A mí siempre me ha gustado la definición “Ateneo”… Tiene clase, símbolo, contenido y significado. Viene, como todos saben, de la diosa griega Atenea, símbolo de la sabiduría y del conocimiento. Allí, hace miles de años, en los pórticos de Palas Atenea, y en las ágoras, se congregaban políticos, filósofos, sofistas, estadistas, pensadores, matemáticos, estrategas… con sus alumnos unos, con sus seguidores otros, o con sus detractores; así como también cuántos ciudadanos quisieran oír y aprender, para esparcir cada cual sus enseñanzas, para discutir, instruir y educar. Allí se promovían lecciones y controversias; era el tótum revolutum de la pancultura; el germen del pensamiento y de la universalidad (vniversitas)…
…Posteriormente, con el paso de la historia, esos lugares casi siempre se han asociado a una élite de intelectuales, investigadores, sabios; bien en simples reuniones tertulianas, o en una especie de Odeón que financiaban empresarios y políticos, a lustre propio, si bien que abiertos, a título de oyentes, a las clases más populares… Aquí, en España, durante la República, los Ateneos se fomentaron en los pueblos, y estaban dedicados a formar, educar, informar e instruir en la cultura más elemental, básica y necesaria, a la clase obrera y trabajadora que no podía distraer unas horas del jornal de sus días, para formarse en lo más necesario por las noches… De ahí a ser utilizados por activistas sindicales y movimientos políticos afectos a las bases, solo había un paso, y añadir al nombre el apellido – Ateneo Obrero – era ponerle la lógica etiqueta… Por eso, en nuestra posguerra, los Ateneos tenían cierta connotación izquierdista que no le correspondía en origen… salvo, claro, que la izquierda, por antonomasia, siempre iba asociada con lo cultural (y no quiero meterme en otros bancales).
Así pues, los herederos naturales de los Ateneos, a fin de purgar la ganga del puro metal, fueron los Casinos… Un lugar de reunión, en principio selectivo y asociado a las clases mandantes y pudientes, y luego más generalizado y abierto, donde se charlaba, se jugaba, se daban acuerdos y lograban negocios, se vecineaba… y, ¿por qué no?, también se organizaban bailes y/o actos culturales llegado el caso, y dentro de sus posibilidades… Lentamente, poco a poco, el espíritu original de los primigenios Ateneos se iba diluyendo, y quedando, como una pintura vieja y reseca, pegada, descascarillada y olvidada, entre los nuevos usos sociales y populares de los Casinos. No era otra cosa que lo que requería la época y necesitaban aquellos pueblos. E hicieron su labor.
Después, fueron desapareciendo, engullidos por otras formas de ocio y de dónde pasar el ciudadano su tiempo. Su mala prensa de “lugar de señoritos” de un principio colaboró a ir enterrándolos, uno tras otro, en la fosa de lo decimonónico; y a los ayuntamientos viniéndoles de perlas, ya que aumentaban su patrimonio municipal con esos edificios céntricos e icónicos…
En mi pueblo, Torre-Pacheco, aún queda en pie uno de los últimos de la región… Mantiene su orgulloso nombre, que revela su primitivo origen cultural, que incluso le llevó a ser editor de la revista mensual Mar Menor; y que, aunque todo el mundo lo conoce por “el Casino”, en su fachada aún luce, como una bandera que recuerda lo que nadie vé ya, el de CÍRCULO INSTRUCTIVO… Un muy bien llevado eufemismo de lo que fueron los Ateneos primigenios. La situación en que se debate es la condena que sufrieron sus hermanos: o desaparecer, o entregarse al Ayuntamiento en rendición incondicional, o reinventarse y surgir como un nuevo Ave Fénix… y miren por dónde siempre volvemos, lo queramos o no, a una definición clásica de la realidad actual. Pero, miren, digan lo que digan, y piensen lo que piensen, todo lo moderno ya lo inventaron los clásicos…
Fíjense: si yo tuviera posibilidades, por mínimas que fueran, no me entregaba, ni me vendía, ni me rendía a las presiones municipales… En la parte de arriba del Casino, desaprovechada, resucitaba el primitivo Ateneo… Un lugar, como antaño, donde esparcir conocimientos, dar charlas, conferencias, cursos de formación, mesas redondas, debates, y/o facilitar ciertos servicios a la gente que el ayuntamiento no ofrece… con los que atraer la atención de la ciudadanía y tratar de recuperar el prestigio y el respeto que un día se ganaron estos lugares. Ya, ya sé que todos los Ayuntamientos hoy tienen sus Patronatos de Cultura establecidos, con sus buenos presupuestos y sus buenos sueldos manteniendo buenos funcionarios. Lo sé. Como también sé que estos otros antiguos nidos del saber carecen de medios y de ayudas (todo lo contrario: se les carga con impuestos antes inconcebibles, tal es la mezquindad), pero quizá puedan ofrecer iniciativas que esas administraciones, por su propia opacidad, ruindad, comodidad y ceguera, no pueden, o no saben, o no quieren ofrecer desde sus brillantes y flamantes instalaciones.
Ya sé que es la lucha de David contra Goliath… Y algo peor: los ciudadanos no están por la Cultura… algo que esas poderosas inversiones municipales no han logrado revertir (es posible, incluso, que las hayan empeorado) pues los medios son una cosa y la política es otra. Jamás se dieron tantas posibilidades y nunca el fracaso fue tan grande… No sé… habría que estudiar la demanda para acomodarla a la oferta; buscar cosas nuevas… o viejas. O puede que copiar ejemplos, como el de nuestros vecinos, donde una asociación privada le da sopas con onda a todo el aparato corporativo cultural de su consistorio. Como quizá no deba ser, pero es… Y ahí lo tenemos. La cuestión es, ¿ser o no ser?, ¿resignarse o rebelarse?.. Yo soy ya muy viejo para lo segundo, pero aún me hierve la sangre para lo primero. Y quizá no pueda disparar ya en primera línea; pero sí cargar los fusiles en la retaguardia… Y esto lo podemos decir y hacer todos los de mi edad. Lo que faltan son tiradores….
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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