(del Diario Armenia) Me he leído un libro de Michío Kaku, un eminente físico de Hardward, de título “La Ecuación de Dios”, nada más y nada menos… Se dá por supuesto que yo no pensaba encontrar esa ecuación entre sus páginas, ni por allá pasó, pero sí, al menos, contrastar los pocos conocimientos que tengo sobre el tema con los que él aporta, desde que Einstein se quedó a punto de establecer, cuando murió, el “Campo Unificado”, esto es: una sola fórmula, la única, que explique la creación de todo el Universo (hasta ahí me sé de lo que vá en mi librico), y lo poco después descubierto hasta la actualidad. Nada nuevo. Aunque, eso sí, me ha servido para actualizar algún detalle que otro que se me había olvidado. Pero las grandes preguntas siguen en pié frente a las grandes teorías: aunque ya sabemos de dónde venimos, y, seguramente, para qué venimos, y/o a dónde vamos a parar, ahora se plantea la de ¿es posible el viaje en el tiempo?, ¿de dónde, o de qué, viene el universo?, ¿qué sucedió antes de la llamada Creación – versus Big Bang – ¿.. Todo realmente fascinante.
Naturalmente, Dios sigue escondiéndose a la mente de los hombres. Según el gran astrónomo Huxley, “cuando el ser humano sepa determinar su naturaleza con relación al cosmos, será el momento de partida”, pero yo creo que la humanidad va muy retrasada con respecto a la ciencia, y lo peor de todo, le importa un soberano pimiento acercarse a ese conocimiento. Preferimos atarnos a las cadenas de las religiones, que nos lo dan todo masticado, y no tenemos que aplicar el mandato bíblico de “buscad y encontraréis”. Pero buscar en todo, claro, no en una sola parte… Einstein afirmaba que hay dos tipos de Dios: aquél al que se reza, que puede ser el Yahvé destructor del Antíguo Testamento, violento, celoso y vengativo; o al otro, el Padre amoroso, comprensivo y perdonador de Jesucristo; aunque luego hay otro que está por conocerse en la energía inteligente, laa mente creadora, la materia y el órden universal, donde nosotros vamos incluídos como los piojos en sus costuras. Stephen Hawkings dejó establecido que ese mismo universo nació de ese Big Bang del que se tiene constancia física en esa radiación de fondo de microondas que nos llega de esa explosión inicial. Eso ya ni siquiera el Vaticano lo niega, aunque al principio lo rechazara y ahora no encuentre acomodo a su diós en esa versión que difícilmente encaja con la suya. Calificó a Hawkings de ateo, pero éste no explicó qué motivó esa explosión, ni Qué, o Quién, había antes de ese ya demostrado principio… Nos dejó dicho que ”el universo es como una inmensa biblioteca con libros aún por leer y descifrar”, pero, ¿quién es el autor de esos libros, please?.. ¿quién es el bibliotecario?.. Pues no tiene por qué ser la misma entidad el bibliotecario que el autor, aunque al final, y al principio, de todo, todas existan en una sola.
Ésta es la cuestión. Se acercó más Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, con sus cinco famosos fundamentos, a ese gran físico contemporáneo, como es Einstein, que la Iglesia actual admite (o mejor, quiere admitir) públicamente y de cara a sus sumisos consumidores… Por cierto, decía este Albert que “Dios no juega a los dados”, a lo que otro gran físico, Pauli, le respondía con “¿quién es él para decirle a Dios lo que tiene o no tiene que hacer?”, a lo que Hawkings añadía a la controversia: “a lo mejor juega a otra cosa, o quizá tira los dados en otro tablero”…
Cito todo esto para ilustrarles a ustedes que, si ellos, que estuvieron muy cerca de explicar la Creación de ese Dios en disputa, y que intuyeron por dónde debería andar la cosa, disentían, discutían y se cuestionaban, el resto de mortales nos dejamos llevar por el fácil magicismo de las religiones, donde las élites sacerdotales monopolizan y administran las creencias, las mal-llamadas fés, incluso enfrentándonos entre nosotros mismos, fanatizándonos, para obtener así su prevalencia de los unos sobre los otros… Cuando, si el conocimiento es universal, debería ser patrimonio de todo el mundo, sin ser mangoneado por ninguna cúpula, o Iglesia, de poder, que, en definitiva, son los dogmas que nos imponen a cada creyente.
Miren ustedes qué (aparente) contradicción más aclaratoria y luminosa: El postulado científico del Big-Bang dice que “vino de la Nada”, del vacío puro y duro, “…y así es como algo, la vida, salió de la Nada”, dice un escrito sacado de la Biblia. Después, un postulado de la física quántica establece que “en la teoría quántica, la nada absoluta no existe como tal nada”…
Vale… Pues yo creo que Dios se esconde en esa “Nada” aparentemente contradictoria hecha de energía inteligente, y que no queremos, o no podemos, definir. Mejor dicho, somos nosotros los que nos escondemos de Él buscándolo por inventados caminos labrados por nosotros mismos, en vez de buscar los indicios que el universo nos deja como señales. No digo yo que sean equivocados, pero puede que sí anticuados. Nos empeñamos en hacer a Dios a nuestra propia imagen y semejanza, inventándonos lo de que es al contrario, para así justificarnos a nosotros mismos, y tratando de imponérnoslo a través de cruzadas y guerras santas, y yihads, donde, como siempre, los más malos se aprovechan de los más tontos. Y todos se justifican entre sí. No hemos evolucionado mucho en eso que digamos, desde que cambiamos las cavernas por los apartamentos… A lo mejor habrá que buscar en el sentido en vez de en el sentimiento.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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