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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

CAOS Y ORDEN


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En las Saturnales romanas, precisamente de donde proceden las fechas de nuestra Navidad histórica, la festividad residía, entre otros casos, en subvertir el orden natural de las cosas… O si no el orden natural, que no, sí que el orden establecido. Y esa transgresión se hacía con el beneplácito de los que mandaban, para que, luego, una vez transcurrido ese tiempo de catársis, todo siguiera igual. Lo único que había prohibido era el castigo. Así, los esclavos podían burlarse de sus amos; se intercambiaban regalos bromistas y maliciosos; y todo se ponía patas arriba. El dramaturgo clásico latino Marcial, dejó escrito sobre “las festivas pullas y lascivos jugueteos, cuando toda norma era desarbolada”, para regocijo de los que, el resto del año, sufrían la condición de esclavitud y de las normas impuestas.


Podría considerarse que, en aquella sociedad tiránica de amos y siervos, aquello podía ser como la espita de escape que equilibrara, al menos aparente y brevemente, el estado de las cosas por un lado, y por otro evitaban posibles revueltas y perjuicios mayores… A lo mejor la tradición se impulsó tras la revuelta de Espartaco, vaya usted a saber, pero el hecho en sí es que esto permitía mantener el “estatus” dentro de las diferencias sociales y humanas de la época. Por supuesto, la cultura antigua, quizá la más arcaica y esotérica, sabía que la renovación exige destrucción; que ha de asolarse lo viejo para que de él nazca lo nuevo; que todo caos precede a toda creación… Al fin y al cabo, no es más que el movimiento entrópico del universo. La entropía de la física quántica, o el redescubrimiento de la sabiduría más antigua. Nada nuevo bajo nuestro sol.


Incluso podríamos decir, fíjense ustedes, que en esas especies de cataclismos se gozan los espíritus más sencillos y elementales de la creación. Miren a los niños pequeños de cualquier casa, por ejemplo, cuando a alguien se le cae un jarrón, o se derrama un vaso de agua, o sucede algún pequeño estropicio, las risas que provoca y las palmas que hacen… o cuando alguien se estampa contra la pared, o se cae al suelo, las carcajadas que provoca. Sale por los aires cualquier trapo que se enreda en una lámpara, se arma el desaguisado padre, y el jolgorio en los críos es total. Nadie como ellos aprecian el efecto liberador del desorden. Porque cualquier orden impuesto no es natural. Y quizá, puede ser, que lo que les encanta es romper cualquier orden establecido, casualmente porque su orden reside en el desorden… Porque, cualquier orden impuesto, precisamente porque es impuesto y no aprendido, no enseñado, no les gusta… porque puede que intuyan que va contra el orden establecido en lo natural de los acontecimientos y de las cosas… ¿acaso no nos lo hemos preguntado alguna vez?..


Ya… ya sé que estoy mostrándome un tanto contradictorio conmigo mismo, amigo mío. Que parece que estoy predicando la anarquía, y todo eso. Pero, en realidad no es así. La cuestión está en ver si lo que la humanidad actual está aceptando como orden, en realidad lo es, o no. Porque el cargarnos la naturaleza, como lo estamos haciendo, no lo es. El imponernos una globalización que agota los recursos del planeta y explota la economía abusiva, no lo es. El que vivamos provocando guerras y sometidos a las armas nucleares, tampoco lo es. O el que nuestra existencia la hayamos consagrado al consumismo y al hedonismo, tampoco es ningún tipo de orden, si no de caos… Si nos paramos a pensar un poquico, nos daríamos cuenta que vivimos conforme a unas normas contrarias a toda normalidad.


En realidad, lo único que esta desarmonía tiene de normal es que nos lleva inexorablemente a esa entropía disolutiva universal. A que colaboremos, aún inconscientemente, en esa mecánica del “volver a empezar”… En definitiva, la regresión es uno de los caminos de la evolución, o, al menos, así me lo parece a mí. Las saturnales romanas eran un burdo recuerdo de una sabiduría ancestral desaparecida, donde alegría y caos ponían orden en el desorden, ya que ninguna imposición que no sea natural es natural… Y esto pueden tomarlo como la constatación de un hecho, o como definición de algo que está sucediendo hoy en día. ¿O acaso no vivimos en un “tótum revolutum”?..


Por eso sería bueno pensar que la aparente reinstauración de las saturnales romanas en festejos como los carnavales, o, incluso, la Semana Santa (y ustedes disculpen), donde al iconoclastismo original se le impone todo lo contrario – nos convertimos en adoradores de imágenes – es una subversión de los auténticos valores… Pero no estaría mal que los gobiernos dejaran de gobernar por unos días y fueran puestos en manos de los ciudadanos gobernados; que el pueblo les hiciese catar a todos los políticos su propia medicina… Donde las oligarquías fueran un infierno para ellas mismas, y donde los abusos de todo tipo y clase pudieran volverse como boomerang´s contra todo el canallismo al que estamos sometidos el común de la gente… Una Arcadia feliz por unos días en que dejemos de ser esclavos de nuestras propias cadenas para ser amos de nuestros amos.


Pero resulta que nuestras propias y heredadas Saturnales las hemos convertido en todo lo contrario a lo que debieron ser. Las hemos hecho más eslabones de esa cadena con las que esclavizarnos en lugar de liberarnos… Es la democracia vuelta en pseudodemocracia, tontolhabas, donde se nos miente y creemos a nuestros mentirosos… Porque es una partitocracia, tontolnabos, o sea, lo contrario al régimen liberal con que nos venden la moto… En el fondo, el truco es tan burdo como sencillo: no te molestes en organizarte tus Saturnales, que ya nos encargamos nosotros de hacerlo. Os vamos a convertir en individuos virtuales de vosotros mismos; os vamos a sujetar a vuestras propias sogas (por eso se os conoce por sujetos); y os vamos a hacer partícipes de nuestros propios embustes como si fueran vuestros… Y tan felices y contentos totus tuus.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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