(de ABC)
Una muy buena y querida amiga, me dice que deberíamos de juntarnos un ratico para hablar del azar, de la suerte, de las casualidades (a las que yo vengo en llamar causalidades), o de lo que también se suele decir por coincidencias: semánticamente, la palabra expresa que es una incidencia participada “con” algo o alguien, de ahí co-incidencia… La cuestión es qué mecanismo hace que se produzca con y cuando ese algo o ese alguien incide con el que experimenta el hecho. Así que, en tanto en cuánto podamos reunirnos para charlar sobre tan interesante tema, agarro el bloc y boli de los apuntes, y pongo la hormigonera a dar vueltas…
…Y me viene aquel viejo cuento oriental del criado que, en el mercado de Bagdad, se encuentra a la Muerte, que le hace una señal. Espantado, corre a pedirle a su amo un caballo para huir a Hispaham y escapar de ella. Así que se lo deja, pero marcha al mercado a ver si eso era verdad, y no una treta para largarse de pindongueo. Efectivamente, allí ve a la Muerte, y le pregunta sI ha asustado a su criado por algún motivo concreto… “No exactamente – le contestó – es que me sorprendió verlo hoy aquí, cuando la cita era mañana en Hispaham”… Una historia antigua que nos ilustra sobre la inevitabilidad del destino, igual sea que nos toque la lotería, un excelente trabajo, una buena o una mala suerte en la vida, o la muerte del criado, que esa, con seguridad, a todos nos toca.
Yo creo que la cuestión está en eso mismo que hemos dado en llamar “Destino”. De ahí se derivan las buenas o malas suertes, los azares y las casualidades, y las coincidencias, de la vida, aunque ya digo que la Ley de Causa y Efecto que rige esa misma vida, a la casualidad la convierte en el efecto de un “causal” que ignoramos, o que hemos olvidado. O ambas cosas a la vez… Si le damos un par de vueltas a este mecanismo de causa-efecto, veremos que es eso mismo de simple: que cada causa que ponemos en marcha genera indefectiblemente un efecto. Y eso, en sí mismo, es una especie de pequeña, o gran, pre-destinación, esto es: predispone a un determinado efecto. Vale… pero, ¿qué o quién origina la causa que lleva a tal efecto?, ¿quién o qué la pone en marcha, y por qué?.. ¿Dios o nosotros?. Que lo hayamos olvidado, que no tengamos memoria para recordar, no quiere decir que nos inventemos un Destino al que achacárselo, el cual, sin la intervención de nada ni de nadie, actúa por sí solo. Ese algo o alguien ha pulsado el botón de puesta en marcha del mecanismo, ¿no?.. y ha puesto en acción la consecuencia, o consecuencias – que nosotros etiquetamos de albur, suerte, azar – o de por qué coño ahora viene a pasarme a mí esto… Vamos a dejarnos lo de merecido o inmerecido, pues eso es pura subjetividad humana.
Si acudimos a la ciencia empírica, aún está verde en este campo, si bien la física quántica, y antes de ella la Teoría de la Relatividad, nos despeja un poquico el camino de por dónde pueden ir los tiros… Y ya Albert Einstein, en una de sus más famosas y lapidarias frases, nos advirtió que “Dios no juega a los dados”. O sea, Dios, o el Logos, o le Energía creadora, o lo que cada hijo de vecino crea según su confesión y condición, no utiliza el azar, ni la suerte, ni la ruleta, ni el “averquesale”, si es que ha de salir algo… Que aquí, desde que el mundo es mundo, y de eso hace ya unos cuantos eones, nada funciona tirando la moneda al aire: a ver, ¿cara o culo?.. No. En esto, incluso siendo todo lo religioso que usted quiera ser, hasta Jesucristo, sin más ciencia que su enorme fe, dijo que “ni un solo cabello de tu cabeza se mueve sin que el Padre lo sepa y lo quiera”. Salvadas las distancias y las circunstancias, viene a ser lo mismo: Todo está medido. Y en este punto del asunto está el trasunto… Si es cierto que nos movemos en un “presente contínuum”, como también dijo Einstein, todo lo que ocurre parece estar establecido de antemano, pero miren que digo “parece”, o sea, aparentemente. La apariencia la creamos nosotros, uno a uno en persona y toda la humanidad en conjunto en ese presente, y esa apariencia elabora una futura consecuencia, esto es: el presente de mañana.
Dicho esto, aún quedaría por dilucidar si es ese Dios-Destino, o somos nosotros, los responsables de esos eventos, también aparentemente fortuitos, que aparecen en nuestras vidas… Si fuera Él, para el cual el tiempo no existe, sería un absurdo meternos en unos berenjenales cuyo final está calculado, o no, sin propósito alguno para Él, claro. Y si fuéramos nosotros los autores de nuestra propia “suerte” o “desgracia”, es que ese “Libre Albedrío” del que se nos dotó, es la causa directa de nuestros posteriores efectos. Así que usted mismo, aplicando la lógica y el sentido común, convendrá que ese, precisamente, es el propósito: que nosotros aprendamos de nuestras propias acciones. Pero, entonces, se me dirá: ¿cómo eso no lo sabemos y lo aplicamos en nuestro beneficio?.. pues porque aún no lo hemos aprendido, y vamos de coscorrón en coscorrón, poniéndonos zancadillas entre nosotros y a nosotros mismos… Porque estamos en la fase de aprender a montar en bicicleta por la práctica, no por la teoría. Se me responderá que una vida es demasiado corta para conocerlo, y aprenderlo, y saber aplicarlo. Cierto también, ¿pero, acaso no puede ser que vivamos infinitas vidas dentro de una sola y única existencia?.. ¿Qué la finalidad real es la existencia, y los medios para lograrlo son las vidas?..
Creo que, sin desliar más madeja, es suficiente con lo expuesto aquí, para, si queremos seguir dándole vueltas al caletre, sacar nuestras propias conclusiones… Mi muy querida amiga y yo nos reuniremos y seguiremos tratando el tema, seguro, pero, al menos, que este artículo que ella ha suscitado, lo compartamos con todas aquellas personas que tengan sus, o nuestras, mismas inquietudes intelectuales. Nada ocurre sin un motivo y sin un propósito, recuérdenlo. Esto, tampoco.
A mí, personalmente, me es muy grato. Mucho mejor que hablar de todo el panycirco que nos sirven en bandeja de plata y en comedero de pienso a toda una sociedad apesebrada, y que deglutimos con fruición… Pero sé que hay muchos, muchísimos, que se oponen rabiosamente a que pensemos por nuestra cuenta. Les va el poder y la pasta en ello, y lo saben… Así pues, que cada cual obre en esa misma consecuencia según su conciencia.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
Comments