No sé si ustedes han observado, o no, que, cuando todos los meses se dan los datos de empleo en España, si sube, o si baja, mientras los representantes políticos, sindicales o empresariales, sueltan sus justificaciones más o menos felices, más o menos desgraciadas, las imágenes que te ponen los medios de comunicación, invariablemente, es de camareros por aquí y por allá, o mozas en una barra, en las cocinas de un “resta”, en sus faenas, en fin… No es ninguna casualidad. Es que, en este país, el motor del empleo está etiquetado, y enquistado, en la hostelería. Si es temporada festera o turística, el empleo sube; que no… pues el empleo baja. Yo no sé si es que no tenemos otros polos generadores de empleo que ese. Me temo que no.
Lo digo, porque, recientemente, ha salido a la luz un informe de los sindicatos en que se descubren unas cifras, si no preocupantes, que yo creo que sí, al menos vergonzantes: en hostelería, más de un 15% de los contratos son irregulares; en más de un 50% se está pagando en negro; y casi en su totalidad se echan una media de un 60% de horas extras más, que no se pagan… Pues si esto es así, como afirman las centrales sindicales, encima de que la firma de su Convenio Laboral lleva varios años sin firmar, y este es el sector profesional que tipifica el empleo en España, entonces la calidad de ese mismo empleo mayoritario en este país es paupérrima. O, como mínimo, establece un escalón brutal en los niveles de desigualdad que ostentamos (uno de los mayores de Europa, por cierto)…
Es una simple regla de tres – me ilustra un amigo economista – y se basa en que España ha apostado su desarrollo económico en el turismo; el turismo necesita un sector amplio de servicios base y fuerte en el que apoyarse: la hostelería; y la hostelería, para ser competitiva con el resto de los países, ha de mantener bajos sus costes… Así que, blanco y en botella, me dice… Pues, si así es, le contesto, toda la autocomplacencia y autobombo de políticos e instituciones cuando disminuye el paro, lo que esconde es que ese empleo que sube parece que, cada vez más, es de ínfima calidad: temporal, mal pagado y abusivo… Algo así, sí, me corrobora, pero no querrás que, encima, se diga toda la verdad. Se habla de la cantidad, pero no de la calidad. Y se tolera la explotación para encajar los números, a pesar de su precariedad.
Ignoro si esta Reforma Laboral sacada por los pelos y de retruque, acabará con esta especie de semiesclavismo, o solo la paliaría, que yo no lo creo, salvo que coticemos la caña o el café a costo europeo, claro, y el que no pueda pagarse su almuerzo, pues que traiga fiambrera de casa, o el que no pueda salir todas las semanas al chiringuito, que lo haga una vez al mes, y no creo que estemos por la labor… Por eso creo que no cambiará la naturaleza bajuna de tal, y tan importante, nicho de empleo ibérico… Y eso, a mi entender, no es un avance social, si no un retraso. Cuando las políticas competitivas se realizan machacando la base laboral a extremos indignos, algo está fallando estrepitosamente en conceptos donde no encajan la teoría con la realidad.
En mi pueblo, donde nací y me crié, los camareros de los bares que conocí, mantuvieron muy dignamente a sus familias durante toda su vida… Hoy, eso casi que ya no es posible, a pesar de cuánto ha evolucionado, ¿o acaso involucionado?, la economía de entonces a la de ahora… Hoy lo desempeñan eventualmente personas jóvenes; familias con doble, o triple, empleo; simultaneando paros temporales con chapuzas. Esto es, un infratrabajo de chapa y remiendo, incapaz de dar de comer a unidades familiares… Antes, sin embargo, sí que era posible. El mismo fenómeno de precariedad se está viendo también en el sector comercio. Idéntico. Ahora, el empleo de dependiente es un trabajo eventual, para jóvenes, mal pagado y de poco arraigo; cuando antes existían dependientes que mantenían su familia con toda dignidad, y se jubilaban dignamente en el comercio de toda su vida… Y lo curioso del caso, es que los consumidores tenían bastante más baja capacidad adquisitiva que hoy…
La actual competitividad, basada en la alta productividad, puede que sirva para algunas cosas, no para otras… La calidad del servicio, o del producto, hoy es francamente menor; y la calidad del empleo que procura es pura basura. Es exactamente como la calidad de nuestros políticos. Son competitivos, puede, pero solo entre ellos, para disputarse el asiento, no para los ciudadanos que los mantienen… Y si dignidad es tan baja como su calidad, pero proporcional a su cantidad. No así su costo, oneroso, de tal forma que se produce el fenómeno de que el producto es más rico y poderoso que la clientela que lo utiliza y lo paga. Justo al revés que la hostelería y el comercio…
En la I República Española, año 1873, su presidente, Estanislao Figueras, presentó su dimisión de aquesta guisa: “señores, voy a serles franco: estoy hasta los cohones de todos nosotros” (dijo “nosotros”, no “vosotros”)… y lió su petate y se largó a Francia, de donde ya no regresó… Eso, claro, lo hizo un político honrado, honesto, con respecto al resto de sus inmorales cuentistas que viven del cuento… Hoy es impensable que ninguno haga eso, si no más bien todo lo contrario. Lo lógico en la actualidad, si ello fuera posible, sería dimitir toda la ciudadanía de todos ellos, plantarlos en las urnas, e introducir una sola y única papeleta manuscrita: “estamos hasta los cohones de todos vosotros. Largaos de una p… vez, y no volváis”…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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