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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

CATALANESPAÑOLES




(foto de La Vanguardia)

En el Museo Arqueológico Nacional existe un curioso y antiguo mapa de la península con la ubicación de los asentamientos de los pueblos pre-romanos que la habitaron, donde… ¡sorpresa!, por mucho que se busque, no aparecen los catalanes por ninguna parte. Están los cántabros, los vascones, los lusitanos, los astures, y otros varios más esturreados por la primitiva Iberia, pero tampoco asoma por ningún lado topónimo alguno de Cataluña ni nada que se le parezca. Sin embargo, ese espacio debería estar poblado por algunos álguienes, ¿no?… Luego aparece, eso sí, como poblado, Barcino, que sería la Barcelona romana, pero ningún pueblo de referencia que anteriormente habitara esos lugares. Habría que remontarse a Estrabón para encontrar a unos “indigetes” y “ansetanos”, posteriormente desaparecidos de tal mapa, pero ninguna referencia a “catalanes”…

Existen especialistas que afirman que Catalunya viene de Castellonia, de castillos, o sea, de Castilla… ¡Hay que jodelle!, nada menos que provenir de los castellanos españoles. Nunca, jamás, podrían permitir tamaña afrenta. Es como nombrarles a la propia madre, pero así es. Para eso mismo está la historia: para manipularla y falsearla, y es exáctamente lo que hacen: mentir, ocultar verdades, inventar falsas evidencias… Lo cierto es que existen prestigiosos historiadores, como Richard Ford, que ya en 1.845, en su Hand-Book, afirmaba que Cataluña era la versión actualizada de Gothalunia, o sea, tierra de godos, esto es, tal y como el resto de España… Cien años después, el distinguido hispanista William Entwistle, creía más convincente la procedencia de Goth-Alania, para referirse en concreto a los alanos… Esto es, más de lo mismo.

La teoría más aceptada entre los más serios y conspícuos investigadores, es la llamada “vía castellana” primera, mal que les pese a los que les pese mal… que son muchos y muy tontos. Y eso significa que españoles y catalanes venimos de la misma camada, por mucho que se esfuercen, o nos esforcemos, en establecer signos de diferencialidad más inventados y tergiversados que reales. Porque… entre otros, lo de la lengua, ambas dos son romance, y vienen de un mismo tronco. Lo que sí se explica perfectamente es la teoría del cainismo: no existe mayor odio que entre hermanos. Ahí tienen a los israelíes y palestinos; las luchas intestinas entre los pueblos servios; nuestra propia guerra civil… y así hasta el fraticismo entre Caín y Abel. Cataluña ha abjurado siempre de España porque dicen no sentirse españoles, cuando en realidad es que son castellanos como los de León o los de La Mancha. Oriundos de la misma cepa goda.

Lo que sí resulta extremadamente, y sorprendentemente, curioso, es la profesión y profusión del federalismo ibérico… ¡con Portugal!, por parte de eminentes escritores, filósofos y autores catalanes y catalanistas, muy ilustres de las lletres catalans, como Martínez-Gil, Jaume Balmes, Pí y Margall, Fréderic Mistral, Prat de Riba, Francesc Romaní, Alexandre Cortada, Joaquín Casas-Carbó, Ribei y Rovira, Pompeu Gener, y un gran etcétera de intelectuales catalanes, separatista, unionistas, españolistas o integristas, que todos, absolutamente todos sin distinción, abogan por un Federalisme Ibérique, identificados con Lousitania, o sea, Portugal. Lo que no sé es lo que piensan hacer con la tierra que los separa, o sea, el resto de todos nosotros que andamos por enmedio.

Miren, les voy a confesar un algo: yo siempre me he considerado a mí mismo más ibero que español… o mejor, si lo quieren, más iberista que españolista. De siempre y por puñetera convicción. Me reflejo totalmente en, y coincido con, Saramago, Pessoa, Ian Gibson, y muchos otros, y estoy convencido que, más pronto que tarde, ese FIN, esa Federación Ibérica de Naciones, o lo que se llame, será una manifiesta realidad, tanto en beneficio propio, como en el de Europa, como en interés de todas las naciones hispanoamericanas. En eso tengo puesta mi fe, aunque yo no llegue a verlo.

Iberia es una inmensa ínsula (más que pen-ínsula) cuyos habitantes somos mezcla de ingentes pueblos y culturas que nos han aportado todo lo bueno y lo malo de su genética y patrimonio, y que formamos todos una cultura de asimilación atlántico-mediterránea única en el mundo, para muchas, muchísimas cosas que nos propongamos… El problema es que esa ventaja, aún tan evidente, nuestras ruindades de patio de corrala nos ciega y nos enreda en viejas, arcáicas y anacrónicas peleas patrioteras y barriobajeras. Tenemos un talento inmenso en autodestruirnos. Pero las posibilidades son/serían inmensas.

La sin mar y gótica Castilla (Castilla, sequedad de tierra adentro…), se abrió al Gan Océano y al Mare Nóstrum con pueblos paridos de sí misma para alumbrar su propia expansión de tierra interior, y ya es hora de que se recojan todos en la misma casacomún de la que salieron para formar una familia hasta el mismísimo límite de la tierra misma (Finis-Terre)… Miren ustedes, ahora tienen otra cosica que también saben de mí, por la que criticarme, o reirse, o burlarse, o lo que les apetezca. No la voy a ocultar. Considérenme más ibéricus que hispánicus. Y ustedes disculpen, pero veo más futuro en el ayer que en el presente.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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