Hay cosas difíciles de entender, y que, cuando uno comienza a comprenderlas, entonces no le gusta nada lo que se le viene a las narices. La peste que nota es insoportable… Es lo que pasa con las eléctricas, con las energéticas, con esas compañías que son verdaderas depredadoras sociales y económicas. Al menos aquí, en España. Por ejemplo no ejemplar: si el precio de la electricidad en nuestro país es sensiblemente superior al del resto de Europa, no puede deberse al diseño de un mercado que es similar en toda la UE, y donde las reglas son las mismas… Entonces, ¿qué es lo que cambia?..
Lo que cambia son los árbitros. Son los que vigilan que tales empresas suministradoras no se salten las normas, cumplan las reglas de juego, actuando de garante al servicio del ciudadano… En nuestro país, lo que aparenta es que no existen esos árbitros, o que, si los hay, están al servicio de las compañías y no de la ciudadanía. Eso es lo que parece mismamente. Aquí, se saltan las normas, precisamente porque saben que quiénes están para velar por ellas, o no están por la labor, o carecen de los recursos necesarios – por lo que entran dudas – o es que están engrasando las bisagras de las puertas giratorias que todo el mundo conoce para vergüenza general…
Pero aquí, tales empresas abusan de manera clara y abierta del consumidor… O te revierten impuestos que ellas ya no pagan; o se aprovechan de la facturación horaria para cargártela más cara; o vacían estanques para justificar falsos ajustes al alza; o te facturan toda la energía al precio de la contaminante, cuando una parte cada vez mayor va siendo renovable; o si autoproduces, te abona el exceso a precio de la segunda, pero te cobra al precio de la primera; o… toda una lista de rapacerías y latrocinios sin cuento pero con cuenta: la tuya…
Y no puedes hacer nada, porque los que deberían defenderte no lo hacen… Los esfuerzos de la ministra del ramo para no hacer lo que no puede, o no quiere, o no sabe, son patéticos, a la hora de intentar rebajar la factura de una energía que está poniendo en serios apuros la supervivencia de las empresas, comercios, hosteleros, particulares… y está lastrando, en suma, la recuperación económica de todo el país. Aquí, la incompetencia y la inoperancia son apabullantes si las comparamos con el control que ejercen sobre las mismas el resto de las naciones europeas… El por qué pasa es lo que no sabemos, porque, claro, no nos lo cuentan, no nos explican, no nada… Solo embustes, falsas promesas, y mentiras.
El otro aspecto de la cuestión, es que el problema esencial no es solo del mercado eléctrico, si no que se extiende a casi todos los servicios básicos: buscadores de Internet; compañías de reparto; transporte público; telefonía y comunicaciones; redes sociales y redes alimentarias; grandes áreas comerciales y multinacionales comerciales; no digamos la banca… y todos los bienes y servicios del moderno capitalismo… Esto es: unas pocas empresas cada vez tienen más poder en el mercado. Y lo monopolizan. Y bajan las calidades subiendo los precios. Y cada vez esclavizan más al consumidor. No solo con el producto y sus falsos costos, también con sus sistemas de producción y distribución, y con los nuevos métodos de publicidad engañosa y agresiva que aportan y acaban imponiendo.
A diferencia de hace unas pocas décadas, hoy existen bastantes menos competidores, y éstos ganan mucho más dinero (todo va en contra de la libertad de mercado). Donde más se ha estudiado el fenómeno, cuyo modelo se ha trasladado al resto de occidente, es en la economía americana, que ha pasado de unos márgenes de beneficios medios y generalizados de un 21% en 1.980 al más concreto y particularizado del 62% actual… Sutilmente, el sano principio de la competencia se está diluyendo en cadenas comerciales que, en su estructura de multinacionales, conserva la apariencia múltiple y competencial, pero que ya no es más que una mera ilusión, puesto que la producción y la distribución están siendo absorbidas por el sistema contrario: el de copar y manipular el mercado (vea el fenómeno Amazon).
Apuntan grandes economistas, como Jan Eckhount, que esta concentración de poder en el mercado nos perjudica a todos. A los consumidores, que, a pesar de lo que parece, pagamos costos sobredimensionados en su relación calidad-precio; a los trabajadores de esos monstruos, que cobran salarios miserables y ofrecen una volatilidad laboral espantosa; y a los pequeños empresarios (que proporcionalmente pagan el 500% de impuestos más que ellos) y que, al final, son aplastados por las prácticas oligopólicas de estas corporaciones gigantescas… Hoy nos hacen un 9% más pobres en nuestro Pib, y fomenta la desigualdad, pero seguimos careciendo de reguladores contundentes contra estos abusos de mercado.
Atontados por este juego, ignoramos que lo más importante de todo este tinglado somos nosotros. Los que pagamos y compramos. Los que gastamos de lo que, cada vez, menos tenemos… Pero el verdadero, el auténtico problema, es que estos monstruos sean los que, un día, lleguen a gobernarnos si nuestros gobiernos no son capaces de gobernarles a ellos. Con las actuaciones de las energéticas, aquí, en España, tenemos un claro ejemplo… Y se ven otras claras señales en las Administraciones del Estado - con métodos como las licitaciones - vendidas a esta criminal tendencia.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
www.escriburgo.com
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