La prensa de la región se hace lenguas de un barrio de Murcia, San Antolín, que estaba hundido, y ha resucitado social y económicamente… Ha recuperado el pulso perdido y hallado en él mismo, sin más templo que su propia templanza: nuevos vecinos que se establecen; viejos vecinos que quedan; nuevos negocios que abren; viejos negocios que aguantan… relanzan un barrio, que, en portada y doble página interior del medio que cosechó la noticia (LV-20/02) lo etiquetan de “tranquilo, vecinal y amigable”… Y eso, en los tiempos que corren, es paralelo a modélico, ejemplar…
No ha logrado el milagro solo la ubicación céntrica del barrio (esa la ha tenido de siempre), más de 5.000 habitantes y subiendo, si no los precios asequibles de sus bajos comerciales y sus viviendas, y la recuperación de un modelo acogedor, afable y amable, servicial y natural… “Es un lujo olvidarte del coche, que te saluden por tu nombre en las tiendas, y tener todos los servicios que necesitas a mano”, dice, sonriente, R.Z., uno de sus nuevos vecinos… Allí han renacido desde las antiguas droguerías, los talleres, todo tipo de tiendas de barrio, y hasta un lugar donde compran, restauran y venden muebles, cuyo propietario, J.M., opina que “la pandemia ha ayudado a valorar más lo que significa vivir en un barrio que tiene de todo”… Otros, venidos de fuera, abren nuevos negocios con gastronomía heredada y hecha de productos frescos y cercanos, como el de J.J.A., que asegura: “nuestros productos son de kilómetro cero, de temporada, y elaborados con materia prima del día”…
La explicación sintética del éxito lo apunta I.S., que apostilla: “es muy sencillo: ha vuelto a ser un barrio-barrio”… El artículo viene plagado de manifestaciones, constancias y reconocimientos de comerciantes, tenderos, talleres, pequeñas industrias, y vecinos que han descubierto un valor que es más viejo que nuevo. Y que se enterró en su día porque se creyó obsoleto: el de las comunidades autosuficientes en sí mismas; el auténtico y verdadero modelo de lo que ahora, ¡joer, qué invento!, se ha venido en llamar Economía Circular… El “milagro de San Antolín”, si se me permite llamarlo así, en realidad no es ningún milagro, si no la recuperación de un modelo de vida que hizo prósperos, colaboradores y solidarios, a barrios y pueblos, que luego se arruinaron por adoptar un nuevo sistema, insolidario, de cantos de sirena… Bueno, rectifico: sí que es un milagro el hecho de que la gente empiece, de nuevo, a pensar con la lógica, y a valorar lo que no tenían que haber abandonado y traicionado: el restar de los propios recursos para enriquecer foráneos, y cadenas y multinacionales, que solo garantizan la propia decadencia y pobreza más pronto o más tarde…
Porque lo de San Antolín, o de cualquier otro barrio que ahora lo imite (detrás está el mérito y el trabajo en equipo de la Junta de Distrito Centro-Oeste), es extrapolable a los pueblos… Un pueblo es una comunidad de intereses propios y comunes, como lo es un barrio. Así se forman las ciudades: de los pueblos que crecen, y su economía se estructura por barrios. Es el sentido natural, y hasta lógico, del crecimiento, al igual que un órgano nace de asociaciones de células que la conforman: células-tejidos-órganos… Jamás al revés. Nunca al contrario.
Pero se hace desde un principio de economía circular, agrandando y agrandado, fortalecido y fortaleciendo, protegido y protegiendo, ese tejido celular básico que lo ha formado y conformado… Prueben a hacerlo en retroceso, a ver si les sale. Con toda seguridad que no. Pues bien, el llegar a ver eso, reconocerlo y rescatarlo, ha sido el éxito de esa Junta que ha logrado el milagro de resucitar a un muerto: el suyo… “San Antolín, levántate y anda…”
A los pueblos y barrios nos los cargamos desde el momento en que sus ciudadanos y sus administradores (Ayuntamientos) comenzamos a poner nuestros propios huevos en nidos ajenos; y a regar de nuestro pozo bancales lejanos y distintos a nuestros intereses… La ciudadanía, cogiendo el coche para gastar fuera de su pueblo o barrio; otros haciéndose adictos al opiáceo de la compra por Internet, enviando sus recursos a multinacionales extranjeras… Y los Ayuntamientos y Administraciones, haciendo lo mismo con sus infames sistemas concursales, que gastan en el exterior lo que recaudan en impuestos de su interior… Así los pueblos decaen hasta morir, mientras grandes monstruos son cada día más florecientes, alimentándolos con nuestro dinero. Con este sistema, llegará el día en que nos habremos empobrecido tanto que no tengamos con lo que comprar fuera lo que antes nos fiaban dentro.
¿Recuerdan aquella historia del que llega a aquel pueblo, y, haciendo correr el importe del pago de una reserva, acaba por financiar todas las deudas de ese pueblo, recuperando, al final, su propio dinero?.. Es la vieja/nueva historia de la economía circular, que se nos había olvidado a todos, y ahora algunos lúmenes parecen haber inventado de nuevo… Lo de San Antolín, con lo que hoy les machaco, no es nada más que el ejemplo de ese pueblo y esa señal a cuenta… Y es lamentable, y mucho, que los edilatos y edilarios acaben por adoptar el peor pecado de su ciudadanaje, en vez de dar ejemplo de lo contrario, y subvertir el proceso decadente de sus pueblos… Tan decadentes son también sus propios políticos, que se suman a ello. Cuando no practican la hipocresía de hacer lo uno y pregonar lo contrario: emitir un mensaje de consumir en el lugar, y luego ellos comprar fuera. Todo tan de montaje y tan falso como ellos mismos… Pero esto es tan sencillo de entender que no se quiere hacer, y es:
SI COMPRA USTED EN SU PUEBLO, LO GANA; SI COMPRA FUERA, LO PIERDE.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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