La pandemia nos cabalga de nuevo. Esta vez en una nueva y desquiciada ola que funciona como esas génesis explosivas de la que nos hablan las chicas del tiempo. Y es un tanto atípica porque entraña aspectos nuevos que en otras anteriores no se contemplaban, a la vez que la velocidad del aumento de casos desborda los parámetros… Cuando esto escribo, el índice, la incidencia acumulada, se dispara por encima de los 500 casos por cien mil, tan solo que en un par de semanas, situando la tasa de contagios superior al mes de Febrero pasado… Aquí, en nuestra región, galopamos con aumentos diarios de cien en cien, por ejemplo. Un absoluto disparate. Pero, en esta ocasión, actuamos como si esto fuera uno de aquellos artículos de broma.
Esas nuevas variantes que hablamos son, al menos, tres: que nos ha pillado en plena campaña turística; que el grupo mayoritario de contagio es el sector joven; y que en él prima el negacionismo más irracional, que, sumado al general (en Andalucía, por ejemplo, rechazaron vacunarse un 72% de los enfermos) pone en muy serio peligro el que se llegue a dominar la pandemia… Ese cúmulo de factores lo que consigue es que España sea ahora mismo el país europeo con mayor riesgo de contagio, en plena incidencia vacacional, que, sumado a que el sector de incidencia hospitalaria se está dando en el arco de los 20 a los 40 años, esto es, el productivo, el palo económico que nosotros mismos nos estamos infligiendo como auténticos imbéciles – eso sí, jóvenes – es brutal…
Mientras la incidencia acumulada general en España de quinientos es ya altísima, entre el paréntesis de adolescentes veinteañeros sobrepasa los mil… Una burrada. Están actuando como suicidas mentales (yo diría ineptos mentales) que funcionan irresponsablemente y dentro de una absoluta incapacidad de raciocinio… fiestas, juntadas, botellones y mamadas en manada. Lo suyo. Borreguerío general. Vale, pues de acuerdo. Es lo que quieren y es lo que tienen… El otro día, un chico de 17 años, desde la Uci de un hospital decía que nunca más. Un cerebro recuperado por su mala conciencia y peor experiencia. Pero no es lo común, ni tampoco lo deseable, dadas las circunstancias, aunque, a veces, cuando se ven en sus lamentables actuaciones, dan ganas de ponerles a todos sonda, vía y gotero, para que aprendan lo que vale un peine. La cuestión no está en eso. El problema radica en que estamos desconcertados por un fenómeno que nunca pensamos que existiera, y para el que no estamos preparados:
Su porcentaje de infecciones triplica la media española, nos encontramos en pleno verano georgidano y se han declarado en rebeldía. Ese es el panorama. Apelar a su inteligencia es como intentar razonar a un tormo. Inútil. Y solo atañe a padres y autoridades. Los primeros pasan del tema, visto lo visto, y a los segundos les puede la galvana y no les da la gana. Las familias, en vez de los ojos podrían cerrar los grifos. Ni un puto euro en los bolsillos y a ver qué puñeta pasa… Sin embargo, yo creo que la solución está en imponer normas inapelables con la dureza necesaria. Cuando no existe la educación debe existir la sanción… No vale solo con acudir a los socorridos cierres de los chiringuitos, hay que hacer algo más que eso…
Yo tengo un nieto en sazón y edad de merecer. Una bomba de hormonas y un peligro. Un riesgo pandémico… Y me ilustra que, al menos el 50% de sus jóvenes colegas no se van a vacunar. Que son negacionistas totales. Le pregunto si es que sus padres, o lo que sean, no pueden obligarles, y me contesta que sus padres también lo son… Efectivamente, éste es el meollo del problemón. De poco vale todo lo que estamos pasando si luego hay un alto porcentaje de imbéciles, irredentos e insolidarios, que están boicoteando la recuperación…
Si no se les puede obligar a vacunarse (cosa que dudo) sí que se les puede aplicar un legítimo cordón sanitario, por ejemplo… Que los que no tengan el certificado de vacunación no sean admitidos en ningún transporte público, ni en espectáculos, ni en fiestas ni celebraciones; ni tampoco en hoteles, por supuesto, ni en lugares de ocio público; ni puedan ser atendidos en bares ni terrazas, ni en comercios; que no pueda trasladarse de un lado a otro del mapa… Si no quieren vacunarse, pues que se queden en casita y se paguen a un recadero para los mandaos. Y así todos y todas, jóvenes y adultos, mayores y viejos…
Y no me vengan con lo de la violación de derechos, ¿o es que ellos tienen el derecho a infectar y los demás no tenemos derecho a defendernos?.. Aquí existen las dudas interesadas de siempre, de los que cuelan el régimen de libertades y todo eso. Y es cierto. Pero no es menos verdad que los que no les da la gana vacunarse coartan mi libertad de moverme sin tener que contagiarme, ¿o acaso no?.. En este país hemos pasado un año de confinamientos, cierres, toques de queda y limitaciones sin fin, para que ahora esta gentuza nos condene a repetirlo una y otra vez porque su libertad vale más que la de los demás. La libertad, señores y señoras, jóvenes y jóvenas, hay que merecerla, no robarla, y ustedes la secuestran, pero no la comparten.
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