Julio Llamazares se tiró casi veinte años viajando, estudiando, informando, investigando y admirando las catedrales de toda España, para luego verter su pasión en un libro de mil doscientas páginas, y que ya es el segundo tomo de su magnífica obra. Lo que no ha hecho la propia Iglesia. Y todo ello para que ahora vengan sus laicales lacayos y le cuelguen el epíteto de “anticlerical”… Para mí sería un honor, pero entiendo que a él le tiene que doler. Y todo por una entrevista que le hicieron en El País, y donde vertió su lapidaria, pero cierta y muy autorizada, opinión: “La Iglesia ha secuestrado a las catedrales”, dice, afirma y demuestra.
Y dice verdad. Antes eran unas pocas catedrales las que se maldistinguían cobrando las visitas a las mismas, pero ahora son casi todas las que han puesto peaje a la Casa de Dios. La excusa de la sacra institución es que supone un peculio necesario para su mantenimiento. Pero eso es una falsedad, una inescrupulosa mentira, un embuste como una catedral, precisamente. El mantenimiento, como patrimonio artístico del Estado, va a cargo de los Presupuestos Generales del propio Estado, o sea, se paga con dinero público, mientras que la propiedad (bien por el indecoroso e inmoral sistema de las inmatriculaciones, bien por otros medios) es de la Iglesia, que no paga Ibi pero sí que tiene la desvergüenza de cobrar como uso de escaparate, como los bodorrios de escenario, u otros usos… Claro, Llamazares se pregunta que si los españoles participamos con nuestros impuestos de su mantenimiento, ¿por qué tenemos que pagar para solazarnos en lo que debería de ser nuestro derecho?.. Y lleva toda la razón del santo mundo.
Casos y ejemplos: el trascoro de la Catedral de León, 900.000 euros nos ha costado, cuando la recaudación por visitas en el año pasado fue de 1.300.000 euros declarados (quizá más). La Catedral de la propia Mezquita de Córdoba (inmatriculada con nocturnidad y alevosía) ha recaudado 16, 5 millones, pero el Estado está haciendo restauraciones por valor de un millón de euros… En la de Sevilla se van a gastar 600.000 euros, y lo recaudado por la Iglesia en el último año han sido 15 millones… Incluso el famoso rosetón de la de León ha sido restaurado recientemente por una fundación privada vinculada a una conocida marca de cerveza… ¿Dónde van a parar los dineros recaudados por los cabildos, encima libres de impuestos?.. Porque lo de para su mantenimiento es, como muchas de su cosas, totalmente falso.
O sea… esto es mío, pero me lo mantiene usted, y, encima, el que quiera verlo que me pague entrada. Y tenemos una ciudadanía que traga, y un gobierno (que presume ser de izquierdas, encima) que lo permite. Las catedrales se han convertido… perdón, las han convertido los mercaderes del templo, en museos y rentables negocios, suculentos y saneados negocios turísticos, donde propios y extraños pasan por incontroladas taquillas. Son una explotación artisticomercial como – valga la redundancia – una catedral, y nunca jamás mejor dicho…
Y sé que el debate sobre el mantenimiento del patrimonio de la Iglesia (porque este es el hecho desnudo, se le vista como se le vista: mantenimiento de un patrimonio ajeno) es un debate delicado, dadas las dimensiones políticas y de servilismo vaticano, y la fibra idolátrico-totémica-cofradiesca (esa es su trinidad) que toca las mucha ampollas que levanta. Lo reconozco y lo admito. Pero toda escalera se sube por el primer escalón. Y es el tristemente famoso y vergonzosamente aún vigente Concordato, por el que los gobiernos de este país cirial están secuestrados por la Conferencia Episcopal de turno, que actúa como juzgado de guardia en todo lo que le atañe como interés crematístico y de interés e influencia (no hablamos de la auténtica fe, por supuesto)…
Llamazares lo que dice es que esas obras de arte a las que tanto ama, la voracidad recaudatoria de la Iglesia las ha convertido en cajas registradoras, en espacios ajenos a la fé e incluso a la religión por la que fueron erigidas… Y entonces, esos recaudadores de impuestos romanos peores que Mateo, van y lo llaman anticlerical, como si eso fuera un insulto. Y se equivocan, porque tan solo es una definición, no un insulto. Pero están tan poseídos de que Dios ampara su expolio que lo usan como anatema: ¡só anticlerical, más que anticlerical!.. Para mí sería todo un piropazo…
…Porque si Jesucristo entrara, en plan paisano de hoy, a esas catedrales levantadas – eso dicen – en su memoria, y viera los tornos y los turnos en pleno ordeñe, estoy seguro, pero segurísimo óigan, que volvería a montar en cólera y exclamar otra vez: “malditos todos vosotros, que habéis convertido la Casa de mi Padre en cueva de ladrones…”. Él sí que era un pedazo de anticlerical…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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