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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

AQUELLOS ANTÍGUOS ESENIOS



A finales de 1.946, en unas cuevas de Qumran, al noroeste del Mar Muerto, unos beduinos se toparon accidentalmente con unos rollos de escrituras, pertenecientes a la comunidad judía de los Esenios, de un par de siglos antes de Cristo, que vivieron en cuevas próximas a la costa, hasta, aproximadamente, la aparición del cristianismo… La comunidad científica (y la religiosa también) estuvieron escarbando durante sus buenos diez años, durante los cuales aparecieron documentos antiguos de más de dos mil años, y por cuyas reglas se regían estos arcanos monjes, así como una parte de la población nazarena que compartía su fe y sus enseñanzas… Esto es, en breve, la historia de esta especie de orden monacal ante-cristiana.

Lo curioso del caso, conforme se ha venido traduciendo el material encontrado, es que veneraban a un tal Maestro de Justicia que decían habría de llegar al mundo, con un perfil muy marcado al de Jesús, proféticamente hablando, claro, puesto que el Maestro tendría que aparecer unos 150 años más tarde de la creación de tales comunidades… Dicho esto, y conforme avanzan las investigaciones, lo que cada vez cabe menos duda ya es que Jesús tuvo una estrecha relación (quizá antes de su llamada “vida pública”) con ellos, aunque la posterior religión católica, “su” Iglesia, guarde un profundo mutismo al respecto, como siempre suele hacer en estos casos…

Sin embargo, entre los hallazgos de rollos y escrituras, se han encontrado unos Evangelios Esenios, que van desde Enoc y Moisés al aún “por venir” Jesucristo, y donde se ve claramente que son las fuentes de algunos de los principales reconocidos como Canónicos por la posterior iglesia cristiana, si bien que mucho más largos y desarrollados, y extensos, con un detalle y profundidad que los recogidos en el Nuevo Testamento por los llamados Evangelistas no tienen… Aparece incluso uno de San Juan, casi exacto, pero mucho más extendido que su Apocalipsis. Todo está recogido, traducido y compilado por el Dr. Edmond Bordeaux Székety, y publicado en España por la Ed. Sirio, aviso a navegantes…

Pero hay un par de cosas que me llaman mucho la atención de ellos… Una es que los Evangelios Esenios, atribuidos a Jesús, son marcadamente ecológicos y sanitarios, una especie de paramédicos, conforme al espíritu de sanadores que tenían los esenios, vinculando siempre las enfermedades a los demonios. El Mesías curaba a la gente expulsándolos, y conminaba a la vida sana para que esos diablos no se enseñorearan del cuerpo… Hace apología del vegetarianismo, y condena taxativamente el consumo de carne; y da más directrices claramente terapéuticas, sanas y naturales, explicando sus porqués… Incluso se cuenta un curiosísimo milagro: una expulsión de Satanás de un enfermo, que es una clarísima expulsión del cuerpo, sí, pero de un parásito conocido por "solitaria" (tenia). En ese grupo de evangelios, el “pecado” se vincula con la enfermedad…

Y el otro caso se refiere a ese, digámosle “ante-apocalipsis” de San Juan que citaba al principio, cuyas estrofas finales dedicadas al “envenenamiento de las aguas, del aire y la tierra”, y sus detalladas consecuencias, erizan la piel por su paralelismo con el cambio climático, y su tremenda – y terrible – actualidad… Leer la Apertura del Libro de los Siete Sellos de ese San Juan esenio, y oír a Antonio Guterres (Secretario General de la Onu) en sus últimas declaraciones, es lo mismo. Los paralelismos son innegables. La única diferencia es que los esenios utilizan a los ángeles y los demonios como causa y origen de todo, y nosotros usamos a la ciencia para lo mismo…

De no haber sido por esta segunda parte del artículo de hoy, no les hubiera dado la tabarra de la primera parte. Pero hay que situar en la Historia los hechos. Mucho más cuando parecen encajar en los acontecimientos actuales. Aparte de que es una sana terapia también el comprobar cómo toda esa dimensión ecológica y de buenas prácticas fue omitida y erradicada en su totalidad de unos Evangelios en los que se supone había que respetar su origen (al margen de otras consideraciones religiosas)… La misma labor de ocultamiento que con los gnósticos, o los apócrifos, por cierto. Muy curioso todo. Pero también muy sospechoso…

Y como repetía el maestro nazareno aquél: “el que quiera escuchar, que escuche…”

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

www.escriburgo.com

miguel@galindofi.com

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