Oigo un atinado comentario de un sacerdote: “Dios te perdona si tú te perdonas”… y me salta el respondón como un tiro: ¿entonces, para qué ha de perdonarnos ningún confesor?.. Y me arrepiento, padre, de haber contestado.
El poner un perdonador como intermediario entre Dios y uno mismo… o mejor: entre uno y su propia conciencia, es como jugar al despiste con esa misma conciencia. El perdón ajeno ayuda, pero es el propio el que sana.
Solo se me ocurre lo del arrepentimiento sincero: ¿quién puede saber si de verdad existe?, ¿el cura o tú?.. pues sabiéndolo el segundo sobre el primero. De ahí lo acertado pero “dedospillado” de soltarlo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com
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