(de El Diario)
Existe un antiguo y sabio dicho que nos advierte de algo en lo que, más pronto o más tarde, todos acabamos por experimentar, y es la de “Nunca digas de este agua no beberé”… Es una piedra en la que, en mayor o menor medida, tropezamos alguna vez de algún modo. Cuando eso sucede, por humana vergüenza, miramos a uno y otro lado, como vigilando que nadie nos pille en el renuncio, preparamos mentalmente una excusa por si las moscas, para tenerla a mano, y seguimos adelante como si tal cosa… menos los políticos, claro, que esa es una clase a la que no le importa un carajo contradecirse de la noche a la mañana, porque cree que están siempre justificados por su fiel soldadesca (y puede que sea verdad).
El último ejemplo lo tenemos en el PP postelectoral. Nada más cerrado el escrutinio de las urnas, comenzó a largar bajo trompeta que Sánchez iba a venderse a los separatistas y a ponerse a los pies del napoleoncito Puigdemont… para luego, en la frialdad de los números, en el momento de sacar el ábaco y ponerse a contar, en la soledad del recapacitar, darse cuenta, que, a lo mejor, o a lo peor, tiene que echar las redes en el caladero de Junts, en competencia con el Psoe. El portavoz feijoiano, Elías Berriondo, no lo ha podido decir ni más alto, ni más claro, ni menos a escondidas: “hemos de tener la capacidad de hablar con todos”. Toda una lección de pragmatismo político, hay que reconocerlo. El pecado está en que toman a la gente que ayer le dijeron lo otro por tonta.
…Y puede que lleven razón. El personal ha perdido toda memoria histórica, sea ésta reciente o no. No se acuerdan de que el mismísimo Aznar, nada menos, pactó con Jordi Pujol al lametón servil del aquél famoso: “…si yo hablo catalán en la intimidad”. Y si se acuerda don Alberto, hace como que no, que es lo que yo decía al empezar este escrituriazgo… Se dan cuenta que sus votos, sus apoyos, cuentan tanto como los demás en la maquinaria de una calculadora democrática. Y son tan legítimos como el resto de esos mismos todos. En una horquilla de 171/172 escaños ambos, el que venza y convenza, aunque solo sea por una parte de los siete que tiene el autoexiliado cuentista, es capaz de inclinar también la balanza de uno a otro lado… Y se dan cuenta que no sería la primera vez que la derecha se alía con el separatismo catalán… o vasco.
El problema que estos tienen, es que sus “otrosocios” de Vox, en su estricto fundamentalismo, eso lo llevan como anatema, y más ahora que han expulsado a los templados de sus lados (Espinosa de los Monteros por entero). Y eso hace imposible cualquier intento de entendimiento y/o acercamiento. Estas cosas ocurren cuando uno se empeña en tener a un pulpo como animal de compañía, que ahora lo paralizan y condicionan sus tentáculos… La lección que se debería sacar de este sainete político es que la prudencia y la cordura es siempre aconsejable antes de abrir la bocaza, y que los guardaespaldas, cuando son fanáticos, (Vox, Díaz Ayuso, etc.) solo guardan las suyas, no las del jefe… Lo malo de esto es que, ni aprenden ellos, ni aprendemos nosotros, sus títeres e incondicionales, servidores justificadores.
Naturalmente, esta especie de fábula samaniega, o lo que ustedes quieren que sea, es perfectamente válida para los dos extremos del espectro – mejor fantasma – político. Si ha ocurrido hoy, en que la liebre ha sido diestra, mañana la que corra por la banda bien puede ser zocata… Y digo esto, a título de prevención, antes de que los guardias de corps sueltos que hay por ahí, auténtica policía político-ideológica, comiencen a lanzarme sus rabiosos anatemas, siempre, curiosamente, tachándome ambos de extremista de los otros. En esto deberíamos ser lo suficientemente humildes, prudentes e inteligentes, como para aprender todos de los pescozones ajenos. Y yo el primero, por supuesto…
En España nos sobran ultras y nos faltan pragmáticos. Sueltas un algo en las redes, y si es contrario a la… llamémosle ortodoxideología del que lo lee, te salta a la yugular con toda la prepotencia, soberbia y odio inyectados. Como un galgo amaestrado a perseguir su presa. Aquí un estoico llevaría siempre las de perder, y eso es porque el diálogo educado y sosegado no existe, tan solo la mordedura, el insulto… Algo que nos han contagiado nuestros políticos convirtiéndonos en sus mastines (cada cual los suyos, claro). Luego ocurre algo de esto que cuento, de lo que, por cierto, las hemerotecas están plagadas, y la incultura de todos se convierte en un silencio espeso, y nos decimos: “al que le pique, que se espulgue”, sin sacar ninguna enseñanza de ello..
Existe una vieja plegaria, que, precisamente, viene del estoicismo, que reza así: “Señor, (o Logos, o Dios, o…) concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar; fortaleza para cambiar lo que sea capaz de cambiar; y sabiduría para entender la diferencia”… que circula por ahí de vez en cuando como algo chulo y bonito, para epatar, a modo de escapulario resultón del que presumir, pero al que somos incapaces de echarle una pensada en serio.
Padecemos una ineptitud congénita para eso, pero es algo que deberíamos de aplicarnos personalmente todos y cada uno de nosotros. Lo que pasa es que nos hemos quedado sin espacio material para haberlo intentado analizar aquí… Si a ustedes les interesa y apetece que le echemos un repasico, es fácil: solo tienen que recordármelo, a ver lo que se puede hacer. Si no recibo tales solicitudes, el mensaje es claro: no interesa. Y a otra cosa, mariposa…
¿Pero saben lo que creo yo que pasa?.. que es tan rematadamente fácil de entender por todos, que no necesita explicación por nadie. Así que lo más fácil y mejor es soltar lo de Pepe Mota: “no, si yo ya… ya yo…” y seguir justificando a nuestros injustificables bastardos políticos, y ya de paso, a nosotros mismos. Un filósofo árabe – muy nuestro, por cierto – Ibn Arabí, decía algo así como “llévate bien con tus enemigos, respétalos y hazte respetar, pues mañana los vas a necesitar”… Pero para eso, para respetar y hacerse respetar, hay que empezar por respetarse a uno mismo comenzando por lo que sale de la boca de cada cual. Y para eso no hay que perder los papeles como los perdemos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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