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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

COSAS DE LA EDAD...


(MAFALDA, de Quino)


Cuando leo mis periódicos diarios desarrollo un ritual. Empiezo por el dorsal y última página, para luego saltar a la cabecera, y ya seguir el orden, y terminar en el crucigrama de obligado cumplimiento a mi edad, por la cosa de que las neuronas salgan al patio a hacer su ejercicio de cada día, como el pan nuestro… Lo repaso todo, sopando en aquellas noticias que atraigan mi interés, pero tengo mis espacios y columnistas fijos, de cabecera, con los que me enjuago los forros del intelecto (o de lo que sea) cada mañana. Existe una de esas paradas obligadas, en el culo del periódico nacional en el que siempre, indefectiblemente, entrevistan a un personaje del arte o del desastre, más o menos popular y conocido, al que le hacen un favor sacándolo. En muchas menos ocasiones se lo hace así mismo el periódico porque al entrevistado ni puñetera falta que le hace.


Entiendo, pues, que ese espacio se reserva más a dar un empujón al aspirante de la fama, que a lustrarse – que no ilustrarse – con aquellos que ya no lo necesitan. Una obra de caridad, o de justicia social. En uno de ellos, aparece un más joviejo que viejóven, (no voy a poner aquí su nombre, pues lo que deseo es analizar el hecho, y no la identidad), que se define a sí mismo inconformista; y que dice de sí que “pasó de ser fanático a librepensador”, lo cual tiene cierto sentido en su mudanza, aunque luego sigue, sin mayor empacho, con toda la fruslería innecesaria con la que hace pose en su rostro y en su cuerpo, y entre su música y su músika, que “hoy es crítico del sistema


…Aunque ese sistema tenga sus cosas buenas”. A la pregunta del entrevistador de cuáles son esas cosas positivas, responde, tajante y convencido, “pues… los Juegos Olímpicos, los Mundiales de Fútbol, los Festivales de rock, y todas esas cosas”. Lo que hace que, con un sobresalto, me diga a mí mismo: ¡Dios mío!, si eso es un crítico del sistema, un antisistema, ¿cómo serán los no críticos, los integrados y digeridos por el sistema?.. Y, la verdad que resulta acojonante.


Es posible, sí, puede ser, que me digan que eso no llega a ser ni siquiera un biotipo de la sociedad, de nuestra sociedad… Pues a lo mejor, quién sabe, pero un servidor del convento cree que, si lo han entrevistado en un sitio principal de un periódico principal, es, precisamente, porque no es una “rara avis” que no vende, si no todo lo contrario: porque es de una tipología que abunda, y que, por eso mismo, se vende. La prensa solo se ocupa de aquellos pájaros que ponen los huevos que el personal quiere comprar. La cabecera de ese periódico les pone el nido para participar en el negocio de una, aún en ciernes, rentable popularidad, por efímera que pueda llegar a ser… o quizá no.


Lo que a mí me llama la atención, y que me permito compartir con todos ustedes que me malcrían, es que, si esa juventud crítica y antisistema; esos jóvenes reventadores de eventos; parcantoides unidos que jamás serán vencidos; y toda esa movida, lo que quieren conservar del estatus es, precisamente, su pan de circus, apañados estamos. Lo de que no son todos, me lo figuro, pero que son una buena parte de ese todo, me lo temo… de ahí el prototipo aireado en tan puntera cabecera. Y si dicen, aquellos que lo suelen decir, que la juventud es el futuro de la sociedad, entonces está meridianamente claro que la sociedad va a seguir siendo más de lo mismo.


Perdón… en las últimas líneas del anterior párrafo, he dicho “me lo temo”. No me he expresado correctamente. Debiera decir en su lugar “me lo barrunto”, pues de ese futuro al que aludo voy a pillar muy poco. La cola de la gamba, y, luego a luego, ni eso. Por lo tanto, nada tengo que temer, aunque sí que me tome la libertad de barruntarlo. Al fin y al cabo, el oficio de los opinadores es el “barrunte”, si bien soy plenamente consciente, y así mismo lo confieso, que el mío anda sendas incómodas y pedregosas. Lo suficiente como, por el contrario del ejemplo con que éste empiezo, ser escopeteado tras un tiempo de ser acogido y conocerme el hospitalario. Resulta una constante interesante.


La vejez es potencialmente peligrosa: o se cantan las verdades del barquero, ya que “de lo perdío al río”, y “lo pasado ya se ha cagado”, o, por el contrario, se diluye entre su pan mojado en leche de su circus del Inserso; o se pierden los papeles, y hasta el “oremus”, como Ramón Tamames, que pasó de comunista a izquierdista (no… no es igual) para, por último, convertirse en vocero de esa Vox, valga la sutil redundancia, que lo usa como ariete de una moción de censura contra esa misma izquierda suya de principio, y que, ni siquiera los palanganeros de esa Falange tienen los redaños de hacerlo por sí mismos… Yo tuve el privilegio de conocerlo personalmente y departir con él, y me entristece su patética y senil figura, debatiéndose en una dignidad perdida.


Ya somos los viejos útiles para algo… Propongo a la populistoide madrileña, que, en vez de arrojarnos a los morideros de sus asilos… bueno, no, vale, residencias, que nos aproveche para estas cosas, ya que no para decir verdades como templos. A mí, por ejemplo, mis prójimos próximos tienen la bondad de decirme que “son cosas de viejos” cuando suelto algo incómodo y comprensiblemente incomprensible.; un trato amable, y perdonable, al fin y a la postre.


Pero aún conservo la enorme suerte de decir lo que me viene en gana, sin más cortapisas que las que dicta la prudencia y la conveniencia, aunque, a veces, se me achaque falta de respeto a esos buenismos hipócritas actuales, que son cinta americana en boca… Ahora se ha roto un molde: lo de críticos y antisistemas resultan más de lo mismo. ¿Ya no quedan asideros a los que agarrarnos?..


Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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