltó a este último cantar La Internacional en latín renacentista. Los sainetes llevados a cabo por el Ejecutivo al principio, con ocasión del desahucio de los restos del espadón del Valle de los Caídos y no levantados, no fueron tampoco menos elogiosos y ditirámbicos hacia el Vaticano, con toda su prosopopeya hacia el personaje papal.


Con esto, no quiero yo decir que los herederos ideológicos de la Pasionaria y Largo Caballero llevaran su ateísmo militante por bandera, ni al extremo de amortizarle en plan Mendizábal las Sandalias del Pescador, que tampoco es eso… A un amigo como Bergoglio no se le hacen tales fueras de tono. Pero sí que, con toda educación y cortesía, se le hubiera podido insinuar la (ya va siendo hora) separación real entre Iglesia y Estado anulando un Concordato que nos tiene vergonzosamente atados a una Conferencia Episcopal que actúa como Torquemada impunemente contra nuestros gobiernos democráticos. Tanto anticlericalismo de boquilla; y tanta clericalla de bolilla; y tanta enseñanza religiosa de privatilla; y tanta obispalía que se inmiscuyen impunemente en cuestiones de Estado, para luego salir haciendo genuflexiones hasta írseles todo punto…


Ahora resulta que el Papa, éste papa al menos, como en la película de Scorsesse, es “Uno de los Nuestros”. Acohonante. Está meridianamente claro, o así me lo parece a mí, que el machismo y la homofobia institucional de la Iglesia; la cavernaria oposición al más mínimo acercamiento al tema del aborto; su insensible postura con los de la Lgtby; el inmovilismo en lo de los anticonceptivos, y/o la libertad sexual (no digamos de conciencia); la rigidez mortal e inmoral ante la investigación genética que salva vidas; el expolio de las inmatriculaciones; la criminal hipocresía con respecto a los abusos de críos y crías por parte del clero…


…Todo eso, de golpe y porrazo, desaparece de una soplada ante los rendidos ojos de estos “rojos”. De esta izquierda española nuestra. Pelillos a la mar… A revestirse de rigurosa mantilla ellas, y de torero con refajo ellos, si preciso fuere, y olvidemos los tarareados principios irrenunciables que han de guiar a nuestro muy progresista gobierno. Que viva la Semana Santa, todo el santerío patronal y patronímico, y todo lo proceloso y porcelanoso de las romerías y andadurías santas y las indulgencias a manta. Ellos ya “son de los nuestros”.


Entiendo que es difícil resistirse al incienso, la púrpura, el boato y el boniato de la curia romana (recuerdo – perdónenme – aquella fórmula que usaban contra Satanás: “¿renuncias a sus pompas y a sus obras?”) y todo aquello… La escenografía católica cautiva a la vez que atemoriza, para eso está concebida, y aún y a pesar de este franciscano Francisco, concedámoselo, que ha lijado mucho de sus parafernalias agotadoras y acogotadoras. Pero no comprendo la indignidad de una renuncia que forma parte intrínseca de una ideología… Salvo, claro, que eso de las ideologías, ya se haya quedado en un hábil y viejo cuento de Calleja para trastear conciencias modelo Coronel Tapioca. Esas que ya solo se usan para sentar culos, y culas, en el poder.


¿Dónde está pues la diferencia entre una derechona (que es la nuestra) más católica que el San Pablo que la fundó, y nuestros correveydiles más izquierdosos y famosos?.. Sí, vale, bueno, claro, de acuerdo, ya lo sé… están en otras cosas: no hay que olvidar la diplomacia; somos una izquierda civilizada (yo diría domada), no terrorista; la mayoría del país y más de la mitad del paisaje y del paisanaje aún mea agua bendita… Pero no es eso lo que estoy tratando aquí. Mis respetos a todo ellos. Lo único que expongo, si ustedes me lo permiten, claro, es que se puede ser educado a la vez que tener principios. Y pedirles, sin fiereza pero con firmeza, por ejemplo, que nos devuelvan la Mezquita de Córdoba… Salvo, naturalmente, que esos principios en realidad sean unos finales.


Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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