(de Medium)
Hay un par de maneras de quererte mal: creer que eres peor que los demás, o creer que eres mejor que los demás. En los libros de autoayuda… que, por cierto, cuando tanto abundan y se venden debe ser porque la mayor parte de las personas nos sentimos unos desgraciados, suelen pregonar lo de la autovaloración por encima de cualquier otro consejo. Quizá sea debido a eso mismo, a pesar de lo que nos gusta hacernos notar y aparentar en la sociedad que nos hemos construido actualmente.
Tan solo hay que meterse en las plataformas y en lo que llamamos “redes sociales” para ver el mundo de postureo y pastoreo, “selfies”, bulos, ataques, mentiras y falsas noticias; cuando no la afirmación de sí mismos insultándonos entre unos y otros… De verdadera pena. Luego, después, simplemente echamos la culpa a la existencia de esas mismas redes sociales y plataformas, para así justificar nuestra propia vaciedad. Esto es, responsabilizamos a la herramienta y no a las manos que las manejan. Como solemos decir generalizándolo todo: “la culpa es del mundo, que está como está”.
Nos negamos a ver que “los tiempos que corren”, como también decimos, están habitados por las personas que formamos esos tiempos… El mundo es como lo hemos hecho, y está donde lo hemos puesto entre todos, cada cual por sí mismo y con su granico de arena. Lo que pasa es que, en el fondo, nos sentimos huecos, sin sentido, sin ninguna trascendentalidad que echarnos al coleto; y por eso mismo consumimos esos libros de ayuda personal, que los convertimos en best-sellers; Y porque, inconscientemente, nos sentimos unos gilipollas. Esos autores nos venden el que debemos sentirnos super héroes… quiérete, ámate, mímate a ti mismo, te dicen.
Y pasa lo que pasa, que lo hacemos tan superficialmente, que tenemos lo que tenemos: una sociedad de ludópatas, egoístas y hedonistas; en consumo y fiestas continuas, tan solo que pendientes de nuestro propio físico y bienestar, como perfectos narcisos, entre otras cosas superfluas e intrascendentes… Y me parece a mí, no lo sé, ustedes que me leen valorarán si quieren, que no es así, ni mucho menos. Yo creo que no somos ni peores ni mejores que nadie… eso sí: tenemos la capacidad y aptitud para poder ser los mejores, y los peores, por supuesto, pero que solo somos lo que somos, o sea, nosotros mismos y nuestra actitud cerrada, errada… y herrada. Y que más que forraje de autoayuda deberíamos consumir un producto de autoconocimiento. Y para conocerse a uno mismo no hay nada mejor que “conocer el conocimiento”, valga la redundancia.
Desde luego (es una opinión personal, naturalmente) la solución no está en autoregalarnos a nosotros mismos para tener mejor concepto de nosotros mismos, ya que no sabemos buscar el regalo con el que autopremiarnos, ni sabemos para qué, ni a causa de qué, ni por qué motivo… Lo primero que deberíamos preguntarnos es si lo merecemos, dado que somos tan guays. Y si lo pensamos bien, a lo mejor sabemos contestarnos que no lo merecemos, pero que sí lo necesitamos… y no poco.
Pero lo que necesitamos es emprender el camino del conocimiento, y no la huida hacia adelante, que es el abalorio que nos ofrecemos a esos nosotros mismos… Quizá lo que precisamos es detener nuestra alocada carrera de salidas y regresos, de idas y venidas, de vueltas y revueltas a ninguna parte, y pararnos a pensar y a dialogar entre nosotros, si lo que hacemos es la solución a los problemas que estamos liando; o si deberíamos empieza a preguntarnos qué es lo que podemos comenzar a hacer personalmente o en nuestro pequeño grupo o célula humana (la infección viene por una célula, y por una célula se cura la enfermedad), e imponernos un código de conducta y de prácticas que solo sea una sola y única cosa: coherente.
Lo primero de todo es que pensamos y decimos lo contrario a lo que hacemos – salvo que lo digamos para quedar bien, claro – y esa es una de las incoherencias que aparecen en nuestros hechos, como ésta que hoy mismo comentamos aquí… Que nos sentimos perdidos y frustrados, buscamos cómo ayudarnos enriqueciendo a cuentistas (no todos lo son) y actuamos como zagales maleducados que se creen con derecho a todo. Nos equivocamos, por supuesto. Y nos buscamos un flautista para nuestro particular Hammelin.
Pero la verdad es que no nos merecemos nada que no sepamos ganarnos por nuestro propio esfuerzo… no puedo tampoco decirles otra cosa que esa. Y lo cierto es que tan solo puedo darles unas pálidas, y puede que hasta frágiles, pistas: que el conocimiento no se compra, ni se encuentra gratis, que se busca; que no se ofrece ni se regala, se reconoce y se merece; que no se impone, se expone; que no existen caminos establecidos, sino pies para caminarlos; que se puede compartir, pero no adquirir…
Hay personas que lo tienen al lado y mantienen ojos y oídos lejos, o cerrados; pues no quiere saber, no quieren hacer, no quieren comprender, ni comprometerse… Como también las hay que lo combaten allí donde aparece. La oscuridad tiene sicarios que le sirven, pero la luz solo se tiene a sí misma, y está sola, por si alguien quiere acercarse a ella. El problema es que nos da hasta vergüenza el reconocer que estamos más necesitados que sobrados.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com
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