Lo tengo delante de mí, en primera página de portada de E.P. (28/03), en foto de plana… Es difícil de describir, si pensamos que estamos cuesteando, y costeando, la cuarta ola de la pandemia mortal de Cóvid.19: cientos de jóvenes exaltados, sin máscarillas, unos aupados encima de otros incluso, con las manos alzadas, cantando, gritando, bebiendo, fumando y exhibiéndose ante la cámara… Es Madrid, pasadas las 23 h., en que cierran los mamaderos, pero que los mamadores siguen con la mamandurria en la calle, cuando no en locales clandestinos, viviendas o pisos francos. Según la policía madrileña, 3.765 fiestas furtivas en lo que va de año… Pero eso es el gran escaparate de lo que ocurre, a menor escala, en el resto de las ciudades españolas. Aquí, en nuestra región, también, y no poco…
Sin embargo, la clave de tal fenómeno reside en la media docena de palabras de una chica de 23 años, a la que el periódico pone voz y nombre de Martina: “estas fiestas me dan la vida…” aunque a otros les den la muerte, sabe pero se lo calla (añado yo a modo de apócrifo) y siembren sufrimiento alrededor de los casos que ellos levanten al su alrededor. Ese es el quid. La cuestión ya ni siquiera reside en lo medido o desmedido de lo que hoy se considera una fiesta – esos chicos llevan desde el mediodía, o desde la noche anterior si es fin de semana – sino en la absoluta carencia de conciencia y de la más mínima responsabilidad por las consecuencias que sus actitudes están provocando. Prefieren “ese” tipo de diversión, aún sabiendo que están provocando muertes entre su entorno social más cercano e íntimo… Es, ya digo, esa ausencia de conciencia lo que asusta.
A generaciones atrás “daba la vida” juergas más controlables, escuetas y civilizadas. Y nos divertíamos, claro que nos divertíamos, y mucho,, pero respetando a la sociedad que nos costeaba el jolgorio… Si la cosa ha crecido en insensibilidad, insolidaridad, desprecio y egoísmo, no ha sido por esa necesidad vital que se proclama a modo de exigencia, sino porque han sido educados (maleducados) en el más decadente hedonismo.. Y esa pseudoeducación se la hemos dado nosotros, los adultos, y se la sufragamos nosotros, sus familias (ellos no se pagan sus multas ni sus bebidas u otras cosas), y hasta se las justificamos sus papis y sus mamis… Luego vuelven a casa tras la borrachera y son acogidos entre la comprensión y el silencio culpable… Y si no nos sentimos culpables, deberíamos hacerlo por los que están muriendo por culpa de estas actitudes…
“Estas fiestas me dan la vida…” soplaba Martina. Y a mí me daría igual, y no me cabrearía ni me molestaría si solo ellos pagaran las consecuencias. Si cada cual, o cuala, sufrieran los efectos de sus propios actos. Pero no es así. En esto no existe una co-relación justa, y mueren muchos mayores e inocentes por culpa exclusiva de estos jóvenes que se lo ponen todo por montera… Es como esos descerebrados que van montados sobre un ruido, que si se rompen ellos la crisma, allá películas, pero si mata a un niño, a un anciano, a otra persona, o incluso a un animal, no puedo evitar preguntarme qué justicia hay en eso… Sin embargo, el segundo caso tiene un castigo, ya que se puede evaluar y personificar el delito, pero en el primero… ahí no, en tal caso no se les puede achacar a esos jóvenes cretinos, ni acusarlos, de la racha de infectados y afectados, hospitalizados o muertos, que sus acciones van a procurar en un par de semanas. No se les puede acusar de lo que van a provocar…
Pero el caso es que ya empiezan a provocar una alarma social que el mismo diario recoge en un extenso trabajo en sus páginas interiores. Y se pregunta qué se puede hacer para frenar este desatado vandálico humano – por llamarlo de alguna forma – que “les dan la vida” a costa de la de otros, como en el caso de los vampiros… Difícil poner el bozal a las fieras, salvo que se les aisle integralmente del resto de la sociedad que sufre sus atentados. Aunque allí, en su acuartelamiento, se monten cuántas fiestas ininterrumpidas deseen hasta que vayan encontrando ellos mismos lo que buscan… Admito que parece una barbaridad, lo sé, pero sería lo más justo, lógico y consecuente, puesto que la barbaridad es lo que está pasando por culpa de tales comportamientos.
Ahora, los jóvenes, o sus corresponsables papis, me pondrán poner a parir, me insultarán y me anatemizarán, pero que los resultados de una mala educación los paga la sociedad, está muy claro por mucho que esa misma sociedad lo oculte, justifique e insista en mirar a los balcones desde donde están los palmeros. Hoy, ahora, el resultado de esos errores se estan cobrando vidas humanas, ya que tienen poca, muy poca, justificación…
Hemos creado un monstruo sin responsabilidad, y, por lo que se deduce, también sin sentimientos. En el que su sed hedonista es de tal magnitud que pasa por encima de toda prudencia y ecuanimidad. Ya no lo disimulan, ni lo ocultan, ni se molestan en desmentirlo: “Estas fiestas son mi vida”, y están por encima de nuestros muertos…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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